El cantautor español Joaquín Sabina confirmó este jueves, 4 de julio, que entre febrero y noviembre de 2025 hará la que será su última gira en grandes escenarios: Hola y Adiós. Esta comenzará en América y ha sido una crónica anunciada en los últimos años, que han sido sembrados de señales que anticipaban este punto en su carrera.
La mala salud del artista se ha considerado siempre como un lastre que condicionaba a sobremanera sus actuaciones, especialmente desde 2001, cuando sufrió un accidente isquémico cerebral leve por el que fue ingresado.
Aquel susto obligó a Sabina (nacido en 1949) a reformular sus hábitos luego de una vida de excesos para, en general, “maltratarse mucho menos”, como indicó a EFE después de la publicación de su álbum Dímelo en la calle (2002), cuando confesó su preocupación por “envejecer, por la salud” y por no ser querido por “las mujeres”.
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Durante un tiempo se mantuvo más alejado de la vida pública y su salud se recuperó, pero en septiembre de 2010 volvieron los problemas y tuvo que suspender su cita en Barcelona por una caída doméstica, y en mayo de 2011 canceló sus primeros tres conciertos en Estados Unidos por problemas intestinales.
Un episodio menor, pero muy mediático, tuvo lugar en 2014 en el Wizink Center madrileño, un escenario que se ha convertido en una de sus pesadillas. A pocos minutos del final, interrumpió el concierto porque lo achacó una crisis de pánico escénico. Su representante reveló después que aquella no era la primera vez que Sabina temió desmayarse delante del público, ya que unos tres años antes en Tijuana (México) había tenido un cuadro parecido.
Durante las presentaciones de su álbum Lo niego todo, el segundo disco más vendido en España en 2017 y el primero de su discografía en solitario desde Vinagre y rosas (2009), tuvo que reprogramar las fechas de sus conciertos en Iberoamérica debido a una operación por una hernia ventral.
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En febrero de 2018 suspendió otros dos conciertos en México “por un golpe en el ojo, con fuerte hematoma e hinchazón”, que se provocó por un “pequeño mareo”. En abril de ese año, una tromboflebitis en la pierna izquierda lo obligó a posponer varios conciertos que finalmente no se celebraron.
Y en junio, de nuevo en el Wizink Center, interrumpió el concierto a la hora y media de actuación, según el parte médico fue por “una disfonía aguda consecuencia de un proceso vírico”.
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“No están viendo ustedes un buen concierto por mi parte hoy”, reconoció a mitad del espectáculo, en medio de lo que calificó como una “gira interminable” que lo había tenido “recorriendo pasillos de sórdidos hospitales”.
De nuevo en el mismo escenario en 2020, durante la gira con su amigo Joan Manuel Serrat, tuvo lugar el percance más reciente y grave de su carrera cuando se desequilibró en el escenario por un cable y la luz de un foco y cayó al foso desde una altura de unos dos metros.
Joaquín Sabina fue operado de un derrame cerebral tras caída durante concierto en Madrid
“Cuando les cuenten que envejecer es una cosa fantástica, porque la experiencia y la sabiduría... Mienten como bellacos. Envejecer es una p... mierda”, dijo Sabina tiempo después, tras ser intervenido por las heridas que le provocó esa caída.
“¡Superviviente, sí, maldita sea!”, cantaba en su tema Lágrimas de mármol, unas palabras que resonaban especialmente en su gira en 2023, la que lo devolvió a los escenarios con un título tan oportuno como Contra todo pronóstico, con un gran éxito.
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Pero al mismo tiempo dejaba clara la cada vez mayor incertidumbre sobre su vuelta más adelante, en un formato que cada vez se le hacía más cuesta arriba al artista.
En paralelo, tuvo el ejemplo de uno de sus mayores amigos, el citado Joan Manuel Serrat, que en 2022 decidió celebrar también su gran gira de despedida en un momento aún óptimo. (E)
