Varias veces me he preguntado cómo se puede contrarrestar la fuerte censura y permanentes intentos por callar y obligar a que nos informemos de una sola fuente, que suele ser centralizada y aglutinante de poder. Ante ello, el principio liberal de que a más información mayor libertad, sigue siendo un imperativo ético para quienes creemos en la libertad de las personas a escoger la forma de informarse. Dar la batalla de las ideas no tiene que ver con censurarlas, sino con enfrentarlas, cuestionarlas y hacerlas cada vez más accesibles y masivas; de ahí que, si queremos una sociedad más activa, más cuestionante, menos “momia” de los medios, tenemos que facilitarle más información y eso va en camino contrario a la censura. Para ello, las redes digitales (de celulares e internet principalmente) son un camino mucho más fructífero, rápido y altamente eficiente, por lo que cuando se piense en modelos que promuevan las libertades ciudadanas se piense cada vez más en la masificación de los medios digitales, porque estos son más baratos, de más rápido acceso a las minorías y, sobre todo, con capacidades extraordinarias de amplificar sus efectos.

Esta semana el New York Times informó sobre el plan que tiene Estados Unidos para desarrollar redes “independientes” de acceso a internet. La idea es que cada vez sea más fácil y menos represivo el acceso a la información, sobre todo en países donde se intenta callar a disidentes, o a ciudadanos que opinan distinto a los gobiernos. Este plan es súper ambicioso, pero me llama la atención la increíble capacidad de convocar a gobiernos, diplomáticos, disidentes, ciudadanos soñadores, desarrolladores, incluso “hackers” en torno a un tema sensible en democracias cada vez más fragmentadas y débiles como las vistas en el Medio Oriente (y también en Latinoamérica).

El derecho a comunicarnos es fundamental, sin embargo, a medida que las comunicaciones se amplían, los ciudadanos se empoderan y los gobiernos se tornan intolerantes, la única medida que tienen quienes ejercen el poder es el de cortar las redes y servicios de conexión a celulares y a la internet. Por tanto, el tipo de desarrollo y solución tecnológica que se necesita es una que permita, por un lado, conectarse desde cualquier lugar, es decir no estar sujeto a una gran red que sea fácil de desconectar, por otro lado debe ser invisible, es decir que no permita que quienes gobiernan conozcan desde dónde y quiénes se conectan, y por último que tenga una lógica de células que use varios “puentes” o “terminales” sin necesidad de depender de uno en específico. Estos experimentos y primeras pruebas ya han sido financiados por el Departamento de Defensa de Estados Unidos y han adquirido cada vez más apoyo de otras naciones. Las principales inversiones tienen que ver con el desarrollo de software que promuevan el anonimato, es decir que invisibilicen a quien se conecta y desde donde lo hace, también se ha invertido fuertemente en capacitación y en la infraestructura. Al igual que la génesis de internet, que también resultó de una iniciativa para resolver problemas militares, estas denominadas redes de liberalización nacen de esas situaciones de alta represión y guerra pero que buscan permear todo tipo de sociedades que por distintas razones tienen líderes y gobiernos tendientes a controlar y censurar la información. De ahí que el llamado sea a más conexiones, más inversión en infraestructura descentralizada y a usar con todo su potencial las redes digitales.