Dos hombres con botas de caucho se internan la madrugada del miércoles 10 de julio por un camino de tierra hacia una covacha para faenar reses, al pie del río Amarillo, en Jujan, Guayas. Al llegar a la cabaña empieza la jornada. En el piso de cemento yace el cuerpo de una vaca sin vísceras ni pezuñas.

Mientras un hombre le retira la piel, pide que no le tomen fotos. Otro escurre la sangre del animal por la ribera del río. Lo hacen en medio del monte e insectos, sin mascarilla, guantes, cuchillos desinfectados, ni la presencia de un veterinario.

“Necesitamos un camal, por eso trabajamos así. Tiraron el camal y no hicieron otro”, justifica uno de los hombres de la covacha. Otro dice que si las autoridades descubren este sitio solo les “queda ir a robar”.

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De los 25 cantones del Guayas, Jujan es uno de los 13 que no tiene un camal municipal autorizado para procesar carne apta para el consumo.

Ahí, pero en el sector de Las Lomas se matan chanchos en unos patios. La sangre de los animales desemboca por una zanja. “Frente al parque un señor mata puercos. Esa sangre sale acá”, denuncia Esthela.

En el barrio Las Lomas, en Jujan, hay una zanja en la que desemboca sangre de animales faenados en el sector. Crédito: Jonathan Palma.

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La alcaldesa de Jujan, Ángela Herrera, no atendió una entrevista de este Diario. Sin embargo, la comisaria municipal, Edith Ruiz, confirma las quejas: “Vamos a conversar, a ver si se llevan eso a otro lugar”.

En varias casas del barrio Las Lomas se crían chanchos para luego ser faenados. Crédito: Jonathan Palma.

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Sitios como estos incumplen el manual de prácticas sanitarias que aplica Agrocalidad, entidad del Ministerio de Agricultura que inspecciona y habilita los centros de faenamiento públicos y privados.

La mayoría de camales que reprueban los controles carecen de agua potable, separación de áreas limpias y sucias, y veterinario, según Agrocalidad.

Esta entidad también otorga una certificación de calidad a los centros de faenamiento que cumplen con el 75% o más de los requisitos. De los trece camales municipales que funcionan en Guayas, solo tres tienen esa acreditación. El resto de locales figuran como activos pese a que no cumplen con ciertos requerimientos, cuya sanción, según el manual, es el cierre. Medida que no se la aplica.

“Nos quedaríamos sin camales y es un problema”, reconoce Paola Echeverría, funcionaria de Inocuidad, de Agrocalidad, y aclara que exigen a los centros con falencias un plan de mejoras, en un tiempo estimado.

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La demanda de faenamiento en la provincia también la atienden negocios privados. De 58 locales registrados por Agrocalidad, 29 están habilitados. Uno de estos es el local Jiménez, en Milagro, donde solo se faenan vacas.

En ese cantón, en cambio, hay quienes matan chanchos en sitios clandestinos, como en el barrio Margarita 1, cerca del camal municipal que permanece cerrado. “Ahí, en la puerta negra apesta”, cuenta Luis.

El director de Agrocalidad en Guayas, Mauricio Velasco, explica que la falta de inversión de los municipios en centros de faenamiento incide en la proliferación de sitios ilegales.

“Si hay un centro habilitado los productores no van a tener la necesidad de faenar en sus casas o en lugares no adecuados”, argumenta Velasco, quien afirma que han clasurado diez de estos puntos en este año.

#Guayas | #Agrocalidad en conjunto con la UPMA realizaron clausura de un matadero clandestino en el cantón El Empalme, donde se decomisaron 8 animales faenados y 2 bovinos en pie por riesgo sanitario. #ProtegemosLoQueConsumes pic.twitter.com/uSSKg5Kv55

Ganado bovino permanece en un corral del camal municipal de Milagro antes de ser trasladado a matadero privado. 

El alcalde de Milagro, Francisco Asán, asegura que en su anterior gestión (2009-2014), cancelaron el faenamiento de bovinos porque no era rentable, ya que las “tasas no alcanzaban para cubrir gastos”, sumado a un problema de salubridad debido a que “descargaban desechos al río”. Atrás del camal son visibles cráneos y mandíbulas.

Parte ósea de un animal que fue faenado en camal municipal de Milagro, que permanece cerrado.

Ese tipo de contaminación afecta a personas y animales que se sirven del río, advierte el biólogo Jorge Intriago: “Puede haber presencia de bacterias, microorganismos, virus”.

El mal olor y el ruido de los mataderos ilegales también molesta a la comunidad. Martha, de unos 50 años, se queja de uno de estos sitios en el sector 13 de Los Helechos, en Durán, cantón sin camal público: “Da pena escuchar a los animales”.

El dueño de ese sitio, Marcos Bolaños, asegura que la entonces alcaldesa Alexandra Arce, quien no aceptó una entrevista, lo autorizó y a otras siete personas para que faenaran en sus casas: “Ella nos prometió el camal y no hizo nada”.

Un operario del camal municipal de Guayaquil, del barrio Cuba, usa un uniforme adecuado y una cierra desinfectada para realizar el faenamiento de la carne. Crédito: Ángel Aguirre.

Parte de la carne que se consume en Durán proviene del camal municipal de Guayaquil (barrio Cuba), local que a pesar de contar con equipos y procesos adecuados no tiene la certificación de calidad por estar dentro de la urbe. Ahí, el animal es aturdido con una máquina, luego es sacrificado y su carne revisada por un veterinario. “Se le aplica ácido láctico para desinfectarla”, explica la jefa del camal, Claudia Iglesias.(I)