En una reciente entrevista, en la cual me preguntaron sobre la seguridad social, la cual está en una evidente crisis de proporciones mayúsculas, pude explicar los enormes problemas por los cuales esta institución está atravesando.

Con mucha madurez, el recientemente posesionado presidente del Consejo Superior (CS) de dicha institución, dijo que ya no tenía dinero para atender a los familiares de los afiliados.

Tanto el fondo de salud cuanto el de IVM están totalmente desfinanciados, y no se puede esperar más para una gran reforma.

Ante esto la periodista me preguntó: ¿Cree usted que el presidente Noboa hará los cambios? Le repliqué: ¿Por qué el presidente?

Los cambios de la seguridad social requieren de la Asamblea, la cual tiene que tramitar cambios a la legislación vigente. Requiere también la decisión del CS, el cual está integrado por un delegado del presidente, por un delegado de los empleadores, y por un delegado de los trabajadores. Adicionalmente a esto es necesario contar con el entendimiento y participación de los jubilados. Es, por lo tanto, un esfuerzo de la sociedad, no del presidente de la República.


Pero en el Ecuador seguimos con la idea de que los problemas se resuelven porque un ciudadano dotado de poderes fantásticos, llamado presidente, usa una varita mágica y todo queda resuelto. El presidente tiene cómo encontrar recursos, tiene cómo cambiar la ley, tiene cómo detener a los ladrones, tiene cómo hacer absolutamente todo.

Este es uno de los problemas más difíciles de enfrentar en el Ecuador; y que los ciudadanos entiendan que la tarea del desarrollo no es del Gobierno, sino de toda la sociedad, donde cada uno debe hacer lo que le toca hacer, y cada uno debe aportar lo que le toca aportar.

En el Ecuador, si se necesitan más recursos todos quieren que los otros los pongan, si se necesita sacrificio, que otros lo hagan, si se necesita esfuerzo, que otros lo aporten.

Este es un obstáculo más grande que una mala gestión del Gobierno. El más brillante general no puede ganar una batalla si los soldados no salen con amor y entrega a defender una causa justa.

En estas navidades no solo deseo a quienes bondadosamente leen esta columna muchas felicidades, paz y armonía, sino que anhelo que el niño que va a nacer nos recuerde que vino al mundo para el sacrificio supremo, no a pedir que otros le hagan las cosas, que los apóstoles entreguen su vida y no Él, no vino a pedir que el procurador romano resuelva los problemas, tampoco a pedirle al rey de Judea que actúe, sino a hacer las cosas Él, con un espíritu de sacrificio nunca antes visto y que jamás se repetirá.

Si este espíritu de aporte a la colectividad, de sacrificio por los demás no aflora en el Ecuador, si todos siguen esperando que la contribución la hagan los demás y no uno mismo, no habrá gestión de gobierno que sea exitosa.

Ojalá que la ciudadanía empuje al país a hacer las reformas que tanto necesitamos. Dejemos de creer en la magia y empecemos a entender nuestras realidades. Ojalá que las navidades nos traigan ese gran regalo. (O)