Era una prueba de fuego: jugar de visita ante el mejor equipo del mundo, ganador del quintuplete: Premier League, Copa Inglesa, Champions, Supercopa de Europa y Mundial de Clubes. Todo eso es este Manchester City de Pep Guardiola, además de su juego abrumador. Enfrente, un titubeante Chelsea decimoprimero en las posiciones con diez derrotas en 24 presentaciones. No pintaba difícil sino mucho más que eso: terrible, intimidante. Pero también una extraordinaria oportunidad para el Chelsea de dar un golpe de autoridad. Una ocasión magnífica para Mauricio Pochettino de mostrar por qué lo contratan los grandes clubes europeos, aunque siempre se duda de él. Y, sobre todo, una excelente circunstancia para Moisés Caicedo de demostrar si no da la talla como afirman los medios ingleses o si es un fenómeno como lo promocionan algunos medios virtuales y tuiteros ecuatorianos.

¿Quién miente sobre Moisés Caicedo…?

Terminaron 1-1. Decepción en el City porque lo consideraban un partido ganable y porque se ponían a 2 puntos del líder Liverpool teniendo un partido menos. También porque no jugó con el brillo de otras jornadas. Pero su mal sabor de boca se debe mucho más a mérito del Chelsea que a sus propios defectos, que fueron varios. Chelsea le planteó un partido cerradísimo, con harta gente y mucha marca en el medio, bien agrupado atrás, en un claro planteo conservador. En ese contexto, pese al dominio abrumador del cuadro ciudadano, el más peligroso fue el visitante, que encontraba espacios para los pases profundos de Cole, los desbordes de Gallagher y las apariciones veloces de Jackson y Sterling. Estos encontraban espacios y, dado que son dos flechas, generaban pánico en la última línea celeste. El senegalés Nicolas Jackson tuvo dos mano a mano con el arquero Ederson y definió mal, se abatató con la pelota y permitió que el brasileño lo redujera. En cambio, Sterling, la que tuvo, la definió magníficamente, hizo pasar de largo a Kyle Walker, y la colocó combada al segundo palo. Contra toda previsión, Chelsea se fue al descanso con la victoria parcial 1-0. Y con justicia.

Cada vez hay menos buenos

Esos primeros 45 minutos fueron propicios para Moisés Caicedo. Jugando delante de la línea de cuatro, parapetado, sin cruzar nunca la media cancha, hizo de barredora por detrás de Palmer, Gallagher y Sterling. Nada especialmente destacable, con una infinidad de toques cortos hacia atrás para mantener la posesión del balón cuando lo apretaban, sacándose el esférico de encima, pero eficiente en lo que seguramente le pidió el entrenador: tratar de romper juego adversario. Fue obediente desde lo táctico, hizo un quite limpio al puntero Doku y dos faltas fuertes: la primera al mismo Doku, con una plancha (el árbitro fue un tanto indulgente con él) y luego una pierna dura desde atrás a De Bruyne para anticiparlo. Esta sí le costó la tarjeta amarilla, al minuto 34. Ahí perdió predicamento, como es lógico, porque jugador amonestado afloja la pierna. Pero supo controlarse y llegar hasta el final, aunque estuvo al borde del precipicio dos veces en el comienzo mismo de la segunda etapa. A los 45 minutos y 49 segundos casi hace penal en un desborde de Doku e inmediatamente concedió un tiro libre casi en la línea del área por una entrada muy riesgosa contra Rodri. Otro técnico lo hubiera reemplazado ahí mismo, porque parecía cantado que lo expulsarían, sin embargo Pochettino confió en él y lo dejó hasta caer el telón.

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Como está jugando, le sobra una mitad del campo: la de enfrente. Casi nunca cruza la zona central y su tarea es exclusivamente defensiva, más bien oscura, anónima. En esta función es casi imposible que luzca, que marque un gol o dé una asistencia. Incluso que inicie una maniobra de ataque. Hace de peón, de rueda de auxilio. En este choque en especial era todavía más difícil aventurarse ofensivamente, el City tuvo una posesión del 70,5%, forzó 12 córneres contra uno del Chelsea y remató 31 veces frente a 9 del cuadro londinense. Demasiado dominio rival.

Muy improbable que sea figura de un partido y mucho menos que “enamore” o que “se trague la cancha” como exageran algunos medios ecuatorianos. Sí le sirve al técnico su despliegue para la recuperación. No es que Caicedo sea un gran robador de balones, pero sí un pescador de rebotes y pelotas sueltas. Y apenas recibe, entrega, y pese a que siempre es hacia atrás, no se complica, hace la simple. Ante el City tenía todo para perder ante Rodri, por muy lejos el mejor centrocampista del mundo, pero no decepcionó. En una tarea gris, aprobó: 6. Por el resultado y porque colaboró positivamente con el objetivo del equipo. El Daily Mail también le dio un 6, aunque con un comentario reprobatorio: “Parecía clavado para ver la tarjeta roja durante la mayor parte de la noche. Interrumpió el juego en una actuación desagradable”, publicó.

No se trata de caerle con la crítica, pero para ser un jugador de 146 millones de dólares, uno le pide algo más, por ejemplo, lo de Rodri, un 5 de clase, con anticipo, marca, toque delicioso de bola, maravillosa distribución de juego, inicio de acciones prometedoras y, con bastante frecuencia, gol. El periodista no está para ayudar a vender jugadores ni para endulzar oídos sino para decir lo que se ve con objetividad, con criterio.

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Las figuras del once azul fueron Disasi, el gigante zaguero centro francés, muy compenetrado y comprometido, sacó todo; Malo Gusto, lateral derecho que anuló al siempre cimbreante Doku; Chilwell, expeditivo en la banda izquierda; Sterling, por el gol; Gallagher, por la prodigalidad; Palmer, por su fina pierna izquierda y Enzo Fernández, acertado desdoblándose en marca y creación.

El punto no le sirve en la tabla porque sigue muy lejos de posiciones europeas, a 12 puntos del Tottenham, pese a que este perdió. La próxima temporada deberá ceñirse otra vez al ámbito inglés solamente. Pero le cae de perlas para afrontar la final de la Copa de la Liga frente al Liverpool, que tendrá lugar en Londres el domingo próximo. Aún sin ganar, sale reforzado el Chelsea de Manchester. Esa será la primera final de Moisés Caicedo en Inglaterra. Y ojalá sea el héroe de Wembley. (O)