Hay que poner el dolor en palabras. Esa es la búsqueda con que parte la novela A orillas de un relato, de la escritora y comunicadora guayaquileña Carolina Andrade, recibida este año por la comunidad lectora, librera y editorial como el retorno de la autora. La anterior novela fue Frágiles (2009).

“Es el primer texto que publico después de catorce años. No quiere decir que no haya escrito, pero todo lo que hice en ese tiempo está en la basura”, confiesa Andrade (Guayaquil, 1963). Escribía a la espera de un texto del que estuviera segura que valiera la pena pasar a impresión. “De alguna forma, A orillas de un relato (presentada por b@ez.editor.es el pasado 9 de julio en el Teatro Sánchez Aguilar) para mí lo es”.

Convencida de la necesidad de darle una buena historia a su dolor, desencantada de los recursos de la medicina y la terapia, la protagonista lo intenta una vez más. A manera de quien habla con su terapeuta, empieza a soltarnos el hilo de cómo, cuando estaba en aparente buena salud y estabilidad, se dejó enrolar en un experimento social que tomó diez años de su vida.

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Aislada junto con un pequeño grupo de participantes, pasan por distintas pruebas mientras son evaluados, en una dinámica que hace recordar a El gran hermano, a Lost y a Survivor. En aquella familia fabricada, cada uno toma un rol y se vuelven para la protagonista sujetos de deseo, envidia, complicidad, frustración o desprecio. La dinámica les da la posibilidad de conocerse a sí mismos, pero también de excederse y causarse daño, y lo hacen, para luego tratar de olvidarlo, como “gente normal que ha actuado raro” y que ahora quiere tomar distancia de todo eso.

Pero tiempo después de salir, el dolor ya no le permite a la protagonista ignorar los recuerdos, y así pide ayuda para contar lo que le hicieron, y junto con ella empezamos a entender lo que realmente ocurrió durante esos años.

Carolina Andrade publica su primera novela corta

“Ella sabe que tiene cosas pendientes, sabe que no está bien, pero no puede decirlo, de ahí el título” (a orillas, pero sin llegar del todo), dice Andrade. “No puede entenderse a sí misma, entonces comienza a inventar una serie de relatos truncados y a descargarse de responsabilidades, a decir: ‘Yo fui víctima de un experimento’. Es un juego con el lector, porque este debe ver, entre todo lo que ella va inventando, qué es lo que le ha pasado, qué le duele a esta mujer, cuál es la verdad”.

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Con la publicación de A orillas de un relato, Carolina Andrade coincide con el anuncio de París 5, novela de otra autora guayaquileña, Liliana Miraglia, quien también vuelve a presentar un escrito después de un tiempo. Ellas compartirán escenario en eventos como el festival Museo Tomado, en agosto, y la Feria Internacional del Libro de Guayaquil, en septiembre.

Las pausas para sacar un libro no solo se deben al deseo de pulir un texto. “A los escritores nos gusta ser leídos, y para eso hay que pasar por la publicación, un proceso que puede ser no muy agradable; algunos cuentan con un agente literario o una editorial grande, eso es un privilegio, pero la mayoría tenemos que pelear, en Ecuador es así, nadie arriesga por nosotros”, alega Andrade.

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Esto pasa, opina, porque el oficio de escritor no se toma en serio. “Los artistas, no solo los literatos, hacen un gran esfuerzo por ejercer su arte y hay muy poca gente que lo consume. Es una responsabilidad mantenerse en lo que uno hace en toda su complejidad y cumplir con el proceso”.

Escribir, en el país, no es una actividad económica, agrega y aclara que no se espera una gran ganancia, pero sí apoyo y difusión. “Las librerías deberían tener un tratamiento especial para los escritores ecuatorianos, creo que lo agradeceríamos mucho”. Poner un nuevo libro en las estanterías no es imposible, pero sí engorroso. El apoyo en la promoción y algún tipo de subsidio para las publicaciones serían de gran ayuda, comenta.

Y hay una deuda aún mayor, opina desde su mirada de educadora, y esta viene de parte del Estado: la formación de lectores. “Soy profesora universitaria y hay jóvenes que llegan a la universidad después de pasar trece años en el sistema educativo, en los que no han leído una sola novela completa”, asevera. “Y también hay unas diferencias brutales entre esos alumnos y los que han estado leyendo desde la primaria; ese desbalance se mantiene”.

Al momento, A orillas de un relato está disponible en Librería Rayuela. (F)

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