Salón de la Mujer 2024: un recorrido por el dolor y la violencia que habita en la sociedad

Dolor, ira, frustración, desesperación, impotencia o asombro son algunas de las sensaciones que se logran experimentar al recorrer las veintitrés obras del Salón Nacional de la Mujer 2024, Resisto, camino y creo, de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas. Esta edición buscó romper paradigmas con trabajos pictóricos que relaten los diferentes tipos de violencia que ‘carcomen’ a la sociedad día a día.

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“Esta edición es un llamado de atención y un grito silente por todos y todas aquellas que han partido a manos del hampa y la delincuencia”, expresa en su curaduría María Fernanda López, directora del Salón.

La edición 25 fue inaugurada el 8 de marzo, en conmeración del Día Internacional de la Mujer. La ganadora este año fue la machaleña Cristina Enderica Chávez, con su obra Caperucita (foto principal). Aunque su nombre alude al clásico cuento de Charles Perrault, el concepto de esta obra tridimensional termina siendo un homenaje a la memoria de las víctimas colaterales de la violencia, con una niña que lleva una capa roja con el rostro de un lobo en su parte posterior, y una bala en su frente, acompañada de rasguños y una mirada en blanco: como la mirada del horror y el deceso.

En una entrevista con este Diario, la artista de 34 años contó que esta obra -atrapada en una especie de jaula- contiene palos de madera que tomó de una vivienda que sus vecinos abandonaron, luego de ser extorsionados.

Las otras caras de la violencia son identificadas también en las pinturas proclamadas como menciones de honor. (In)quietud, de María Belén Vivar Martínez, habla del abandono, la vejez y la quietud que muchas veces se prefiere tener, mientras en la calle se cometen actos criminales. En el cuadro Nadie sabe lo que puede un cuerpo, de Melissa De la A Colcha, se puede percibir la enfermedad. Y en la obra Familia tradicional, de Larissa Espinoza Mendoza, se plasma un retrato arrugado y amarillento de mamá, papá e hija, como una analogía de las relaciones disfuncionales que suele haber en una familia.

El resto de la muestra continúa el discurso de crueldad que pueden atravesar una mujer, los niños, hasta la propia naturaleza. La violencia animal que cometen grandes corporaciones mundiales es narrada en la obra Metodologías de una mejor convivencia, de Martha Bonete Arias, compuesta por la pintura de unas cabezas de conejos sobre un maletín.

El embarazo adolescente es plasmado en Ser mujer o ser mamá, de Dana Cabezas, en la que sus implementos de belleza se confunden entre juguetes infantiles.

El peligro que puede proliferar en los exteriores de un centro educativo, y que muchas veces se disfraza de inocencia, es replicado en Caótico, de Verónica Ponce.

Otro de los trabajos seleccionados para este Salón nos enfrenta a los diferentes artefactos con los que se ha cometido violencia o femicidio en nuestro país: un cuchillo en un secuestro exprés, una escoba para intimidar, una botella en un intento de violación, un martillo en un asesinato, un trinche de cocina en un ataque. Esta obra, una de las más fuertes, es De uso cotidiano, de María José Madrid.

“Hay una particularidad de este Salón, y es que rompe el molde, el paradigma y el modelo mental de la estética de caballete solamente, sino que va hacia un punto de encuentro de reflexión, de informar, de dar voz a través del arte”, afirma Martha Rizzo González, directora de la Casa.

Rizzo cuenta que con mucho esfuerzo llevan a cabo este Salón, que este año abrió una nueva categoría en mural.

Es así como en esta edición el Salón de la Mujer se impone como un espejo de nuestra realidad que día a día golpea a Ecuador, país tomado la crueldad y manchado con sangre inocente, tal como lo recoge Gabriela Serrano en su obra llamada Conflicto interno.

Estará abierto al público hasta el 8 de mayo, de lunes a viernes, de 09:00 a 17:00, y los sábados de 09:00 a 15:00. (I)