A mediados del 2019 recibí una invitación del asambleísta Sebastián Palacios para concurrir a una reunión donde se iba a tratar un proyecto de la nueva Ley del Deporte. La invitación, muy amable, reconocía mi combate periodístico contra la ley actual como instrumento de politización del deporte y tenía una advertencia: debía ser muy puntual y concurrir a la sede de la Asamblea en Quito a las 8 de la mañana. Ni un minuto más.