Buscar poner fin a la violencia, que se libere a los presos políticos y se dé solución a las diferencias por la vía democrática y pacífica son objetivos loables que no debieran encontrar obstrucción. Ese es el objetivo de un grupo de disidentes cubanos que llama a los habitantes de su país a reclamar un cambio en paz.

El régimen comunista de Cuba considera que la convocatoria de la oposición a la ‘Marcha cívica por el cambio’, que estaba prevista para ayer, se trata de una acción ilegal, una “provocación desestabilizadora”, para la que no dio autorización.

Con ese argumento se volcó a la policía a las calles, agentes de seguridad y manifestantes en favor del oficialismo, quienes sitiaron los domicilios de los disidentes y periodistas, con gritos y consignas, asediándolos e impidiéndoles salir a las calles para manifestarse de manera pacífica.

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De acuerdo con el habitual discurso comunista, las proclamas antiimperialistas son la explicación única atribuible al descontento de una nueva generación que exige abandonar el sistema político de partido único perpetuado en el poder por más de medio siglo, que no logra arribar a mejores días aunque otras dos potencias mundiales sean su soporte ideológico.

Se acusa a los organizadores de la protesta, críticos del gobierno del presidente Miguel Díaz Canel, de ser agentes entrenados y financiados por Estados Unidos para socavar al régimen.

Esta nueva generación de cubanos va ganando valor, reconociendo que la voluntad ciudadana es capaz de fustigar preceptos amparados en un sistema jerarquizado, armado y represivo, que va perdiendo vigencia y, tarde o temprano, deberá dar paso al pleno goce de las libertades ciudadanas en la isla.

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Aunque el Gobierno cubano pudiera bloquear la manifestación, el éxito de la disidencia radica en mostrar su valentía, en resistir de manera pacífica y exponer sus argumentos mostrando a la comunidad local e internacional que el temor del régimen al poder ciudadano lo lleva a bloquear una manifestación pacífica. (O)