Al entrar a la casa de la actriz Pamela Palacios dos pequeños de cabellos dorados reciben al equipo de este Diario con la sonrisa más dulce. “Hola, soy Júnior”, dice uno de ellos, mientras se dispone a superar un nuevo nivel de Mario Bros en el celular que mamá le prestó. En el lugar no hay un solo juguete interrumpiendo el paso, Palacios se declara una completa ‘temática’ con el orden y recoge cuanto objeto encuentra en el piso.

Son cuatro hijos en total: Tábata, de 24 años; Axel, de 21 años; Júnior, de 5 años; y Daphne, de 2 años. Ellos son su vida, motor e inspiración. “Llenan mi vida definitivamente. Son los que me mueven a hacer mejor ser humano, a ser mejor persona, ser mejor hija, y ser mejor madre”, declara Palacios, quien a sus 44 años se pregunta si está haciendo siendo bien su papel de madre.

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Daphne y Junior son los hijos menores de Pamela Palacios. Foto: Francisco Verni. Foto: Francisco Verni

Se estrenó en este rol a los 18 años, cuando nació Tábata. Desde entonces, dice que ha aprendido con cada uno, pues cada embarazo fue totalmente diferente. “Cada uno ha tenido su magia, con cada uno he descubierto cosas distintas...”, afirma.

Pero fue un 24 de noviembre del 2020, cuando su vida dio un giro definitivo, su hija menor Daphne nació con síndrome Down, una condición genética que ya había sido diagnosticada previamente junto con su instinto maternal.

Cuenta que ese día la tuvo en sus brazos a penas por unos minutos, pues rápidamente tuvo que ser llevada a una incubadora y allí pasó 15 días en terapia intensiva, los más angustiantes que vivió Palacios, quien solo anhelaba tener a su hija con vida, “sea la condición que sea”.

Cuando confirmó el síndrome de su pequeña pensó muchas cosas, pero una de esas interrogantes que consumían su cabeza era: “¿Cómo voy a hacer con mi carrera?”. Confiesa que en ese momento pensó abandonar las tablas, porque sentía que entraba en una dimensión repleta de incertidumbres y preguntas. “Pensé que me tenía que encerrar en casa a criar una niña con síndrome de Down”.

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La existencia de Daphne en su vida ha signifcado otro tipo de aprendizajes. “He leído mucho, me he preparado mucho, aprendo todos los días de cómo tratar a un niño con esa condición”, dice.

Recuerda que el 2020 fue difícil para ella, no solo por los desafíos de la pandemia, sino también porque fue el año en que falleció su padre, se enfrentó a otros problemas personales y tenía que estar bien para su familia: recuerda que muchas veces se ‘tragó las lágrimas’ para no ser descubierta por uno de sus hijos. Las madres tienen un poder sobrenatural, afirma convencida. “Yo creo que ese poder definitivamente viene de Dios y sacamos fuerzas de donde no hay... porque dentro de mi capacidad fuera imposible sostener tantas emociones”.

Su madre, sus amigas (nombra a Maricela Gómez y Maluli Valdivieso, entre las personas que la apoyaron en todo momento) y sus hijos se convirtieron en su mayor fortaleza en estos momentos. Y aunque en un inicio mantuvo el diagnóstico en reserva por miedo, y en más de una ocasión reprochó: “¿por qué a mí?, ¿por qué a mi hija?”. Entendió algo, que su pequeña de cabellos dorados era un ángel que le fue enviado por Dios, y ahora solo la ve como una bendición que llena sus días de luz y que le da un mensaje cada día: valorar la vida.

Madre y artista

Desde que llegó Daphne a su vida, la casa de Palacios se ha convertido en una especie de sala de ensayo teatral. Asegura que procura hacer la mayor cantidad de tareas laborales cerca de sus hijos, para así poder atender cualquier emergencia de último momento. Antes de cada función teatral procura dejarlos bañados, cambiados y ‘talqueados’.

Con más de 25 años de trayectoria artística sabe que todo este ‘ajetreo’ vale la pena, ella no cambia ni su papel de madre, ni el papel que cumple sobre los escenarios. “Vibrar con la gente es mágico... esta emoción no la cambio”, declara la artista mientras rememora último personaje en la obra Cambalache.

Es así como Palacios trabaja en lo posible por mantener un equilibro entre el ser artista y ser madre. (I)