Me llevaron a la cancha por primera vez en 1963; era chico, juntaba tapitas de Coca Cola, miraba la multitud y un poco cómo corrían los de rojo. En el ‘66 empecé a ir seguido y entender bien el juego. Nunca, desde entonces, vi a la Argentina jugar como el domingo ante Uruguay. El 3-0 es anecdótico, pudo ser 5 a 1 ó 6 a 2. Con el plus de que fue por Eliminatoria (nivel de exigencia máxima) y ante los Celestes, rivales siempre fuertes y enconados. Fue un partido sublime de la Albiceleste por personalidad, preciosismo, velocidad, intensidad, colectivismo y contundencia, aunque esos tres goles sonaron a poco. La calidad del juego, la copiosa sucesión de pases milimétricos y en velocidad, el armonioso movimiento general, las figuras individuales como Messi (una vez más…), De Paul, el zaguero Romero, el arquero Martínez, lo tornan ya el mejor espectáculo de esta Eliminatoria. Y de muchas. Generalmente no se juega bien o lindo en esta competición, hay más ardor y tensión que belleza, el domingo se dio todo junto.