Según el Instituto de Estadística y Censos (INEC), 5,7 millones de ecuatorianos, equivalente al 32 % de la población, viven en la pobreza, recibiendo menos de $ 2,80 al día. De estos, 2,6 millones, el equivalente al 15 %, viven en la pobreza extrema, ganando menos de $ 1,60 diarios. Por otra parte, las estadísticas de la Unicef indican que el 27 % de los niños menores de 2 años de nuestro país sufre de desnutrición crónica, cifra que aumenta a 39 % en las poblaciones indígenas. Por su parte, el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) reporta que el 60 % de adultos mayores se halla en situación de vulnerabilidad, con alrededor de 240.000 de ellos viviendo en situación de pobreza o pobreza extrema. Estadísticas como estas pueden fácilmente multiplicarse. Son cifras devastadoras, que pintan una sociedad plagada de problemas sistémicos que han hecho de nuestra patria presa fácil para el narcotráfico y la delincuencia organizada. Una auténtica postal del infierno que nos habla de indecible sufrimiento humano, abandono, sueños rotos y gemidos que nadie escucha.

El Gobierno no es parte de ninguna trama de corrupción, afirma el ministro Francisco Jiménez

Frente Parlamentario Anticorrupción entregó nuevos aportes a investigación sobre narcopolítica, presentó tres casos en Esmeraldas y Azuay

Es manteniendo estas dolorosas cifras en mente que podemos dimensionar el nivel de bajeza inhumana y miseria sin nombre que significa saquear los fondos públicos de nuestro país. En una sociedad donde la vida y futuro de millones de necesitados dependen del buen funcionamiento del aparato estatal, las coimas, los sobreprecios y las ventas de cargos públicos son infamias que claman al cielo por justicia, de la misma manera que la sangre del justo Abel lo hizo al ser asesinado por Caín. Los corruptos quizá no les quiten la vida a sus hermanos con balas y puñales, pero lo hacen robándole al Estado los preciados recursos que necesita para socorrer a los más necesitados. Son asesinos de corbata y zapatos finos, cuyo egoísmo derrama tanta sangre como los sicariatos que vivimos a diario en nuestro pobre país.

Los corruptos quizá no les quiten la vida a sus hermanos con balas y puñales, pero lo hacen robándole al Estado...

Más nauseabundo aún es lo que a menudo viene después: el espectáculo de la impunidad y derroche de lo robado. Matrimonios de ensueño para sus hijas y autos de lujo para sus hijos. Palacetes en Samborondón o quizá Cumbayá. Pasearse por la calle conducidos por choferes, envueltos en ropa de marca y telas finas. Todo pagado con las treinta monedas de plata que recibieron a cambio de vender nuestro futuro. Y si acaso alguna causa penal se llegase a abrir en su contra, un viajecito a Miami o Europa hasta que otro escándalo nos haga olvidarnos de ellos, confiando en que somos un pueblo demasiado ignorante y embrutecido por el fútbol y la farándula como para acordarnos de que se haga justicia. Pero no olvidaremos.

¿Cuáles son las funciones de la Secretaría Anticorrupción?

El Gobierno del Encuentro llegó al poder prometiendo mano de hierro en contra de la corrupción sin precedente que infestó al Ecuador durante la década perdida. Ahora que este cáncer se ha detectado entre sus filas corresponde que actúe consecuentemente: que con fuego y furia se persiga a los culpables y que no haya respiro hasta que estén de rodillas ante la Ley. Confiamos en que así sea. La voz de millones clama al cielo por justicia. El futuro de nuestra patria depende de que sea oída. (O)