Hace pocos días Gonzalo Ortiz escribía un bello artículo sobre la astucia de Antonio José de Sucre hace 200 años en las batallas que comandó en el proceso independentista. El joven general impresionó por su capacidad como estratega militar, pero fue además un prolífico escritor. Sus epístolas relatan los problemas y corruptelas de la época, empujando con su pasión a crear distintas maniobras diplomáticas y militares que lograron inspirar a soldados y rebeldes hacia la causa libertadora. Bolívar entristecido, tal vez mortalmente, luego del asesinato de Sucre recordaba el honor y entrega inigualable de aquel militar convertido en prócer y ejemplo de las Fuerzas Armadas de varios países americanos. ¿Qué diría hoy el Mariscal de Ayacucho sobre las cada día más deshonradas instituciones armadas de nuestro país?

Es penoso que desde hace décadas varios problemas serios de corrupción en las entrañas de las instituciones que están llamadas a defender a los ciudadanos no sean ni siquiera discutidos, mucho menos enfrentados con valentía por sus miembros y por supuesto por las autoridades y la justicia del país. La apatía e impunidad son la norma. Aumenta la decepción desde hace años: el abuso de los más de seis mil militares que participaron en la captación de dinero ilegal organizada por el notario Cabrera –incluidos altos oficiales y ministros de Defensa– hasta la libre circulación dentro del Ministerio de Defensa de Don Naza y su asesinato después de un sospechoso escabullimiento de uno de los lugares más ‘seguros’ del país. Aunque por falsos espíritus de cuerpo conocemos pocas, las vergüenzas militares son abundantes: la participación en golpes de Estado, en el 30S, su inoperancia durante septiembre del 2019 incluidas quemas de la Contraloría y de Quito o atentados a bienes estratégicos como el agua y petróleo, la compra de armamento chatarra y hasta helicópteros inservibles, el asesinato del general Gabela, las visas estadounidenses retiradas a generales, los fiascos de radares chinos o que explotan a pocos días de instalados, el etcétera de tanto que por temor ni se reporta. La inutilidad en defender la nación, de crear fronteras porosas ¿tienen su origen en ese personal militar y policial que se beneficia del narcotráfico y es parte del crimen organizado?

El Mariscal Sucre no permitió crímenes y corrupción en sus tropas ni gobiernos. Entre sus virtudes estaban la justicia, el patriotismo americano enmarcado en el honor y la lealtad. ¿Dónde están los militares honorables que siguen su ejemplo? ¿Por qué no hay denuncias de las redes de corruptos dentro de las fuerzas castrenses, del dinero que lavan y que llevan a las pirámides de delincuentes? Siendo el personal de servicio mejor remunerado y con más privilegios, ¡cómo es posible tanta complacencia!

El honor de cada persona crece con las batallas que enfrenta, con su temple para vencer corruptos en su entorno, para luchar contra la injusticia. Decía Sucre que nada es más importante que la tranquilidad interior. Ojalá se intranquilicen –¿tengan coraje?–, los honrados dentro de las instituciones policiales, militares y de justicia para que con valentía develen las mafias que corroen a sus instituciones. Actúen ya, su silencio denota no solo cobardía sino complicidad. (O)