Se dio el gusto. Después de mucho forcejear con todos los altos mandos del Bayern Munich (Oliver Kahn, Uli Hoeness, Hasan Salihamidžić, tipos duros si los hay), Robert Lewandowski logró romper el vínculo con el club alemán y fichar por el FC Barcelona. Está felicísimo de iniciar una nueva –¿y última…?– etapa en el fútbol español. Le quedaba un año de contrato, pero se plantó en que no quería seguir más allí y ya sabemos que cuando un futbolista no desea continuar, hay que abrirle la puerta. El jugador siempre se sale con la suya, tenga contrato o no. Y en el caso del polaco, su decisión fue tan tajante desde el primer día que hizo temblar todos los estamentos en Baviera: “¡Mi historia en el Bayern Munich ha terminado! No veo ninguna forma de seguir jugando en el club”, declaró sorpresivamente el 30 de mayo pasado. “¡Ya no quiero jugar allí! El Bayern es un club serio y no creo que me mantenga solo porque legalmente puede hacerlo. Una transferencia es la mejor solución. Espero que no me retengan”, añadió.

No obstante, del otro lado respondieron con firmeza: “Le queda un año más con nosotros y estoy seguro al ciento por ciento de que lo cumplirá”, declaró Salihamidžić. A su vez, el Barcelona hacía su primera oferta de 30 millones para llevárselo, lo cual era considerado ridículo por los dirigentes bávaros. “Barcelona debería ahorrarse el esfuerzo de hacer otra oferta por Lewandowski”, dijo Hoeness, el siempre amenazante mastín muniqués. Al final, como Robert no estaba dispuesto a ceder ni un ápice, lo liberaron a cambio de 45 millones de euros más otros 5 en función de objetivos. Si se piensa que en apenas un año quedaba libre, no parece mal negocio. Sin embargo, la negativa a traspasarlo y el temor a perderlo estaban justificados: no se consiguen goleadores en estos días, los que hay, están blindados, y quienes pueden ser accesibles están muy lejos de las garantías que da el cañonero de Varsovia. El Bayern tampoco logró reemplazar a Alaba y ahora debió gastar 80 millones en De Ligt para tratar de tapar el agujero que dejó.

Lewandowski llegó a Munich a los 26 años y alcanzó metas auténticamente fabulosas: 344 goles en 375 partidos y 19 títulos de campeón, entre ellos 8 Bundesligas, la Liga de Campeones de Europa, el Mundial de Clubes. Y estando allí recibió dos veces el premio The Best de la FIFA. Fueron ocho años dorados.

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Es muy posible que Lewa haya sido influenciado por el éxito de su excompañero David Alaba en el Real Madrid. Luego de once temporadas en el Bayern, al final de su contrato y tras larguísimas negociaciones por su renovación, Alaba no aceptó la oferta del club y se fue al Real Madrid, siguiendo el consejo del agente israelí Pini Zahavi. Además de conseguirle un estipendio mayor, Zahavi le hizo ganar al austríaco una prima de fichaje de 17,7 M€, al padre del zaguero 6,3 M€ y otros 5,2 M€ para el propio Zahavi, el tiburón blanco más temido de Europa (él le sacó a Neymar al Barcelona). Hoeness trató entonces a Zahavi de “piraña codiciosa”. Y ahora pierden al supergoleador, pues Lewandowski pertenece a la escudería de Zahavi.

Es un golpe duro para el Bayern y para el fútbol alemán. No están en condiciones de retener a sus figuras si estos reciben el llamado de Inglaterra o España. Y si no puede un club con la solidez del Bayern, ¿cuál otro en la patria de Beckenbauer…? Ya Haaland salió del Borussia Dortmund para el Manchester City, donde multiplicará su sueldo por diez. Lo más irritante es que el futbolista polaco se rebele por querer ir a un club con enormes problemas institucionales, deportivos y económicos como el Barça. En el caso de Lewandowski, no se fue por dinero, porque percibirá en el club azulgrana lo mismo que en Munich, 12,6 M€ anuales libres de impuestos. Las razones son otras. Hay una leve sospecha de que no tenía empatía con el joven y altivo entrenador Julian Nagelsmann. Pero también es posible que busque las luces del centro. La Liga proporciona notablemente más reconocimiento que la Bundesliga, un medio fuerte, pero opaco, de escasa visibilidad en el exterior. Lewa debe pensar que, de haber estado los dos últimos años en Cataluña, aún sin ganar torneos, hubiese conquistado un Balón de Oro. Cualquier logro allí tiene mayor resonancia que en Alemania.

El delantero polaco Robert Lewandowski (d), junto al presidente del FC Barcelona, Joan Laporta (i). Foto: CRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICH

No obstante, fue fea la salida. Un supercrack que estaba para entrar en el Salón de la Fama del Bayern, se va por la puerta de atrás, forzando el adiós. Es cuando uno se pregunta para qué se firman los contratos. Si un profesional pide cuatro años de contrato y se los dan, ¿por qué se planta antes de cumplirlos…? Para el futbolista no hay reglas, hace lo que quiere. Si le va bien, quiere marcharse, si le va muy mal, como Umtiti, un exdeportista desde hace cuatro años porque una rodilla lo postró, se aferra a su millonario contrato como un ciempiés y nadie puede sacarlo.

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¿Qué imaginamos de Lewandowski en Barcelona…? En treinta días cumplirá 34 años, es un superatleta, no ha tenido lesiones y está impecable, su inteligencia le permitirá adaptarse rápido al medio y a sus compañeros, como fue cuando pasó del Lech Poznań al Dortmund y de allí al Bayern. Mostró rendimiento inmediato. Pero va a un fútbol más competitivo, el Bayern no tiene rivales en Alemania, España es diferente. Y arranca con 34 primaveras, aunque el futbolista actual ha estirado los años de rendimiento gracias a los cuidados, sobre todo alimenticios. Compartirá ataque con un ex del Borussia, Aubameyang, con quien en la temporada 2013-2014 marcaron 44 goles entre ambos. Hay mucha ilusión puesta en el equipo de Xavi por los arribos del polaco y también del zurdo Raphinha, un delantero fino. Más los juveniles Pedri, Ansu Fati, Gavi, titulares de la Selección Española. Pero deben resolver el tema de la defensa, que ha sido desastrosa los últimos siete años. Y en fútbol, quien no sabe defender, pierde.

Julian Nagelsmann quiere entrar en el círculo de los grandes entrenadores mundiales, pero esta es una primera mancha: a poco de llegar él, se le va el crack. Prefiere ir a remar contracorriente en el Camp Nou. Despechado, el DT germano lanzó un dardo envenenado: “El Barcelona es el único club que no tiene dinero, pero ficha a quien quiere”. Una frase sin sentido, el Bayern ya cobró los 45 millones, significa que el Barça sí tiene. De donde lo saca es otra historia. La Liga también mostró su prestigio: estando en la Premier League, Raphinha descartó al Chelsea para ir a Barcelona. El relumbrón que da el fútbol español no lo tiene ningún otro. (O)