Hubo un tiempo, no tan lejano, en que releí unas seis veces consecutivas Don Quijote de la Mancha, simplemente porque lo enseñaba en la Católica, esa experiencia dejó la novela bien firme en mi memoria y acudo a ella a menudo por el placer de abrirla al azar y saborear sus líneas. De allí tomo la mención, de cuando amigos de Alonso Quijano revisaban su biblioteca, para este rápido escrutinio de unos libros que me han hecho feliz en días recientes. Vale reconocer que el programa de publicación de autores ecuatorianos que ha llevado adelante Editorial Planeta, con sede en Bogotá, nos ha permitido acceder a valiosos escritores nacionales, siempre tan carentes de oportunidades para sacar su obra a la luz.

He escrito varias veces sobre El rincón de los justos, de Velasco Mackenzie, por tanto solo me referiré a la edición colombiana, muy bella y completa, con prólogo, plano de calles y datos accesorios de manos amigas. Me detengo más en Breve historia contemporánea del Ecuador, de Jorge Salvador Lara, que nos lega en un solo tomo un “recuento esquemático” sobre nuestro país a quien declara marcado por el heroísmo y la tragedia, reconociendo que el ecuatoriano se caracteriza “por una intensa y permanente lucha contra la adversidad”. De estilo terso y ameno, se lee con agrado. Sabemos que, pese a la declarada objetividad, los historiadores no pueden desprenderse de sus particulares ópticas sobre los hechos humanos, más cuando los tocan desde sus plataformas e ideologías. Es observable que el autor escribe desde Quito.

Ensayos en caída libre, de Leonardo Valencia, es un libro que se puede leer en cualquier orden porque reúne artículos y conferencias de variado tiempo, eso sí, con una fidelidad pasmosa a la literatura. Los dedicados a la novela valen ya sea de punto de partida o de llegada para un lector que consume habitualmente piezas de este género sin ponerse a pensar mucho sobre la alquimia que sostiene a esos preciosos árboles narrativos. Las revelaciones al respecto lo iluminarán para sacarle más provecho a su apego a las historias de largo aliento, enclavadas en edificios de palabras levantados con un albedrío creativo, trasgresor de lógicas comunes. Celebro el texto en forma de carta dirigida a un escritor para tratar sobre otro, nada menos que Vargas Llosa. Belleza, ingenio y profundidad de puro regalo.

Me quedo corta frente a estos tres libros ecuatorianos que están allí, al alcance de la mano...

Una novela corta, Bruma, de Miguel Molina Díaz, es uno de esos relatos que extienden como alfombra el mundo literario porque tiene de todo: becarios, profesores, proyecto de escritores, periodistas, editores, y la mayoría de ellos, de nombre conocido. De Quito a Barcelona paseamos por paisajes y calles en medio de oleadas de aventuras y humor. Con gran ironía se trata de los afanes de quien quiere ser escritor sin mucho talento y nula disciplina, pero a quien parece haberle “sonado la flauta” como dice el dicho sobre un asno, que la suerte entre ignaros y comerciantes también funciona en la literatura. No es verdad que todo vale para llegar, parece afirmar la novela sin decirlo expresamente, porque las falsedades tarde o temprano se descubren. Y con ganas de encubrirse, lo que declara como error bien puede llamarse delito.

Me quedo corta frente a estos tres libros ecuatorianos que están allí, al alcance de la mano y de los ojos. Bienvenidos sean. (O)