Mónica Murga invita a retomar la obra de Medardo Ángel Silva

Mónica Murga, docente de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, comenta que escuchar el nombre de Medardo Ángel Silva le genera emociones con sentido romántico porque hay una carga cultural en torno a ese imaginario del poeta. Ella tuvo la posibilidad de trabajar en un proyecto en el que se levantó información relacionada a las crónicas de él, lo que le permitió ver a Medardo Ángel Silva desde otro ángulo.Murga reflexiona: “Yo pensaría en el Guayaquil que se transita, ya no es la idea exclusiva de la nostalgia sino es más bien ese ingreso, ese recorrer de una ciudad desde espacios que usualmente no se han tratado que la literatura más bien postmoderna ha hablado de los sujetos marginales. Es un poco pensar en un Guayaquil que se estaba construyendo en ese momento -estamos hablando de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX- donde se producen ya unos cambios de tiempos, aparece el cine, recuerdo una de sus crónicas en la que habla de las salas de cine, de cómo este espacio convoca a la gente. De este Guayaquil nocturno, de sombras, de aquello que no se dice”.Ella hace referencia a un trabajo de Hugo Benavides de pensar la idea de la presencia de lo indígena y lo cholo en algunos poemas de Medardo Ángel Silva, pues se refiere a Ojos africanos y Murga recuerda que trabajó con sus estudiantes sobre ese cuento y después de analizar lo que había detrás de esa mujer y de esos ojos cuestionaron la ascendencia del propio Medardo y se pudo concluir que él tenía raíces africanas. Con relación a esto Murga lo manifiesta: “Medardo Ángel Silva y su imaginario también se ha ido limpiando o estandarizando en otros modelos que resultan muy distantes de la realidad. En este sentido a mí me parece particular ese poema también porque está marcado por este truco de la mirada, algo que me ha estado cautivando en algunas escrituras o me pueden cautivar de algunas escrituras es el interés que le dan unos escritores a la mirada, a unas miradas distintas, en este caso de la mujer, de la mujer doméstica; de la mujer de la tienda, de la esquina, el caso del personaje del poema de Medardo es una mujer que trabaja en una tienda, es hermosa, que cautiva por esa mirada africana”.Murga considera que el poeta está asociado mucho con la poesía, pero enfatiza que también escribió crónica periodística: unas muy descriptivas que muestran pobreza y marginalidad; y en esto ella se cuestiona que tal vez con ese estilo y género podría haber sido un precursor de lo que después se llamaría el realismo social en el Ecuador.Ella indica que en Ecuador la crítica literaria tiende a darles unos protagonismo a los escritores a partir de la idea de la genialidad, de que fue el único, el precursor, tipo Pablo Palacio, único en el escenario, pero no es así: “Hay un entorno, pero se conoce muy poco, además de un nivel de circulación de información, de compartir la información, es decir ¿con quién se escribía Medardo Ángel Silva?, ¿a quien leía Medardo Ángel Silva?. Eso sí me parece importante. Julian del Casal, un escritor anterior a él, también tiene personajes marginales, personajes extraños que tienen todavía ese tinte”.Murga se refiere a los sujetos marginales: “Cuando Medardo Ángel Silva habla de esos sujetos también los trata desde esa mirada romántica, peculiarmente extraña; hay como una necesidad de encubrir lo que no se puede decir. Cuando lo leí en una ocasión, me dio la impresión de que allí hay una sútilmente vedada, un planteamiento de la temática homosexual, de la homosexualidad que también aparece en uno de los cuentos de Julián del Casal creo que se titula como Las máquinas de la tortura. Y como digo él es latinoamericano, más o menos de la misma época de Medardo Ángel Silva. Hay escritores que están escribiendo sobre ciertos sujetos marginales y desde su propia condición de marginalidad también, por lo que habría que decir que Medardo Ángel Silva también vivió en condiciones que eran diferentes a sus contemporáneos poetas. Él no es un niño que proviene de una cuna de oro, no lo es”.Murga se refiere a la generación decapitada y afirma que en el siglo que vivió Medardo Ángel Silva hay unas formas de comunicación específicas que estuvo marcada en su momento incluso por su condición social y racial, pues hay una necesidad de reforzar la idea de la república y de los símbolos de identidad. Pues considera que ahí hubo un apogeo de la música que posteriormente el pasillo lo recoge y acoge también los textos de los decapitados, los cuales se convierten en mecanismos de difusión entre las masas de unos símbolos identitarios, de unas cargas y miradas sociales.Medardo Ángel Silva es recogido desde una cierta poética que también responde a unos ciertos intereses, pero también es importante volver sobre los textos del escritor para ponerlos en cuestión y mirar esa escisión que había en él, en esta división de que quiero embellecer aquello que también tiene sus límites de embellecimiento, porque él está mirando esa realidad cuando circula las calles en sus crónicas y que de un modo u otro ese trabajo, porque tiene que laborar para sobrevivir; ese trabajo que es diario, constante, también va ir marcando y definiendo su estilo en la poesía, hay un diálogo entre lo que es la poesía y la narrativa, pero Murga asegura que: “A veces lo vemos desde lo que nos quedaron de los textos -bueno los lectores contemporáneos-, los del siglo XX leíamos en la escuela a Medardo Ángel Silva desde la música, leíamos a los Decapitados desde estos imaginarios de la música, cuando hay otras escrituras, ellos han escrito otras cosas y de esas otras cosas no se habla mucho.Murga manifiesta que son múltiples las influencias que recibió Medardo Ángel Silva, por un lado está la obra de Rubén Darío y también la de los simbolistas franceses. Ella cree que Rubén Darío aparece en los textos, ya que hay un interés de parte de Silva por retratar a través de las crónicas esos momentos e instantes de fugacidad: “Entonces me parece que también hay ese sentido de la presencia de la modernidad, pero también es volver a pensar a Rubén Darío no solo desde esa visión del modernismo, sino también desde esa visión ¿Qué está pasando con nosotros como escritores? Y que es una de las grandes preguntas del poeta nicaragüense y que yo si creo que Medardo Ángel Silva se la hace, no la declara tan directamente pero de que hay esas preguntas, están allí. ¿Cuál es mi posición como poeta en este mundo?, ¿de qué voy a escribir yo?, ¿desde dónde puedo escribir?.Ella recuerda justamente mientras leía algunas de las crónicas que escribió, que él hablaba en una de ellas sobre los procesos sociales que se están dando a nivel mundial. Comenta que él es testigo de esa época, donde había un proceso, donde había una interacción gracias a ciertos tipos de comunicación como los periódicos, la radio que ya estaba dando sus pininos, entonces él se podía enterar de lo que pasaba en el mundo, fue testigo de lo que estaba pasando ejemplo la Gran Guerra, la Revolución Rusa, tanto es así que en esa crónica de manera visionaria escribe sobre lo justa que son las revoluciones, pero que con el paso del tiempo el poder los hace olvidar por lo que luchó, además en el caso de Guayaquil ya había un proceso alto de organización sindical, en los años 1918 y 1919 solo en la ciudad había más de 30 organizaciones sindicales, donde predominaban ideas como las liberales, socialistas y anarquistas.“A mí me parece que en las crónicas él no solo rescata la figura de sus individuos, sino también el lenguaje que es plausible que pueda hacer citas de ese montuvio de Balzar, de ese ciudadano que viene del campo, que está aquí. Entonces a partir de pequeñas citas está esa frase de lo popular que antes como que no calzaba dentro de los discursos oficiales, de la misma manera que él inserta frases en francés, por ejemplo o en inglés -las inserta- y es lo peculiar porque uno podría decir podríamos pensar que es el momento. El momento en que él vive si hay una población que habla inglés, que habla francés, a nosotros nos parecería medio extraño, si, y él se movía también en un círculo intelectual, por hablo de cierta escisión de cómo moverse dentro de cierto grupo intelectual o el deseo de moverse dentro de ese círculo intelectual, pero que también hay unos límites para que el se pueda mover dentro de esas esferas, pero está la escritura como una forma para dar cuenta de las posibilidades, incluso las palabras, que las frases se puedan entrecruzar, entonces como hay una frase allí de un ciudadano común, y como hay una frase en inglés que es traída acá, que puede ser mencionada para citar la frase de una princesa inglesa, o a un rey británico, o una frase en francés aludiendo a algún poeta europeo, entonces es interesante como también los lenguajes están allí dando cuenta de estas multiplicidades -eso me parece interesante-, como que tampoco somos conscientes de aquello que no es solo hablar de esa figura, sino tomar prestado esas palabras y meter esa palabra allí”, de esta manera es analizada la interacción y tratamiento que tenía Medardo Ángel Silva para con sus textos y de lo que Murga considera válido para la época.Con respecto a la narrativa utilizada por Silva, Murga cree que su estructura poética existe una configuración de la subjetividad a partir de la presencia de grandes emociones. Se refiere a una emocionalidad narrativa: hay una historia que contar, hay subjetividad abstracta o una reflexión filosófica de la emoción, en sí hay una configuración narrativa, porque él era periodista. Y desde el periodismo, la crónica es solo un recorrer por las sensaciones que experimenta el autor, lo que pasea; donde simplemente hay un deleite del recorrido, de mirar ese entorno, decirlo y nombrarlo. Es una forma de maravillarse con el lenguaje puntualiza.Para finalizar la entrevista, Murga considera que podría tomarse la figura de Medardo Ángel Silva para mirar la ciudad desde otras construcciones, desde otras producciones; es decir no para replicar sino para generar a partir de él otras cosas, otras lecturas, otras escrituras. Pues cree que se debería hablar de Medardo Ángel Silva desde otros lenguajes que resulten más asequible y ella mismo se cuestiona ¿por qué no pensar en Medardo Ángel Silva desde el humor?, y no solo pensarlo desde lo sagrado, comenzar también a desacralizarlo desde ciertos espacios para mostrar los otros rostros que tiene, de un Medardo que transitaba también ebrio por las calles. Hay que desacralizar esas entidades, no hablar desde el discurso oficializado, homogeneizador o censurado.Murga plantea entre otras formas de interacción, que las personas deberían involucrarse más y conversar sobre lo que significaba leer a Medardo Ángel Silva y que en la actualidad se analice lo que encuentra en los textos de Medardo Ángel Silva, y eso generará poner en diálogo a más lectores. (O)

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