Guayaquil empezó noviembre de manera dantesca. Esta semana, luego de la fiesta y alegría que se vivió desde el sector turístico por la llegada de extranjeros para la Copa Libertadores, amanecimos con noticias de coches bomba, muertos y ataques dirigidos a policías, también, cartas amenazantes que rodaron por redes sociales y chats, sembrando miedo en la ciudadanía. Un presidente que se iba de vacaciones, aunque a última hora eligió cumplir con el deber ser, para quedarse con el pueblo que se desgarra entre muertos y heridos. Nuestras autoridades necesitan dejar de mirar al pasado para buscar culpables y empezar a tomar acciones y decisiones en el presente.

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Creo que el silencio puede ser un elemento coadyuvante del pensamiento. Sería interesante que, quienes nos gobiernan, transiten por él y dejen atrás las voces de quienes solo tienen palabras zalameras y alabanzas hipócritas, aconsejándolos desde los intereses de sus propias billeteras y aturdiéndolos con palabras que lejos de construir, los llevan a tomar acciones risibles que solo sirven para convertir una imagen que debería ser respetada, en el protagonista de memes virales, disminuyendo su credibilidad frente a la opinión pública.

En esa misma línea, se habla mucho de la soledad del poder y se malinterpreta que un líder está solo, pero por favor, un gobernante con poder jamás lo está. Más bien, esa frase habla sobre la responsabilidad de las decisiones. Es decir, la última palabra frente a una acción, solo la autoridad máxima será responsable de aquello que se decidió hacer o se evitó.

Creo que es fundamental volver al silencio, huir del ruido que aturde, para desde la claridad tomar mejores decisiones.

Por tanto, es fundamental que existan periodos donde se puedan abstraer de sonidos perturbadores y dar paso a la quietud para que las decisiones que se tomen, de todo orden, tengan siempre un enfoque de derechos y no se limiten a meros actos de compasión; acciones que beneficien a todos y no solo a un grupo minúsculo. Recordemos que para hacer grandes obras se debe empezar por pequeñas acciones y cambios, en lugares donde usualmente nos molesta detener la mirada y no queremos prestar oídos. Esos lugares donde mucha gente ha perdido la esperanza de que su voz sea escuchada, fuera de los tiempos de campaña; donde aparecen desde muchos lugares los aventureros del poder, seres ambiciosos en busca de un puesto, una buena foto para las redes o engrosar la hoja de vida, lo que venga primero, en lugar de tener un plan real o cumplir las ofertas realizadas entre sonrisas, abrazos y flashes.

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De esta manera, creo que es fundamental volver al silencio, huir del ruido que aturde, para desde la claridad tomar mejores decisiones. El país lo necesita. Todos queremos vivir mejor, pero es necesario que las políticas públicas nos ayuden a conseguirlo con herramientas reales. Rezar y tener optimismo no es suficiente, las autoridades deben empezar a hacerse cargo del lugar que ocupan y la responsabilidad que tienen con sus mandantes.

Finalmente, mantengo mi esperanza de días mejores y me quedo con las palabras de Thomas Carlyle: “El silencio es el elemento en el que se forman todas las cosas grandes”. Es momento de reflexionar hacia dónde vamos y hacia dónde deberíamos ir. (O)