En noviembre entrante cumplirá ocho años en la pantalla de Teleamazonas. “Yo estoy en la televisión nacional porque me trajeron”, afirma Hellen Quiñónez Quiñónez, reportera y presentadora de noticias de este canal. Su ingreso a la estación televisiva lo compara con la compra de pases de los futbolistas cuando un club deportivo se interesa en ellos.

“Mi historia es tal cual a ellos les pasa. Milton Pérez, que es director nacional y productor, él no sé si me vio en algún lugar, pero siempre digo que esto fue de Dios, porque no lo busqué, no mandé una carpeta, no llamé por teléfono, no le dije a alguien que me ayudara. Simplemente un día recibí la llamada de él. Fueron tres veces que me llamó. Primero para que fuera corresponsal en Esmeraldas, porque vivía allá; y le dije que no podía, porque eso implicaba una serie de requisitos: hay que tener equipos, y yo no tenía esas condiciones. Luego me dijo que si podía venir para ser parte de un programa de un mes; le dije que no podía, porque no era por ser creída sino era muy aterrizada porque ya tenía un trabajo en el que tenía ocho años, pero le envié mi casting: me grabé y le mandé. Pasó un tiempo y me llamó: me dijo que ese casting sí les había gustado, pero que yo tenía una personalidad más amplia, quizás para las noticias. Esto fue un jueves, y el lunes yo ya estaba en Teleamazonas”, relata Quiñónez, quien desde entonces convirtió a Quito en su segundo hogar.

Antes de ser parte de Teleamazonas, la comunicadora esmeraldeña laboró en Telemar, canal de su localidad que cubre noticias de toda la provincia verde y en donde fueron sus inicios periodísticos.

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“Siempre digo que yo desde el vientre de mi madre amé esta profesión. De chiquita, en los eventos familiares, daba discursos, siempre estaba hablando; cuando estábamos con mis primas y veíamos televisión, nos poníamos a imitar lo que veíamos y decíamos: ‘Yo voy a ser periodista, yo voy a ser la presentadora’“, detalla Quiñónez, quien admira la trayectoria de Gisella Bayona, quien fue su compañera.

Cambio de vida

Su mudanza a la capital inicialmente —admite— fue dura. “Soy muy adaptable, pero se me salían las lágrimas, porque estaba muy solita; no conocía la ciudad; dormía mucho para no enfrentar esa situación. Trabajaba, llegaba a la casa y dormía hasta el día siguiente, en que me tocaba otra vez trabajar. Ahora ya estoy superadaptada; han pasado ocho años. No me he desprendido de mi ciudad, siempre estoy yendo (para estar cerca) de mi gente; los tengo muy presentes”, cuenta la mayor de cinco hermanos.

La jornada, a diario, empieza a las 04:00, antes de entrar al canal. Trabajar en el equipo del noticiero de la comunidad le ha permitido además —dice— conocer a fondo a Quito y a su gente, así como sus realidades. “Cuando he salido a la calle, desde el día 1, la gente me ha recibido con todo el amor del mundo”, agrega.

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Quiñónez se mantiene en el noticiero de la comunidad, en su emisión de las 06:00 y en la franja de las 12:00.

“Tengo muchos sueños. En el canal, en estos ocho años, yo he tenido todas las oportunidades del mundo; siempre doy gracias por eso. Ellos dicen que no, que me lo he ganado, pero siempre doy gracias, porque siempre me han considerado; eso te enriquece y también vas aspirando a muchas cosas más. No me veo en un programa sola, porque me gusta el formato de noticias, pero sí me veo entrevistando, en política. Eso sí quisiera hacer: en algún momento, y cuando Dios lo permita, estar a cargo de un programa”, expresa Quiñónez, quien fue atleta y velocista en su adolescencia.

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Emprendedora

Consciente de ser una figura pública, por la exposición que le da su carrera, varias fueron las ocasiones en que sus seguidores le preguntaban por el vestuario con el que aparecía en pantalla y en sus redes sociales. “Muchos piensan que el traje que traigo puesto es el más caro del mundo y que no lo pueden tener, y otras me preguntan dónde lo compré. Para que vean que todo es real, que somos reales, que también vestimos ropa cómoda y no costosa, decidí emprender en el tema de la ropa. Me ha ido bien; he tenido una respuesta muy positiva de mis clientas, de mis compañeras de trabajo”, menciona sobre el emprendimiento de ropa que lleva su nombre y que, desde enero, maneja por plataformas digitales. Con este proyecto aspira a crecer y establecer también dos locales físicos, en Quito y Esmeraldas.

Sus raíces

“Yo soy muy esmeraldeña. Me gusta la comida; yo soy una experta de la comida esmeraldeña. Yo siempre digo: ‘Es mi cultura esto de aquí’. Sé que hay una diferencia que no nos aleja del resto del país, pero que sí tenemos aspectos importantes, como el tema de la medicina, el tema musical. Yo amo mucho la marimba; los grupos tradicionales me gustan muchísimo. El tema del turismo. Y me acerca mucho, que no me deja alejarme de Esmeraldas, todas las necesidades que tiene esta tierra. He vuelto en varias ocasiones, desde que estoy acá, con la cámara para mostrar la realidad de Esmeraldas, y para que alguna autoridad se haga presente. Esmeraldas sigue siendo una ciudad muy básica que necesita de todo; tiene muchas problemáticas, y eso también me tiene muy cerca”, sostiene la comunicadora de 35 años.

Embajadora de Aldeas Infantiles SOS Ecuador desde hace siete años, Quiñónez ha vivido de cerca la realidad de los niños a quienes asiste esta entidad. “Yo casi que en el barrio me crie con niños de las aldeas. Yo vivía en el barrio 24 de Mayo, al sur de Esmeraldas, y cerca de la casa donde nosotros vivíamos ahí había una aldea, y ahí había niños iguales a nosotros y que jugaban con nosotros, los que vivíamos en nuestras casas. Yo me crie con ellos; conozco la historia de ellos y conozco aspectos de estas instituciones, cómo les ayuda tanto para que ellos también cumplan sus sueños”, refiere.

“Mi mamá siempre me decía: ‘Nosotros los cuidamos para que ustedes sean campeones, los primeros en la lista, no para más’. Siempre nos decían que apuntáramos a ser los primeros. Soy una estructura de eso, de los valores, del buen ejemplo, del amor, de la felicidad; todo eso influyó en mí para ser la mujer que soy”, Hellen Quiñónez

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Hija de un militar retirado, héroe de la guerra de Tiwintza de 1995, y de una ama de casa entregada por completo a su familia, guarda gratos recuerdos de su infancia y crianza con sus abuelos maternos. “Ñaña Hellen”, como la llaman todos sus primos, rememora sus aventuras en el río Teaone junto con ellos. “Cuando el río no era contaminado, nosotros nos bañábamos ahí; mi abuela iba a lavar la ropa. Nosotros nos bañábamos todo el día, jugábamos. Había árboles de mango alrededor del río y comíamos mucho mango; aprendimos a nadar ahí, y eso es algo que recuerdo mucho. Mi abuela siempre me decía que debíamos ser solidarios; tenía muchas frases que he ido apuntando para no olvidarlas. Yo soy una mezcla de eso, de muchos valores, de sueños. Somos una familia que viene desde abajo, pero, con mucho sacrificio y trabajo, todos vamos cumpliendo nuestros sueños y, lo más importante, seguimos todos unidos”, sostiene.

“Me siento con mucha responsabilidad, porque mi trabajo tiene que abrir las puertas para futuras generaciones. Yo soy creyente de que, si bien todos los grupos étnicos y sociales representamos a este país, creo en la equidad. Creo que, sin necesidad de ser de una etnia en específico, todos merecemos tener una posibilidad de demostrar nuestras capacidades”, recalca sobre la poca presencia de comunicadores y presentadores afro en la pantalla nacional. (I)