Las tres economías más fuertes del mundo enfrentan grandes desafíos económicos de manera simultánea. En el horizonte se otea una gran recesión mundial. En cuyo caso se vería seriamente afectado Ecuador, que está saliendo relativamente bien librado de la pandemia y de la guerra de Ucrania, gracias al alza del petróleo y al magneto a la inversión sobre todo regional que constituye el gobierno de Guillermo Lasso.
El miércoles el Fed, el banco central de EE. UU., elevó en 0,5 de punto su tasa de interés, la mayor alza en dos décadas; seguirían otras alzas trimestrales. A su vez anunció que dejará de comprar bonos (la compra de bonos alimenta circulante a la economía) y que venderá $ 95 mil millones en bonos por mes. En conjunto, las medidas de restar liquidez y aumentar la tasa de interés conseguirían desacelerar la inflación, al momento de 8,5 %, la más alta en cuarenta años.
La otra cara de la moneda es que el freno a la inflación se logra por la caída de la demanda que conlleva la pérdida de liquidez, con lo que EE. UU. corre el riesgo de caer en recesión. El Fed tiene que calibrar su alza de tasas de manera muy precisa para lograr frenar la inflación y evitar la recesión. Pero los EE. UU. están precisamente en ese predicamento por un pobre manejo de la situación por parte del Fed, al haber abierto excesivamente la llave del crédito y no subido los intereses oportunamente.
Europa enfrenta una situación paralela a la de EE. UU., 7,5 % de inflación en la Unión Europea, y agravada por la guerra de Ucrania. Europa no acepta que, a los 77 años de la caída del nazismo, reviva en Europa la invasión de un país a otro para conquistar territorio. Por lo que Europa se apresta a castigar a Rusia negándose a comprarle hidrocarburos. Al no comprar gas a Rusia, habría escasez de energía en Europa, lo que causaría la caída de la producción. Si Rusia intensifica su acción bélica en Ucrania, como se anticipa que sucederá a partir de mañana, día de aniversario de la victoria rusa sobre el nazismo, y si Europa detiene las compras de energía, el Viejo Continente entraría en recesión.
El motor de la economía mundial es China. Pero hay causas estructurales para que su economía se enfríe: porque ya está por alcanzar a las economías desarrolladas, han estado subiendo los salarios por lo que industrias de sueldos bajos se reubican en otros países, la agresividad de la China bajo XI Jinping motivó restricciones comerciales en los
EE. UU., su gran mercado. Todo lo cual se agrava por la política de cero tolerancia al COVID-19, que significa que docenas de ciudades entran en cuarentena total, incluyendo Shanghái, y comienzan las restricciones en Pekín. El sector de servicios de estas ciudades está paralizado, los puertos cerrados, los productos no salen a sus destinos.
Los problemas logísticos en China, la fábrica del mundo, amenazan con más alzas de precios en el resto del mundo, presionando la inflación mundial al alza, con lo que las políticas de control de la inflación tendrán que ser aún más agresivas, aumentando el riesgo de recesión. El economista Nouriel Roubini, reputado agorero, pronostica el retorno de la estanflación: inflación a la vez que estancamiento, como sucedió en los setenta.
Un óptimo manejo de las tres grandes economías puede prevenir este desastre. (O)