¿Cuántas medallas olímpicas, mundiales, panamericanas, sudamericanas y bolivarianas han cosechando los marchistas ecuatorianos desde la fulgurante aparición de Jefferson Pérez (en 1992, cuando fue campeón mundial juvenil en Seúl), nuestro héroe deportivo que asombró al planeta en los Juegos Olímpicos en Atlanta 1996 al conseguir en 20 kilómetros la presea de oro, primera en la historia del deporte de nuestro país?

A los noveleros e incautos del “periodismo moderno” vale restregarles (como a los gatos) que esta es una “generación dorada”, triunfadora en calles y pistas de todo el planeta, sin la publicidad alucinante y mentirosa de nuestros futbolistas, a los que han pegado ese nombre comercial en un intento de imponer una marca sobre un producto modesto, sin calidad y de apenas unas cuantas figuras.

Durante la presentación de París 1924. Libro del centenario, en el Comité Olímpico Ecuatoriano, tuve una segunda charla con Jefferson Pérez. Con su sencillez natural, que no es una pose para venderse mejor, se acercó para honrarme con un pedido: que le autografiara la obra de mi autoría. ¡Él, un deportista repleto de gloria y sujeto de admiración universal, era capaz de un homenaje de tal dimensión a un periodista que cumplía 60 años de ejercicio profesional y presentando uno de sus libros!

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Cuánta diferencia con nuestros arrogantes, indisciplinados y engreídos futbolistas, a los que un periodismo que se humilla tiene que solicitar audiencia al empresario que le maneja las cuentas, al jefe de relaciones públicas y, en alguno que otro caso, pasar por un entramado de guardaespaldas.

Cuenca es la ciudad fértil de donde brotan nuestros astros desde que Luis Chocho, tan sencillo como sus pupilos, sembró la semilla de la que han brotado nuestros campeones de la marcha, como Jefferson Pérez, Daniel Pintado, Andrés Chocho (hijo de Luis y entrenador de Pintado), Claudio Villanueva, Miriam Ramón y Johana Ordóñez (Glenda Morejón es ibarreña y Daniel Hurtado quiteño, pero son parte de la tropa de marchistas de éxito).

En el 2021, el gran formador falleció víctima del COVID-19, pero la tarea que inició él con dirigentes de valía —como Ernesto Cañizares, Galo Cabrera y, más cerca en el tiempo, Edwin Loyola, quien, pese a la persecución que contra el deporte de su provincia ejerció una exsecretaria del Deporte, continuó el trabajo de sus antecesores— arroja resultados que están a la vista: Daniel Pintado es campeón olímpico, y David Hurtado, entre los mejores del mundo (puesto 15). Y aún faltan otras competencias de marcha y hay grandes posibilidades de más preseas olímpicas.

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Queda para la anécdota que la marcha como especialidad en Ecuador nació en Guayaquil en 1973, bajo el auspicio de EL UNIVERSO. Fue en nuestras calles donde se exhibieron los primeros marchistas en una competencia organizada de manera excelente por nuestro compañero de redacción en esos tiempos Alberto Sánchez Varas (+). La gente se mostraba extrañada en las aceras por ese caminar de bailarines que exhibían los atletas. Hoy que Guayaquil es una ciudad con un deporte difunto, bien vale recordar a Alberto, nuestro gran amigo, como el precursor de la especialidad.

Es inevitable, después del alegrón que nos regalara Daniel Pintado, tocar brevemente el tema Selección. La Federación Ecuatoriana de Fútbol, luego de buscar en lujosas vitrinas (caso Marcelo Gallardo) un entrenador, tuvo que recalar en uno de la Bahía, Sebastián Beccacece, quien se hace notar más por sus correteaderas al filo del césped ondeando su melena rubia que por sus éxitos deportivos: apenas una modesta Copa Sudamericana con Defensa y Justicia, un equipo argentino de mitad de la tabla.

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Su récord muestra sonoros fracasos con Universidad de Chile (dejó el club tras conseguir bajo su gestión uno de los más bajos rendimientos en la historia de la ‘U’ por irregular idea de juego, polémicas, problemas judiciales e indisciplinas), Independiente de Avellaneda y Racing . ¿Saben nuestros aficionados cuál fue el último club que dirigió?: el Elche, de la segunda división española. Le dijeron “Gracias” al no conseguir el ascenso.

En el Mundial 2018, Beccacece fue ayudante de Jorge Sampaoli en Argentina. En los días previos a esa desastrosa participación se produjo un conflicto con Lionel Messi que el diario Clarín, de Buenos Aires, se encargó de difundir hace poco. Argentina estuvo concentrada unos días en Mánchester para preparar, en las instalaciones del City, amistosos contra Italia y España.

Antes del juego contra los italianos, Beccacece se dirigió a Messi durante un entrenamiento para hacerle una corrección. “Leo, así no. Te conviene enganchar para otro lado”, le dijo mientras le tocaba en el hombro. Según Clarín, el gesto, más que la instrucción, enfadó a Messi, que pidió a Sampaoli que algo así no se volviera a repetir.

El silencio del técnico hizo reflotar los rumores de que a Messi no le gustó nada que Beccacece se animara a darle indicaciones para corregir su juego. “Pasaron cosas, pero prefiero que se queden en la intimidad. Se las comenté a Jorge (Sampaoli) y prefiero que queden ahí”, fue la respuesta a esta versión por parte del flamante técnico fichado por la FEF, quien fue eyectado de Argentina junto con su mentor, lo que fue el antecedente de la nominación por la AFA de Lionel Scaloni, analista de rivales de Sampaoli. Los resultados de la decisión los conocemos todos.

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Mientras festejábamos la impresionante arremetida de Daniel Pintado en los últimos metros y se encendía el fervor de todos los compatriotas ante la perspectiva de la medalla de oro olímpica en París, el periodismo deportivo auténtico se entristecía con una nota luctuosa: el deceso de nuestro colega y amigo Alfonso Chiriboga Triviño, una de las mejores voces de la narración deportiva en la época de oro de la CRE.

Rafael Guerrero Valenzuela logró reunir a los mejores de la época: Alfonso Chiriboga, Ruddy Ortiz, Petronio Salazar y Pepe Murillo. Y no era lo único. En la cabina para los comentarios y notas del borde de campo estaban Ricardo Chacón, Arístides Castro, Manuel Kun, Walter Espinel y José María Tucho Guerrero (inolvidable aquel ‘¡Cómo la viste, Tucho’!).

Alfonso Chiriboga dejó una huella imborrable. Era un hombre de cultura, actor de teatro, gran lector. Fue un placer charlar largo con él de literatura, temas sociales y política. Si de huellas hablamos, ha quedado para la eternidad su apasionado relato de aquel gol de chilena de Víctor Ephanor en el estadio 9 de Mayo, de Machala, que abrió el camino para la corona torera de 1980.

Qué diferencia con lo que vemos y oímos hoy: voces chillonas no aptas para micrófonos, pésima dicción, falta de ingenio y tendencia a exagerar los elogios. De ese equipazo de CRE nos queda el gran Ruddy Ortiz Iriarte, “el relator con arte”; y, entre los nuevos, una voz destaca por su sonoridad, potencia, dicción perfecta y conocimiento del juego. Es Pedro Barzola Gómez, quien, afortunada casualidad, es milagreño como el maestro Ecuador Martínez. Lo he escuchado dando noticias políticas y deportivas, entrevistando y narrando fútbol. Una alternativa para otras voces ya desgastadas que pronuncian horrible y desnaturalizan el idioma. (O)