Una ofensiva mediática se ha desatado en el seno de la Federación Ecuatoriana de Fútbol tan dada al secretismo y al menosprecio a las opiniones del periodismo independiente. De repente han aparecido en los medios de todo tipo el presidente Francisco Egas y el titular de Independiente del Valle, Michel Deller. El discurso es el mismo: no hay influencia alguna en las convocatorias de la selección. Deller ha repetido hasta la saciedad que su club “es una entidad sin fines de lucro”, esto es, que nunca ha hecho negocios: nunca a influido en el llamado a jugadores que poco después han sido vendidos. Egas no ha visto nada anormal. Todo ha sido cuestión de los directores técnicos, entre ellos el “Bolillo” Gómez a quien le dio el título de “héroe que hizo mucho por el fútbol ecuatoriano” (Agosto 1 de 2019). El obediente Sebastián Becaccece convoca ahora a un “microciclo” de entrenamiento con jugadores nacionales que antes se negaba a ver. No hay duda: la aventura con el chiquillo de 17 años, desató una tempestad. Lo peor es al trío nadie les cree y las excusas son para el consumo de “giles”.

Todo este panorama me causó indigestión; por eso busqué para mi columna un tema más “light” que me recomponga la flora intestinal. Encontré de repente un artículo sobre Pancho Segura Cano, un auténtico héroe deportivo que alcanzó la más alta dimensión universal en nuestra historia. Una auténtica joya ecuatoriana, no esas de hojalata con barniz de ferretería que nos regala a diario el “periodismo moderno”. El diario español Marca destaca sobre Segura que “En su palmarés figuran cuatro semifinales del US Open (1942, 43, 44 y 45, en los tiempos en los que era aún era el US National Championship), dos finales en dobles Roland Garros y Forest Hills y otras dos en dobles mixtos también en el US Open, además de varios torneos profesionales. Pero dos pupilos suyos, Jimmy Connors y Chris Evert, superaron sus éxitos: 10 Grand Slam ‘Jimbo’, 18 Grand Slam Chris. Y número 1 del mundo los dos”. Le faltó mencionar que fue tres veces campeón del mundo en el circuito profesional y que su historia es digna de una novela que resalte el valor de la superación personal por sobre las dificultades físicas y sociales.

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En 1935, en el viejo local del Guayaquil Tenis Club en el barrio del Astillero el pequeño Francisco Segura hacía de pasabolas. componía raquetas y templaba encordados. Su familiaridad con las raquetas lo había convertido en un experto en su manejo, sin maestro alguno, por pura intuición. Su endeblez, producto de una infancia humilde, hacía que tomara la raqueta con dos manos cuando jugaba. En abril de 1935 un renombrado periodista, Francisco Rodríguez Garzón, vio jugar al pequeño “pasabolas” y encontró un crack en ciernes. El 27 de abril, en la revista Semana Gráfica, Rodríguez comentó así su experiencia: “(..) He visto coger una raqueta y jugar con singularidad habilidad a un muchacho de 13 años que lleva siete jugando; que responde, según entiendo, al nombre de Pancho Segura y que es pasabolas del Guayaquil Tenis Club (…) Se metió bien hondo en mi espíritu, apenas lo vi, aquel muchachito pata al suelo, sencillo, corrido, que cogió mayor temor cuando le dije que se hiciera retratar, que tenía temor que ‘los señores se disgusten’ y que no quiso hablarme mayor cosa de su afición al tenis, de su habilidad. Pero es que al hablar con los miembros del club de tenis he pensado en lo que puede hacer un muchacho que llegue, como sucede con uno de los mejores jugadores de Italia, a ser tan grande, que puede hacer que el país reciba impresiones máximas por su actuación en los courts”. Medio siglo después Segura era ungido al Salón de la Fama del tenis Mundial.

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A inicios de 1938 Segura iba a servirle de “sparring” a J. G. Bloun, campeón de tenis de la Zona del Canal. Bloun ganó el primer set por 7/5 pero cayó en el segundo por 6/4. El presidente del club, Ricardo González Rubio, insinuó al gigante rubio formalizar un cotejo con nuestro chiquillo. Segura lo venció categóricamente en cuatro sets. En el selectivo para los Juegos Bolivarianos de 1938 barrió a todos sus rivales. En Bogotá Segura venció al boliviano Gastón Moscoso y luego apabulló al peruano Carlos Acuña y Rey que apeló a poses y protestas y se negó a retratarse con su vencedor. Luego fue otro boliviano, Gastón Zamora, el que cayó, y en la final derrotó al campeón colombiano Jorge Combariza. Pancho Segura se convirtió en campeón bolivariano de tenis.

Pancho Segura acaba de consagrarse campeón bolivariano en 1938 y es felicitado por sus admiradoras bogotanas. Foto: Archivo: Ricardo Vasconcellos Rosado

El 16 de febrero de 1939 el ya famoso Pancho Segura venció en Montevideo al famoso Lucilo del Castillo, argentino, primera raqueta de Sudamérica. Con estadio lleno, en encuentro vibrante, ante el asombro del público, el gaucho se rindió ante el criollo En la final venció al uruguayo Esteban Harreguy. La prensa uruguaya lo bautizó como “El segador” por su forma de manejar la raqueta. Segura era el mejor tenista sudamericano. El 19 de abril llegó a Guayaquil después de una gira victoriosa por Buenos Aires y Santiago de Chile de la que salió invicto.

En 1940 las canchas de Sudamérica ya le quedaban chicas a Segura y fue enviado a Estados Unidos. Vinieron ocho años de dura lucha como amateur y su primer contrato como profesional para mezclarse con los mejores jugadores del mundo: Jack Kramer, Pancho González, Frank Kovacs, Willy van Horn, Bobby Riggs y Frank Parker. Ganó el título mundial de dobles en 1948 y 1949 y en 1950 jugó el campeonato del mundo de profesionales. La revista francesa Plaisir des Sports lo consideraba uno de los favoritos. El 10 de junio derrotó a Van Horn. El 11 de junio asombró al mundo al vencer al campeón Jack Kramer en maratónico partido. Jugó la final con Frank Kovacs (dos metros de estatura y 210 libras de peso). Ante la incredulidad del público el pequeño tenista ecuatoriano jugó en forma brillante, rompió el servicio de su rival y lo obligó a grandes esfuerzos que fueron minando su resistencia. En el Skating Club de Cleveland, Ohio, nadie creía lo que estaba viendo: Segura ganaba a Kovacs que sintió calambres. Segura pidió que se permitiera descansar al californiano. El juego se reanudó pero Kovacs volvió a caer. Lo llevaron al camerino y de allí regresó el árbitro, Ned Brown, para anunciar el retiro del yanqui y proclamar a Segura campeón mundial de tenis profesional, título que iba a repetir en 1951 venciendo a Pancho González en las canchas de Forest Hill.

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En 1958, con 37 años, nadie le daba chance de llegar a planos estelares pues había ingresado al profesionalismo las jóvenes estrellas australianas: Ken Rosewall, Lew Hoad, Ashley Cooper, Neal Fraser, entre otros. Ganó el cetro mundial sin perder un set ante el asombro mundial. (O)