El triunfo de Barcelona en La Plata en el marco de la disputa de la Copa Libertadores trajo enorme alegría a la mayor parcialidad futbolera del país y revivió el recuerdo de aquella jornada memorable del 29 de abril de 1971 cuando el equipo más popular del Ecuador venció a Estudiantes de La Plata en el hasta entonces invicto estadio platense.

La memoria de este suceso al que se conoció desde entonces como La Hazaña de La Plata y el hecho de que Barcelona marche puntero en su grupo con dos victorias –la primera ante el actual campeón de la Copa, Atlético Nacional– hace que el grado de euforia se eleve al punto de enturbiar el sentido de las proporciones.

Se ha hablado de que el martes pasado se ha repetido la historia, poniendo a la victoria de ese día al mismo nivel que la de 1971. No es así. El salir airoso el equipo mostrando calidad y actitud es loable y sus integrantes merecen la gratitud de la afición. Pero La Hazaña de La Plata es un suceso que está en la leyenda. Aquel Estudiantes del Bambi Flores, Pagnanini, Aguirre Suárez, Togneri, Pachamé y Juan Ramón La Bruja Verón había sido campeón de la Libertadores en las tres últimas ediciones (1968, 1969 y 1970) y había conquistado la Copa Intercontinental venciendo al Manchester United de Bobby Charlton, Nobby Stiles y George Best. Barcelona había perdido una semana antes en el estadio Modelo por 0-1 y el periodismo argentino había calificado al ídolo del Astillero como “un equipo de tercera categoría”. “Mozo, sirva otra Copa” había titulado la revista El Gráfico un artículo para significar que el encuentro era de mero trámite.

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Aquel Barcelona tenía jugadores que hoy son parte del mito popular. No sabemos si los de hoy alcanzarán algún día la admiración que el pueblo siente por Phoyú, Walter Cárdenas, Vicente Lecaro, Edison Saldivia, Luciano Macías, Pepe Páes, Jorge Bolaños, Miguel Coronel, Wacho Muñoz y el universalmente famoso Alberto Spencer. Y para magnificar la hazaña en el partido de semifinales de la Copa el gol de la victoria fue marcado por un sacerdote vasco: Juan Manuel Barzurko.

La épica jornada de 1971 fue cantada –y va a seguir siéndolo– por poetas, juglares y músicos. Una inmensa muchedumbre fue a recibir a los actores oro y grana al son de una música pegajosa creada para ese fin en el que se repetía la narración del maestro Ecuador Martínez y el comentario de Arístides Castro, que culminaba con un grito que se hizo bandera: “¡Benditos sean los botines del padre Bazurko”.

La historia no se repite. Lo que se ha repetido es el triunfo, pero entre ambos –muy meritorios, por cierto– hay diferencias como las que hemos anotado.

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Javier Velásquez Villacís está siempre muy activo en Facebook con opiniones certeras. Una de ellas tiene también una refutación de un comentario aparecido en la página oficial de Barcelona S.C. “Hoy este triunfo, va dedicado a todo el plantel, que fue parte de La Hazaña de la Plata de 1971. Ellos marcaron el inicio del Ídolo del (aparece una bandera del Ecuador)”, dice un comentario puesto a las 23.12 del 11 de abril. Velásquez sale en defensa de la verdad histórica 22 minutos después y aclara: “Está bien que le dediquen el triunfo a los que ganaron en el 71 en La Plata. La idolatría, el ser ídolo nació luego del triunfo ante el Millonarios de Colombia, algo que ya se venía cocinando en los duelos entre el pobre y el rico, el cholo y el extranjero, me refiero allá por el año 43 cuando se le ganaba al Emelec. No es ídolo del Ecuador Barcelona desde el año 71, ya lo era!”.

¿Cuál es esa verdad histórica? ¿Desde cuándo Barcelona se convirtió en ídolo de la ciudad y luego del país entero? Lo hemos escrito muchas veces en EL UNIVERSO y lo hemos comentado en especiales multimedia. La historia empezó en 1946 cuando llegaron al plantel torero Sigifredo Chuchuca, Juan Benítez y Fausto Montalván. Ya estaba desde 1942 José Jiménez. A fines de 1946 Federico Muñoz Medina, presidente del club y centro medio hasta 1945, junto a su hermano Jorge, entrenador del plantel, pidieron a Montalván, que había llegado procedente del famoso equipito de ‘Los Cadetes’ del Panamá Sporting Club, que convenciera a sus excompañeros que firmaran por Barcelona luego de un conflicto que habían tenido con el presidente panamito Dantón Marriott Elizalde.

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En gran ascendiente que Montalván tenía entre los noveles jugadores hizo que a fines de noviembre de 1946 pasaran a Barcelona jovencitos que eran ya cracks indiscutibles como Enrique Romo, Jorge Cantos, Enrique Cantos, José Pelusa Vargas, Galo Solís, Héctor Ricaurte, Luis Ordoñez, Manuel Nivela, Nelson Lara, Manuel Valle y otras figuritas destacadas. Con ellos, más Guido Andrade que llegó de Milagro, el modesto Barcelona se engrandeció y empezó a disputarle el favor popular a Norteamérica y fabricar la rivalidad con Emelec, el equipo al que todos querían derrotar.

En 1948 los hasta entonces ‘hermanos de barrio’ se tornaron en acérrimos rivales y fue de allí que nació el Clásico del Astillero, denominación nacida en las páginas de EL UNIVERSO en septiembre de ese año. En octubre de 1948 hizo su arribo el Boca Juniors de Cali. El 8 de ese mes empató a 4 goles con Panamá, al que se habían incorporado otros juveniles después del desangre de finales de 1946, y en el que ya destacaban Enrique Flores, Federico Valdivieso, Marcos Spencer, Gerardo Layedra, Homero Cruz e Isidro Matute. El 9 los del Boca vencieron a 9 de Octubre por 5 a 0. Otra vez Barcelona era el encargado de reivindicar al balompié guayaquileño. El 13 de octubre, ante 12 mil personas, Barcelona derrotó a Boca Juniors de Cali 2-0.

¿Cuándo fue la primera vez que se habló de Barcelona como equipo ídolo? Un fragmento del comentario de ese partido publicado el 14 de octubre decía: “12.000 espectadores se llegaron hasta las graderías del Capwell para constatar dos cosas: la capacidad real del Boca Juniors de Cali y saborear un triunfo más del equipo ídolo de la ciudad, el Barcelona”.

Estaba sucediendo aquel fenómeno que marcaría la huella más profunda en el fútbol ecuatoriano a través de los tiempos: Barcelona, el humilde equipo que había nacido en un portal del barrio del Astillero, era ahora el ídolo de Guayaquil. Luego vinieron los Clásicos del Torneo del Pacífico en 1949 y la gran victoria de Barcelona ante Millonarios de Bogotá. Esta última gran performance consolidó la idolatría. En 1950 el ídolo se consagraba campeón del último torneo amateur.

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No fue en 1971 que Barcelona arribó a la idolatría. Tampoco en 1990 cuando llegó por primera vez a la final de la Libertadores como gritaba un obsecuente adulador. La idolatría de Barcelona, dueño del corazón de la mayoría del pueblo ecuatoriano, nació hace casi 70 años. (O)

Barcelona había perdido una semana antes en el estadio Modelo por 0-1 y el periodismo argentino había calificado al ídolo del Astillero como “un equipo de tercera categoría”.