Un Teatro Centro de Arte a toda su capacidad fue el escenario sobre el que el violinista ruso Alexander Markov dejó todo su ser. La  espectacular y desinhibida manera de ejecutar su instrumento provocó euforia  entre los cientos de fanáticos que se habían dado cita para escucharlo junto con la Orquesta Filarmónica Municipal de Guayaquil, dirigida por el armenio ecuatoriano David Harutyunyan.