A una cuadra de la casa de José Gorotiza, amigo y admirador de Fresia Saavedra (1933-2024), se ubicaba décadas atrás en Guayaquil radio Universal, emisora donde entonces acudían los artistas a cantar en vivo.

Una de ellas fue la llamada Señora del Pasillo, a quien Gorotiza tuvo el honor de acompañar en esa tarea porque, además, era su vecina.

“Ella vino a vivir por aquí cuando Hilda (Murillo) era pequeñita”, recuerda. “Y como se había hecho amiga mía y de mi mamá, íbamos juntos y ella cantaba allí en vivo, con Irlanda Meléndez, Vicentica Ramírez, Las Mendoza… en ese tiempo todas esas cantantes estaban de moda”.

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Y aunque el tiempo los alejó físicamente, en su memoria, Saavedra permanece como esa amiga quien nunca le negaba una sonrisa y un fuerte abrazo cada vez que se encontraban.

Foto: Cortesía

“Hace unos tres o cuatro años nos encontramos en la romería de Julio Jaramillo y también nos abrazamos con ella y con Hilda. Esa amistad siempre se conservó, aunque nos veíamos de repente”, compartió para este Diario sobre la cantante fallecida el pasado jueves 18 de julio.

“Me quedo con su amistad sincera, su humildad donde quiera que estuviera, no era petulante, siempre fue una mujer sencilla, a pesar de ser una artista del nivel que ella era. Eso siempre me llamó la atención”.

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Ese trato cordial, afectuoso y cálido de Fresia hacia sus allegados es la respuesta que se repite entre ellos cuando se les pregunta sobre aquello que más extrañarán de la cantante, además de su admirable voz y talento musical.

Incluso, Fernando Vargas, quien fue su ayudante de cátedra durante cuatro años en la Escuela del Pasillo Nicasio Safadi, asegura que fue a despedirse de él, pues la vio en sus sueños el lunes de la semana de su fallecimiento.

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“Podrán creer o no creer”, dijo el también cantante, quien estelarizó un musical de Julio Jaramillo. “La vamos a recordar siempre con amor, con cariño, con esa misma pasión con la que ella se entregó a su público, a sus estudiantes, en el escenario. Porque jamás dejó de entregar su amor al público hasta el final, porque hasta hace poco, en el mes de mayo, fue su última presentación en radio Cristal, por el Día de la Madre, muy lúcida”.

Lo que inmortalizó a Fresia Saavedra

En opinión del historiador Wilman Ordóñez, hubo cuatro momentos que escribieron el nombre de Fresia Saavedra para siempre en la historia de nuestro país y del mundo, llegándola a comparar con otras icónicas voces como la francesa Edith Piaf y la peruana Chabuca Granda.

“El primero de ellos es que Fresia logró captar la enorme capacidad creativa, compositiva y sensible que tuvieron geniales compositores de la música ecuatoriana como fueron Nicasio Safari, Francisco Paredes Herrera, Carlos Solís Morán, Carlos Rubira Infante”, explica. “Porque eso le permitió a ella acercarse a máximos cantantes, de talla universal, como el mismo Daniel Santos, Leo Marini, Los Embajadores Criollos, Los Visconti y que causaron furor para la época. Ella estuvo a la altura, se posicionó en ese medio universal, como una de las grandes intérpretes de la música ecuatoriana”. Eso, asegura, marcó su destino musical.

Un segundo hito en su carrera fue su profundo amor por nuestro país, llegando a conseguir que muchos de sus seguidores consideraran que ‘todo Ecuador habitaba en ella’.

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“Ella nos enseñó el amor al país a través de la música ecuatoriana y al enseñarnos el amor al país, ella misma se vuelve docente, trabajando por hacer trascender la música ecuatoriana hasta el final de sus 90 años”, continúa Ordóñez.

Esa tarea como pedagoga, dice el investigador, continuó tallando el que sería su legado musical en el Museo de la Música Popular Julio Jaramillo y la Escuela del Pasillo Nicasio Safadi.

Fresia Saavedra y Carlos Rubira Infante hacen dúo en el Festival del Pasillo. Foto tomada el 27 de abril del 2002.

“Ese espacio le devolvió a la ciudad la posibilidad de lograr reconocerse nuevamente en su música y en su historia a través de la valoración o nuevas formas de valorar a nuestros compositores, a nuestros cantantes, a nuestra música”.

El resultado de sus enseñanzas que se refleja ahora en sus alumnos y en las nuevas voces que se deleitan hoy en interpretar música nacional, cierra para Ordóñez el círculo de consagración de Fresia en la memoria nacional.

Especialmente, su aprendiz más querida, su hija, Hilda Murillo. “A través de ella, Fresia logró que no desapareciese su legado histórico. Sin duda, a Hilda le queda la enorme y trascendental responsabilidad de cuidar y proteger el patrimonio intangible de la obra de su señora madre, la reina del pasillo (...) Así como en México está el museo de Armando Manzanero, ojalá en Guayaquil se pueda lograr tener el Museo de la Música Fresia Saavedra, para conservar así todos los registros sonoros, lo que ella nos ha dejado, es un invaluable aporte en la construcción de la identidad nacional”.

Larga vida a la música ecuatoriana

Para Germán Arteta, miembro de la Academia Nacional de Historia Capítulo Guayaquil, la labor de difundir la música nacional entre las nuevas generaciones no debería limitarse a una sola institución. Y, para lograrlo, asegura que es hora de desterrar absurdos prejuicios relacionados al género, comenzando por hacer desaparecer aquello de que es música totalmente melancólica y que lleva al desánimo.

“Los hogares, centros de enseñanza y medios de información, especialmente las radioemisoras y televisoras, deben contribuir de diferente manera a la difusión y valoración de la música ecuatoriana”, expresa.

Asimismo, cree que ya existen talentos que pueden hacer brillar el pasillo.

“Recordemos que en toda actividad humana –caso del arte musical– hay valores escondidos que deben ser sacados a la luz y ayudarlos en su crecimiento. El resto viene por añadidura. En varios festivales colegiales como los del Vicente Rocafuerte y del Naciones Unidas me he encontrado con precoces y magníficos intérpretes que si contaran con el apoyo necesario, serán los embajadores musicales que andamos buscando”, destaca.

“Insisto en que hay que ‘desprejuiciar’ al pasillo y reintegrarle su alto valor y mensaje, que felizmente en la voz de Fresia Saavedra Gómez tuvo el sello de lo magnífico”. (I)