Día tras día se rompe un récord de vacunación. La tasa de inmunización por 100.000 habitantes del Ecuador es la más alta del mundo. Es una gran noticia para ganarle la guerra al COVID-19, sin embargo, vale preguntarse ¿qué ha sido clave para lograr estos resultados extraordinarios? ¿Qué podemos aprender? En mi criterio, es un claro ejemplo de cómo el empresarialismo, la buena gestión y el liderazgo, enfocados a resultados, dan buenos frutos.

El empresarialismo es una forma de ver la vida y un estilo de hacer las cosas con practicidad, simplicidad, utilidad, rapidez, efectividad, vocación de servicio, entre otros. Típicos valores de un buen empresario.

Tomar decisiones valientes; hacer que las cosas pasen con urgencia; eliminar lo que no agrega valor; aplicar flexiblemente distintas estrategias que funcionen para los fines y objetivos que se persiguen; utilizar tecnologías de información; armar y alinear equipos profesionales y sumar sinergias con quien pueda aportar son la esencia de un liderazgo y gestión enfocados en resultados, antítesis de lo que hemos visto mayormente en la gestión pública.

Detrás de este importante logro está el espíritu de un empresario farmacéutico exitoso, hoy consejero del presidente en temas de vacunación. Quien de una pequeña farmacia forjó un grupo farmacéutico que hoy se ubica en el top 10 de facturación del Ecuador. También de un presidente, exitoso empresario, quien llevó a un pequeño banco a ser una de las instituciones más sólidas, respetadas y modernas del sistema bancario ecuatoriano. Empresarios que, como muchos otros en la pandemia, han demostrado ir más allá del rédito económico de sus negocios, han puesto el pecho a la crisis y han brindado todo su contingente para que lleguen alimentos a los más necesitados durante la cuarentena, y ahora apoyan el Plan de Vacunación 9-100.

Como sociedad debemos reconocer que necesitamos más empresarialismo del bueno, empresarios líderes como ellos, con excelente management y enfocados a resultados. Hemos visto en los últimos días un servicio gestionado en el sector público ecuatoriano que funciona con efectividad y además logra resultados extraordinarios. Hemos podido apreciar que utilizando los recursos existentes se han encontrado oportunidades y se han tomado decisiones inteligentes. Es encomiable el trabajo articulado entre los diferentes actores de la sociedad.

Sigamos adelante, inspirados en este ejemplo para transformar la gestión pública y resolver los grandes problemas sociales. De una vez por todas abandonemos el burocratismo y estatismo excesivos. Valoremos más a los empresarios y el empresarialismo como motor de transformación del país. Necesitamos un ejército de empresarios micro, medianos y grandes, y ecuatorianos imbuidos de esta filosofía de vida en cada cantón urbano y rural del país que asuman un rol activo con capacidad de gestión. Este es un gran desafío para las empresas, la academia, los gremios y los movimientos ciudadanos. Si acogemos este desafío, es muy probable que cuando en el futuro preguntemos a un niño o niña qué quiere ser cuando sea grande, diga con orgullo: “Quiero ser un buen empresario”. (O)