Los habitantes de Belén están acostumbrados a ver los autobuses turísticos que llegan a la iglesia de la Natividad, descargan sus pasajeros por unas horas en el sitio donde nació Jesús y se regresan a Israel.

En los últimos años, no obstante, ha surgido una nueva alternativa turística, enfocada en los residentes de los pueblos palestinos de la margen occidental del río Jordán, en su cultura, su historia y sus dificultades bajo la ocupación israelí.

El aluvión de turistas que se espera para la época navideña tiene ahora la opción que quedarse en casas antiguas, saborear los platos locales en los mercados y empaparse del arte distópico de un hotel diseñado por el artista británico de graffitis Banksy.

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La gran atracción de Belén es la iglesia de la Natividad, del siglo VI, construida en el sitio donde se cree que nació Jesús, en un pesebre. Renovaciones de los últimos años evitaron el derrumbe del techo y sacaron a la luz coloridos mosaicos en las paredes con escenas de ángeles y santos.

Este mismo mes el Vaticano devolvió una pequeña parte de lo que los cristianos creen es el pesebre original, que había sido enviado a Roma como un regalo al papa en el siglo VII. La reliquia, del tamaño de un dedo, está guardada en una caja de plata y puede ser vista en una capilla de la iglesia.

En la Plaza del Pesebre, pegada a la iglesia, hay un enorme árbol de Navidad y se planifican allí ceremonias de distintas denominaciones. El 7 de enero tendrá lugar en Belén una convención internacional de Santa Claus.

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“En general, Palestina y Tierra Santa son muy seguras, más que la mayoría de los países, por eso la gente viene”, expresó el turista Elias al-Arja. (I)