Pese a un largo retraso por problemas de logística y una dilatada asistencia por parte del público guayaquileño, el festival Saca el Diablo se realizó en el Arena Park de Samborondón.
La tarde y noche del sábado, artistas independientes pusieron lo mejor de sus repertorios en un escenario que contó con sonido e iluminación de lujo, dignos de un evento de primer nivel.
El venezolano radicado en Ibarra Jammal Sánchez (@jammalsanchez) conversó con este Diario antes de su presentación y confesó que, pese a lo difícil que fue dejar su país hace casi ocho años, en Ecuador ha logrado vivir trabajando en su música.
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“Mis jefes son mi público y las plataformas (entre risas). Agradezco mucho por oportunidades como estas, que no se dan todos los días”.
Amante del soul, blues y jazz, Jammal sorprendió a los asistentes, que al inicio parecieron un poco esquivos ante la energía que desbordaba el intérprete, que ha logrado estar tres veces en el top 50 de Spotify Ecuador.
Luis Alcívar (@luisalcivarok) fue el primer solista guayaquileño en subirse a la tarima. Rodeado de la vibra del reggae, tocó sus canciones sin pausas, además de empezar con algo que marcaría la jornada de casi todos los protagonistas del show: las colaboraciones. El reconocido rapero guayaquileño Cholo se sumó a Alcívar para recibir los aplausos de la gente.
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La Banda Brava (@labandabravagye) es una agrupación que comenzó siendo un ensamble de latin jazz; luego fue la banda soporte de solistas locales y terminó despuntando con su propia creatividad, según comentaron algunos de sus integrantes en exclusiva para Diario EL UNIVERSO.
“Todos somos músicos académicos que disfrutamos de poner a bailar a la gente, pero nos gusta dar un mensaje. También somos maestros de música y sabemos que hay muchos niños escuchando; esto puede llegar a ellos y cambiarles la perspectiva, como ocurrió en algún momento con nosotros”.
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Su intervención fue un conjunto de nostalgia y ritmos que identifican a Guayaquil, como el bolero, la salsa y demás. También invitaron a quien continuó la fiesta, Alex Eugenio (@elromanticodelaperla), de amplia trayectoria en el panorama de música independiente local. Llegó con lo que él denomina bolero wave y su característico sonido, que fusiona bossa nova, bolero, salsa y se complementa con su particular voz. Alex le devolvió el favor a La Banda Brava y compartió con la solista quiteña Muy Valen, pero además incluyó a Michelle Espinosa, una de las voces jóvenes más sonadas del año anterior.
Desde Galápagos llegó Arkabuz (@arkabuz.galapagos), una banda que fusiona el rock, funk, las letras que relatan los paisajes de las Islas Encantadas y el mensaje de paz sobre todas las cosas. Canciones como Puerto chino, Melocotón (en la que invitaron a Cholo) y Vive libre fueron coreadas por la gente, que ya empezaba a calentar la fría noche porteña.
Paola Navarrete (@paolanavarretea) dio un emotivo show, que tuvo como elemento principal su inconfundible voz. Pese a haber dejado Guayaquil hace más de diez años, el público local sigue dándole mucho afecto; esto es recíproco, ya que en cada intermedio aprovechaba para recordárselo. La cantante Grecia Albán fue presencia honorífica en este acto.
Machaka (@machakaunique) superó las expectativas, y su éxito Las +593 encendió la llama del ecuadorian sabrosura, ritmo con el que suele autoidentificarse. Por supuesto, hubo canciones que se encargaron de dejar una nueva huella entre oyentes que fueron buscando cobre y encontraron oro.
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Los coestelares de la noche fueron los ya tradicionales Verde 70 (@verde70oficial), que, aunque tuvieron un show de duración reducida debido al formato del festival, pusieron a cantar a todos con sus éxitos Palabras y En la inmensidad, incluso subiendo a un ferviente espectador al escenario a cantar junto con ellos. Presentaron también su nuevo sonido con el más reciente sencillo Homosapiens. El rock sigue siendo su bandera, pero innovar es su búsqueda constante.
Al terminar la extensa jornada, Papaya Dada (@papayadada) dio cátedra en lo que a fiesta y baile se refiere, dejando a sus seguidores más que satisfechos con un espectáculo de luces y una verdadera muestra de cómo disfrutar la cumbia ecuatoriana. Incesantes y frenéticos, demostrándoles mucho cariño a los guayaquileños que esperaron hasta alrededor de las dos de la mañana para concluir el evento.
El público guayaquileño suele ser muy exigente con los artistas, quienes se entregan a ojos cerrados aunque no siempre obtengan buenos resultados. Iniciativas como el festival Saca el Diablo son necesarios para marcar precedente sobre lo que la gente quiere ver y escuchar. La música local no claudica y busca quedarse en el oído colectivo. (O)