Con un austero funeral como fue su voluntad. Con el cuerpo en un sencillo ataúd de madera, sin coros ni música de órganos, el papa Francisco fue sepultado hace unas horas en Roma. Su huella queda indeleble en la historia del cristianismo por su calidez espiritual, su sencillez y su palabra con la que predicó por los pobres, la familia y la inclusión. Sus encíclicas, ensayos, sermones y entrevistas son un himno al amor entre los seres humanos y la paz universal.