Moisés Caicedo es el autor de apenas dos asistencias en 55 partidos en la Premier League, pero existe la convicción infundada de que en la Selección la función de este mediocampista debe ser la de abastecedor. Aunque es una rareza que dispare al arco contrario, terceros le justifican que no anote goles en la Tricolor porque es “un dorado gorrión encerrado en una jaula táctica” por el entrenador de turno, se esgrime con almibarada cursilería. Sin embargo, en 37 presencias en el combinado nacional Caicedo solo acumula tres tantos (según el portal especializado Transfermarkt).

Y se confía, en vano, en que Caicedo se involucre decisivamente en la generación de fútbol de Ecuador, aunque casi nunca hace un pase dirigido hacia adelante (en lo que va de la temporada, en Inglaterra no registra habilitaciones que hayan finalizado en gol del Chelsea).

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No obstante las carencias mencionadas, Caicedo se ha convertido en el nuevo tótem sagrado de un amplio sector del periodismo deportivo nacional y para muchos malhumorados usuarios de redes sociales. El grado de extraña veneración es desmesurado. Absurdo. No se equivoca nunca. Siempre es figura. Incluso, ven en el juego de Caicedo condiciones técnicas que este no tiene. En estos tiempos de intransigencia, para los incondicionales feligreses del apodado Niño Moi quien ose emitir el más mínimo reproche en su contra es un energúmeno, o peor: un apátrida.

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No es un genio

Hay varios factores distorsionadores que explican por qué los enardecidos parroquianos de Caicedo le han otorgado la condición de incuestionable, de intocable -hoy no se lo puede tocar ni con el pétalo de una rosa-. Por ejemplo, por un nacionalismo mal entendido se confunde a todo futbolista ecuatoriano que juega en el extranjero con un sacro símbolo patrio (Himno Nacional, Bandera y Escudo Nacional), con las posturas reverenciales del caso. Y además, se asume erróneamente que Caicedo es un genio porque -por incomprensibles razones de mercado- su transferencia es la más cara de la historia del balompié de Gran Bretaña. Un honor para Ecuador, pero Caicedo es simplemente un buen jugador, no un genio del fútbol. Genio, Lionel Messi.

Ecuador fue por un puntito a Venezuela

En Maturín, en el horrible partido eliminatorio que la Selección igualó con Venezuela (0-0) el jueves anterior, por su discreto y apático desempeño Caicedo se transformó en el Hombre Invisible, como el recordado personaje de la célebre novela del británico H. G. Wells. Estuvo desaparecido.

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Frente a la Vinotinto, más allá de un algún tímido intento de comprometerse con acciones ofensivas mal estructuradas y mal resueltas, Caicedo deambuló por el terreno. ¿Un par de intervenciones banales y fue “la figura que sostuvo el empate”? No basta con desperezarse repentinamente y dar tan poco en 90 minutos. No se deben aceptar las episódicas conexiones útiles de Caicedo con la Selección. Cada toque de balón no reportó ningún beneficio, aunque luego los que analizaron el accionar del volante hablaron de él con un frenesí parecido al que emplean los miembros de la Iglesia Maradoniana.

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Una pésima costumbre

Caicedo no es un generador de juego, no se distingue por distribuir pases gol o por hacer progresiones cuando tiene el balón. Tampoco es frecuente que ejecute disparos de media o larga distancia. No tiene gol. No es un mediocampista cerebral. No es, por ejemplo, Álex Aguinaga, quien reunía todos esos atributos, más una endiablada gambeta que desarmaba a sus celadores -en su camiseta el crack imbabureño debió lucir los número 5-8-10 al mismo tiempo, porque era asombrosamente completo. Aguinaga sí hacía de todo y con maestría-.

Hay que dejar de encender fuegos artificiales por cualquier minucia que realiza Caicedo en la Tricolor. Eso es irresponsable, es mentir. Su función básica es la de un volante de corte (de esos que abundaban en las alineaciones de Gustavo Alfaro y que hoy también sobran en las de Félix Sánchez Bas). Es decir, robar balones, obstruir los intentos de creación de los mediocampistas rivales y entregarle la pelota que recuperó a un compañero que realmente sepa qué hacer con ella. ¿Se le debe pedir más? Sí. Algo más debe hacer y dar Caicedo.

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Pero para que Caicedo alcance relevancia en la Tricolor obligatoriamente debe corregir una faceta de su juego. Se trata de cambiar una pésima costumbre. Su gran defecto es que la enorme mayoría de sus pases son inservibles porque los da hacia atrás o a los costados (lo hace en una sucesión interminable, muchas veces desesperante: atrás o a los costados. Y nuevamente: atrás o a los costados). Milita en la exigente Premier League de Inglaterra, pero todavía aprende cosas del puesto en que juega. Aunque ya Caicedo tiene 22 años.

‘El Hombre Invisible’

Estadísticas engañosas establecen que un alto porcentaje de los pases de Caicedo son acertados. Pero es obvio que nunca va a fallar porque además de retrasar o lateralizar la pelota, el compañero que la recibe suele estar a solo dos metros de él. De los recurrentes pases inocentes del ecuatoriano el periódico The Sun, de Londres, opinó esto en octubre anterior: “No son incisivos ni amenazantes. Se podría argumentar que ese no es el papel de Caicedo en el Chelsea, pero gastar más de 100 millones de libras esterlinas en un jugador debería conllevar ciertas expectativas”.

En el estadio Monumental de Maturín, ese terrible defecto transformó al tricolor en el Hombre Invisible; no representó una influencia positiva para la Selección. No representó nada. ¿Caicedo se animará a aparecer contra Chile, en Quito?

En Venezuela, durante 90 minutos Caicedo no gravitó. Con modorra dio un concierto de pases retrasados, o a los costados, y ensayó un tiro a portería desviado, cuando ningún llanero lo complicaba. Para los parroquianos de la ‘Iglesia Caicediana’ aquello fue crucial. Es evidente que si Caicedo pasa inadvertido, la consigna es comentar con corrección política. Ser oficialistas y, aparentemente, ceñirse al rígido libreto de “cuidar mi producto”, como proclamó (u ordenó, más bien) en las horas más candentes del caso Byron Castillo un sujeto que se cree dueño de la Tri. Pero eso no es culpa de Caicedo

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Varias exigencias

El mayor favor que puede hacérsele a Caicedo no tiene que ver con regalar elogios por compromiso, por agradar. Más bien es imperioso exigirle atrevimiento en la Selección, que no vuelva a perder 87 u 88 minutos en un partido de Ecuador por estar aletargado, que pase la pelota hacia adelante, que este martes ingrese despierto contra Chile, que se sacuda la actitud emparentada con la desidia que exhibió ante Venezuela. No puede ser una isla.

Sin embargo, lo que no se debe esperar es que Caicedo sea el volante de las ideas creativas y el de las luces encendidas propias de un armador. Para eso están otros. Con fortuna alguna vez le saldrá, eso sí, tras alguna buena asociación en cancha, pero él es un mediocampista de marca. No le inventen capacidades futbolísticas que no son suyas.

Es “un buen jugador”, pero “no un supertalento”, opinó Jorge Barraza el 20 de agosto anterior en su columna en EL UNIVERSO. “El fútbol se ha vuelto loco... ¿115 millones de libras esterlinas por un volante defensivo?”, publicó el rotativo londinense Daily Mail, de Londres, hace un trimestre, cuando Caicedo fue traspasado al Chelsea. Es el fútbol de hoy, moderno le dicen. (O)