Duro, durísimo, un golpe de nocaut completamente inesperado porque el optimismo era tan grande como la ilusión, que son tópicos diferentes. La seguridad de la victoria era casi total. Por eso volvió a ir una multitud de peruanos a acompañar en Doha a la camiseta querida. “Si no le ganamos a Australia, directamente no merecemos ir al Mundial”, sostuvieron muchos, minimizando el potencial de Australia a niveles ínfimos, ya traspasando la raya del triunfalismo. Quizás recordaban el 2-0 logrado en Rusia, pero pasaron cuatro años y esta selección color mostaza es otra muy diferente a la de 2018; muy pocos futbolistas quedan de entonces, también la dirige otro técnico. El Gobierno peruano había decretado feriado nacional para dar rienda suelta a la fiesta. Perú estaba ad portas de una segunda clasificación consecutiva. La realidad, muy amarga, indica que Australia está en el Mundial y Perú se vuelve a casa. Nadie lo imaginó siquiera.