La meta es limitar el aumento a 2ºC la temperatura del planeta por medio de las reducciones de gases de efecto invernadero (GEI) de los países miembros de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, pero ahora que se conocen cuáles son esos compromisos la comunidad científica ha determinado que ni todos juntos serán suficientes para alcanzarla.

De Latinoamérica y el Caribe, que representan solo el 7% de las emisiones del planeta (9,6% si se incluyen las vinculadas a la deforestación y el uso del suelo), hay países que se han quedado cortos con compromisos –conocidos oficialmente como INDC– catalogados como ‘decepcionantes’ incluso siendo una región extremadamente vulnerable a los impactos del clima.

Las cuatro organizaciones no gubernamentales que desde 2009 realizan el análisis Rastreador de Acción Climática (Climate Action Tracker o CAT, en inglés) estudiaron y calificaron los planes de Brasil, Perú, Chile y Argentina.

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Los dos primeros, que para el CAT tienen mejores propuestas que Chile o Argentina, obtuvieron la calificación “media” por estar “en el extremo menos ambicioso de lo que sería una contribución justa”, en tanto que a las de Argentina y Chile les dieron una calificación de “insuficiente”, es decir, son ‘incompatibles’ con limitar el calentamiento global por debajo de 2°C. El CAT augura que, a este ritmo, la temperatura mundial excedería probablemente 3-4°C en este siglo.

Brasil, una de las dos principales economías en desarrollo, reza el informe, tiene un objetivo climático firme porque está basado en reducciones respecto de un año histórico en lugar de reducciones en relación con un escenario de emisiones proyectadas (business as usual o BaU), es decir, las que se alcanzarían al 2030 sin planes de acción ante el cambio climático.

Su objetivo es reducir las emisiones netas de GEI en el 37% por debajo de los niveles de 2005 para 2025 y en el 43% para 2030. Entre otros puntos, Brasil destaca haber bajado la tasa de deforestación en el 82% entre 2004 y 2014 en la Amazonía, tener un programa de biocombustibles que incluye cogeneración de electricidad a partir de biomasa y que hoy en día su matriz energética consiste en el 40% de energías renovables.

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En su accionar climático prevé incrementar esa cuota en el 18%. No obstante, señala el CAT, esto “todavía dará lugar a que las emisiones de energía de Brasil aumenten”.

En tanto Perú, a modo general establece planes de adaptación en cinco sectores: agua, agricultura, pesca, bosques y salud, con una meta de reducción del 20%, llegando hasta el 30% con ayuda financiera, al 2030.

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Ambos escenarios incluyen los GEI del uso de la tierra y silvicultura y tomando de referencia la línea base de este sector se proyecta que sus emisiones pasarán de 92,6 a 159 millones de toneladas métricas de carbono equivalente (MtCO2e).

Tomando en cuenta esta tasa de crecimiento y un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) que concluye que Perú está por convertirse en una de las once regiones “que tendrán mayor deforestación y degradación forestal que cualquier otro lugar del mundo en 2030”, el CAT señala que será difícil tanto el objetivo deforestación cero al 2021 como el del 20% de reducción de GEI al 2030. “Con sus tasas de deforestación actuales es difícil ver cómo Perú va a cumplir su objetivo climático, especialmente el de cero deforestación para 2021”, resalta Juan Pablo Osornio, de Ecofys, que integra el CAT.

Chile, por su parte, se ha comprometido a una reducción del 30% de intensidad de las emisiones por unidad del PIB por debajo de los niveles de 2007 para el año 2030, algo que el CAT califica como ‘inadecuado’.

El compromiso excluye al sector de uso de la tierra y silvicultura, planteamiento saludado por el CAT porque muy pocos países lo han hecho. Argentina, asimismo, prevé reducir sus emisiones de GEI, incluyendo el uso de la tierra y silvicultura, el 15% por debajo de un escenario BaU para 2030 o 16% para 2030, excluyendo el uso de tierra y silvicultura.

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La INDC argentina no precisa qué acciones implementará, pero señala que en función del apoyo y financiamiento internacional que reciba “podría extender y profundizar sus acciones en adaptación” en ejes de trabajo como conservación y restauración de bosques nativos.

Colombia, uno de los pocos que plantean metas concretas con miras a descarbonizar su desarrollo, se compromete a reducir sus GEI en el 20% respecto de las emisiones proyectadas para el año 2030, meta condicionada al apoyo internacional.

Consideraciones de cambio climático se incluirán en la planificación de sectores ejes de su economía: transporte, energía, agricultura, vivienda, salud, comercio, turismo e industria. También se prevé delimitar y proteger sus 36 complejos de páramos, aumentar en más de 2,5 millones de hectáreas la cobertura de nuevas zonas protegidas e implementará en la línea de investigación científica la formación de clústeres (grupos) de innovación.

Al igual que Ecuador, que presentó un compromiso de enfoque sectorial priorizando la agricultura y otros usos de suelo, agua, ecosistemas, energía, riesgos y fortalecimiento de capacidades, Colombia no fue considerado para el análisis CAT.

Tampoco México, primer país latinoamericano que presentó su INDC, en la que declara que espera reducir sus emisiones en el 25% en un escenario BaU y hasta en el 40% con apoyo externo al 2030. O Costa Rica, ejemplo en la región tras liderar desde 2007 acciones voluntarias de compensación por medio de la deforestación evitada.

Costa Rica ha proyectado al 2021 como el punto de inflexión en sus esfuerzos de reducción de GEI y se ha comprometido a un máximo absoluto de emisiones de 9’374.000 toneladas de CO2 al 2030, año para el que también aspira a lograr y mantener una generación eléctrica 100% renovable. Costa Rica, asimismo, está entre las pocas naciones que han priorizado proyectos concretos como el tren eléctrico interurbano, a fin de lograr una movilidad baja en emisiones. (I)

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Gigatoneladas de dióxido de carbono equivalente. De allí no deben excederse las emisiones para alcanzar la meta de los 2ºC.