Vincent van Gogh murió pobre, deprimido y convencido de que la totalidad de su vida había sido un fracaso. Su arte nunca alcanzó el reconocimiento que se merecía mientras él respiraba. El pintor nunca se hubiera imaginado que, siglos después, la gente pagaría por ser consumida por su arte y por caminar en él; y no solo en su obra, sino en su vida misma.