Un impactante artículo publicado en este Diario, titulado “Los niños en Ecuador sueñan con ser capos”, nos hizo estremecer y preguntarnos ¿a dónde va el Ecuador?

La cita viene de la revelación hecha por la ministra de Educación, Alegría Crespo, quien manifestó: “Nuestros niños ahora sueñan con ser capos de la mafia y ya no astronautas”, en la ponencia presentada en el foro organizado por este Diario el 17 de julio, habiendo agregado que “las bandas se aprovechan, especialmente, de niños de escasos recursos porque les dan ‘protección’, ‘atención’ y dinero. Esto es un fenómeno silencioso, pero que está muy presente”.

Alertas que urge atender en Ecuador

Según el Ministerio de Inclusión Económica y Social, hay más de 400.000 niños en condición de vulnerabilidad, pero no se conoce cuántos pertenecen a bandas criminales.

Un estudio publicado por Yalilé Loaiza, en Infobae, el 4 de junio de 2024, revela que seis de cada diez miembros de bandas son menores de edad. “Las bandas criminales reclutan a los niños desde los 13 años, en promedio. Sin embargo, hay registro de que cada vez los cooptan más pequeños… debido al abandono estatal, los ciclos de violencia y las pocas oportunidades… los menores son mano de obra barata, no cuestionan órdenes y tienen menos probabilidades de ser detenidos… son utilizados para transportar drogas y armas en medio de las ciudades… y perciben entre USD 3.000 y USD 4.000″, lo cual los obliga a separarse de sus familias y a abandonar sus estudios. Esto es aterrador, infantes “sin Dios ni ley”, carentes de amor, disciplina e instrucción básica.

Bandas criminales reclutan a niños y adolescentes en Ecuador: pasan de ser campaneros, asaltantes hasta convertirse en sicarios

Si retrocedemos en el tiempo, observamos que este fenómeno ha venido creciendo en el país a vista y paciencia de todos, sin haber hecho algo por detenerlo. Ya diario El Comercio, el 14 de agosto de 2022, publicaba que “hogares destrozados, abandono, marginalidad y pobreza son la realidad que tienen en común los menores que son seducidos por organizaciones criminales que operan en el Ecuador”. Realidad lacerante y sin reacción de parte nuestra. Según el Ministerio del Interior –dice la fuente citada–, “es la nueva forma de reclutamiento de las bandas organizadas. Operan en zonas urbano-marginales y los cinturones de pobreza de las ciudades, en especial de la Costa… Los niños tienen algo en común: provienen de hogares destruidos, con abandono y violencia. Otros quedaron a cargo de abuelos o tíos debido a que sus padres murieron, están detenidos o emigraron…”.

De lo expuesto inferimos dos caras de una misma moneda: la deplorable situación de la mayoría de la población ecuatoriana que la obliga a migrar y, por tanto, a abandonar a sus pequeños, en unos casos; y el presente y futuro de estos sin brújula, dejados a su suerte, y otros, por causas de factores económicos, sociales y familiares, son también víctimas de los capos, cuyo mayor sueño es imitarlos para vivir rodeados de lujos y riquezas, sin medir las consecuencias de sus actos. Huérfanos de lazos familiares y de escolaridad, no hay quién les señale la ruta por la que deben seguir, siendo el ejemplo que viven lo que aspiran a ser, por la fuerza de las circunstancias: capos, cuando sean adultos. ¿Hasta cuándo somos indiferentes? (O)