En 1994 mi inolvidable amigo y colega Carlos Ayala Roca me prestó un libro cuya lectura me causó un impacto intelectual que aún me dura. Su título era El conocimiento inútil y había sido publicado en 1988 por el filósofo, escritor y periodista francés Jean Francois Revel.

Décadas después de la aparición del libro, las tesis de Revel conservan una asombrosa vigencia en un mundo de fakes news y posverdad. En este punto he recordado también una definición de posverdad, enunciada por Fausto Segovia Baus: “Un neologismo que significa ‘mentira emotiva’, que intenta crear y modelar la opinión pública, donde los hechos objetivos tienen poca trascendencia ante las emociones y creencias personales”.

Agrega: “En otros términos, la posverdad se consolida cuando las ‘percepciones’ sobre la verdad tienen más impacto que la misma verdad. Por eso se habla de ‘mentiras piadosas’, o falsedades con ropajes de verdades encubiertas, en las cuales la manipulación y la propaganda son caldo de cultivo de proyectos políticos”.

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Vuelvo a Revel. El libro empieza por un pensamiento estremecedor por su permanente actualidad: “La primera de todas las fuerzas que gobiernan al mundo es la mentira”. Resulta asombrosa la validez de este mensaje que pone de relieve la manera como los intereses políticos e ideológicos enturbian la verdad; cómo desde las esferas del poder –cualquiera que sea su naturaleza– se tergiversan los hechos para confundir sistemáticamente a la opinión pública.

El Comité Olímpico Ecuatoriano (COE), presidido por Jorge Delgado Panchana, convocó a las federaciones ecuatorianas por deporte a una reunión para tratar sobre el recorte a las rentas de todos los organismos del sistema deportivo nacional por parte del Ministerio del Deporte, cartera que ocupa Sebastián Palacios (un expracticante de bicicrós, nombrado para el cargo por el gobierno de Guillermo Lasso no por sus antecedentes de deportista, sino por ser un político activo que, además, era apadrinado por un influyente asesor que ahora ocupa un ministerio). La reunión del COE estaba citada para las 10:00. Palacios, político en fin, se apresuró a citar a las mismas federaciones a una reunión para el mismo día, pero a las 09:00. Algunas travesuras había aprendido como asambleísta por Pichincha por el movimiento SUMA, que lideraba el exalcalde de Quito Mauricio Rodas.

La reunión gestada por el ministro para boicotear al COE fracasó porque las federaciones acudieron al llamado del organismo olímpico y demostraron cómo el ministerio había metido tijera a sus presupuestos y hasta el último viernes no había entregado un solo centavo para el Programa Operativo Anual (POA) a los organismos deportivos. Pillado in fraganti en su maniobra de amputar los presupuestos, Palacios emprendió un maratón por los medios radiales y televisivos para argumentar que la acusación de siniestro podador era injusta. Lo hizo con la cháchara insufrible de los políticos y los tecnócratas, pero, con documentos en mano, fue refutado por el COE.

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No quedó Palacios en los endebles argumentos para destruir una verdad demostrable matemáticamente, sino que acudió a una acusación tragicómica: “El COE y las federaciones se han sumado a la campaña para desestabilizar al Gobierno”. Si con esa hilarante reflexión –que quedará en la antología nacional del disparate–, que ha sonado más a adulo que a denuncia, pensaba apuntalar a un gobierno vacilante, se equivocó rotundamente. Son los ministros y funcionarios como Palacios los que han conducido al régimen a esta situación tambaleante.

El presidente Lasso afronta hoy muy serios problemas y necesita pensar mucho cómo vadear las correntadas golpistas que se avecinan. No tiene tiempo para pensar en el deporte (en realidad tampoco lo ha tenido en tiempos de paz) y solo esta circunstancia hace que no haya tomado una decisión radical para limpiar esa fuente de conflictos que ha sido el Ministerio del Deporte, desde que asumió el militante político de SUMA Sebastián Palacios. Aparte de su desvarío de poner a Jorge Delgado al lado de Leonidas Iza y Virgilio Saquisela en las maniobras destituyentes, cometió un pecado mayúsculo que puso de relieve su desconocimiento total de cómo se maneja el deporte: pidió a la Organización Deportiva Bolivariana (Odebo) lo deje a él, todopoderoso ministro, organizar los Juegos Bolivarianos 2025. Otro disparate para la antología. No se tomó ni un minuto para leer los estatutos de Odebo y advertir que estos Juegos solo pueden ser organizados por los comités olímpicos nacionales. Otro argumento para echarlo, si el presidente Lasso se preocupara del deporte un minuto cada día.

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Los Bolivarianos 2025 se han convertido en fuente de arduas discusiones. Sería oportuno que autoridades del sector público (incluido el ministro, antes de que vuelva a caerse de la bicicleta) y de las entidades deportivas se pregunten ¿es oportuno que Guayaquil lleve a cabo estos Juegos? ¿Son los Bolivarianos necesarios para el progreso deportivo de Guayaquil y del país? Las respuestas dependen del interés que prime en el análisis. Soy un hombre del deporte y estoy en él desde hace 68 años ininterrumpidos. Soy partidario de los Bolivarianos; fui parte del comité organizador de los de 1965 en Guayaquil como secretario del Departamento Técnico que presidía Alberto Vallarino, con quien, además, fui delegado al congresillo de natación y secretario del mismo.

He concurrido a muchos Juegos y estoy convencido de su utilidad como punto de partida del ciclo olímpico. Lo cuento por si alguien fuera a acusarme de enemigo del deporte. He revisado todos los documentos relacionados con este asunto y llego a la conclusión de que el principal responsable de este embrollo es el presidente de Odebo, el colombiano Baltazar Medina, quien aceptó que fuera el presidente de la Federación Deportiva del Guayas –que no tiene nada que ver con el COE– quien presentara el dosier solicitando para Guayaquil la sede de los Juegos 2025. Y lo aceptó, pese a que el pedido estaba “flojo de papeles”, pues no existía al aval del Gobierno ni de la Alcaldía.

El presupuesto para este certamen fue elaborado por el ministro Palacios y Roberto Ibáñez y alcanzaba la cifra de $ 24 millones, a todas luces insuficiente para unos Juegos a los que concurrirán más de 4.000 personas, en una ciudad que no cuenta con escenarios reglamentarios, apenas unos escombros pintados por fuera. El COE hizo que expertos extranjeros evaluaran los gastos necesarios y su dictamen fue que los Juegos costarán más de $ 50 millones. El ministro dice que se conseguirán los fondos, pero, mientras tanto, recorta los presupuestos de las federaciones que serán las que preparen a nuestros deportistas.

¿Y la seguridad? La FEF renunció a la sede de la Copa América 2024 por dos razones: falta de fondos para un torneo al que acudirán 600 futbolistas y falta de seguridad. Nadie en el periodismo reclamó por este desistimiento. Para los Bolivarianos deberá garantizarse la seguridad de más de 4.000 personas por 20 días en Guayaquil, ciudad que está en el lugar número 24 entre las más violentas del mundo. ¿Estamos preparados para ello? (O)

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