Cuando Sae Eun Park se presentó a la audición para una plaza en la institución de ballet más antigua del mundo, su habitación de hotel en París era tan pequeña que ni siquiera podía estirar completamente sus piernas.

Una década después, la surcoreana se ha convertido en la primera bailarina estrella asiática en 352 años de historia de la Ópera de París, una luz de esperanza para este mundo elitista criticado por su falta de diversidad e inclusión.

En junio, no pudo contener las lágrimas cuando le anunciaron en el escenario su nombramiento a estrella, en medio de una ovación cerrada del público que acababa de verla en el papel principal de Romeo y Julieta.

Publicidad

Nacida en Seúl en diciembre de 1989, Sae Eun Park se formó en las mejores escuelas de Corea del Sur. Foto: -- YELIM LEE

“Se juntaron muchas emociones. Estaba tan contenta y agradecida, me di cuenta de que un día así realmente podía ocurrir”, dijo a AFP la bailarina de 31 años.

Atrás quedaron numerosos desafíos en la jerárquica institución: métodos de entrenamientos distintos, la barrera del idioma, lesiones y los competitivos y severos exámenes que determinan la promoción dentro de la compañía. “Creo que el arte, no solo la danza, trasciende nacionalidades y razas”, explicó.

“Me he convertido en la primera bailarina asiática en ser una estrella y esto da mucho de qué hablar, pero pienso en ello como algo muy natural”.

Publicidad

Sin embargo, no es tan natural. Desde su fundación en 1669, el Ballet de la Ópera de París (BOP) solo ha tenido otra estrella procedente del extranjero, la argentina Ludmila Pagliero.

La ‘reina de los concursos’

Los críticos celebran la maestría técnica, sus saltos y sus vueltas, pero ella quería algo más. Foto: -- YELIM LEE

Nacida en Seúl en diciembre de 1989, Sae Eun Park se formó en las mejores escuelas de Corea del Sur en el método de ballet ruso Vaganova, que pone el acento en la expresión del alma, la fuerza y la docilidad.

Publicidad

Al llegar a París con 21 años apenas hablaba francés y no había frecuentado la escuela afiliada al BOP, de donde sale un 90 % de sus bailarines y que privilegia la elegancia y la precisión.

Alabada como adolescente prodigio, Sae Eun Park fue apodada la “reina de los concursos” tras ganar el Grand Prix de Lausana y la Medalla de Oro de Varna, dos importantes galardones para las aspirantes a bailarinas.

Los críticos celebraban su maestría técnica, sus saltos y sus vueltas, pero ella quería algo más y se inspiró con los videos de bailarines de París.

Decidió renunciar a su posición de solista en el Ballet Nacional de Corea por un contrato de un año en las quadrilles de la Ópera de París, la jerarquía más baja.

Publicidad

“En Corea era solista e interpretaba los papeles principales (...). Al entrar en la Ópera, tenía contrato temporal y estaba todo el tiempo entre bastidores, pero aprendí mucho”, recordó.

Hoy es admirada por su profundidad emocional y su lirismo. Para ella, “el ballet francés te libera del sentimiento del deber, el sentimiento de tener que demostrar algo” con movimientos grandes y espectaculares.

Laura Cappelle, redactora especializada en danza instalada en París, loa su “serenidad interior, un don para ralentizar el tiempo en el escenario”.

Su ascenso se vio interrumpido en 2015, cuando recibió un golpe de pie en la cara en un accidente entrenando.

Suspendió los exámenes ese año y se hundió en la depresión, evitando mirar durante un tiempo la cicatriz de su rostro en los espejos. La única forma de superarlo era continuar bailando, explica.

“Creo que el arte, no solo la danza, trasciende nacionalidades y razas”, dice Sae Eun Park. Foto: -- YELIM LEE

Un ‘mundo blanco’

Contrariamente al American Ballet Theatre de Nueva York o el Royal Ballet de Londres, la institución francesa cuenta con apenas 25 extranjeros entre 154 intérpretes, según una auditoría encargada en febrero.

La Ópera de París es “un mundo blanco alejado de la apariencia de la sociedad francesa contemporánea”, dijeron sus autores.

La compañía no respondió a las múltiples solicitudes de la AFP para pronunciarse sobre estas cuestiones.

Kim Yong-geol, un exbailarín surcoreano del BOP, describió la institución como una “sociedad enclaustrada que se enorgullece de su tradición” con un sistema de promoción “implacable”.

“Te puede hacer sentir completamente desolado”, dijo. “Los últimos supervivientes de este proceso agotador se convierten en estrellas. Creo que ella ha conseguido algo imposible”.

Sae Eun Park reconoce que en ocasiones se preguntó si su origen asiático le cerraba puertas en un mundo de feroz competición entre bailarines dentro de la compañía.

Gavin Larsen, autora de Being a Ballerina, describe a la surcoreana como “una artista importante para nuestra época”.

“Su elección de explorar más allá de su cultura natal, tanto en el ballet como en la vida cotidiana, muestra su voluntad de ser vulnerable, la única forma de ser un verdadero artista”, dijo a AFP.