El rostro de angustia del joven trabajador de una joyería de Sauces 9 que caminaba, en un corto espacio, portando explosivos que le habían sido adheridos al cuerpo por extorsionadores, es una imagen difícil de borrar. Además, marca un nuevo mecanismo de sembrar terror en Ecuador.

El jefe de la Zona 8, William Villarroel, confirmó que es el primer caso que se presenta en Guayaquil.

Afortunadamente se desactivaron los explosivos después de tres horas, que debieron ser interminables para este hombre y su familia. Así de interminable debe ser el desvelo de las autoridades para encontrar a los responsables y evitar que esto se repita y pueda tener un final más dramático.

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A guardia al que le retiraron explosivos del cuerpo, en Sauces 9, antisociales lo retuvieron la noche del miércoles

Los habitantes de este país no podemos resignarnos a que cada día se escriba de al menos 16 casos de sicariato, como si se tratara de una historia cotidiana. El 2 de marzo pasado, un reportaje publicado por este Diario registró que hubo 945 homicidios entre el 1 de enero y el 27 de febrero de 2023 –un promedio de 16 por día–. De mantenerse ese nivel se terminará el año con casi seis mil crímenes intencionales.

No hay un lugar donde se pueda tener tranquilidad. La noche del martes, una funcionaria del IESS que iba a su casa fue asesinada; el miércoles, un hombre que cenaba en un reconocido centro comercial de la av. Samborondón murió a manos de sicarios; ayer, el joven guardia estuvo al filo de la muerte por explosivos, y antes se ha victimado a personas en hospitales, urbanizaciones, fincas, calles o parques.

Nada parece ser seguro, pero los políticos están concentrados en conflictos avalados constitucionalmente, pero que en medio de una realidad que desangra literalmente a los ecuatorianos hace obligada una reflexión: ¿dónde están las prioridades? No se trata de dejar de lado investigaciones o procesos, pero sí de atender las urgencias, de mirar a la par a los ecuatorianos que salen a trabajar con temor a no regresar a causa de una bala perdida o de la delincuencia cada vez más agresiva y cruel. (O)