Tenía seis años cuando dejó de patear cualquier artículo redondo y empezó a entrenar y a usar una pelota de fútbol real. Camilo Medina tiene 12 años y la mitad de su vida la ha dedicado al deporte que le está enseñando sobre la disciplina y la constancia: el fútbol.

Bélgica Palacios, su madre, quien es oriunda de Quinindé, Esmeraldas, recuerda que apenas empezaba a caminar cuando Camilo ya tomaba cualquier juguete y lo pateaba dentro de su casa, ubicada en el sector de Unión de Bananeros, en el sur de Guayaquil.

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Los juguetes livianos los lanzaba con fuerza con las piernas hacia cualquier espacio que lo convertía en arco. Pasó de patear juguetes a pelotas armadas con papel periódico y cinta y a patear pelotas reales.

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Su casa se convirtió en una cancha improvisada hasta que a los seis pisó una real, en el mismo sector en el que vive, en el sur. La afición de Camilo era tal que su madre recuerda que en una fiesta de Navidad él cambió una canasta con productos que se había ganado por un balón.

Luego de ese episodio, su madre decidió inscribirlo en una escuela para que agote su energía, sin saber que ese sería el inicio de su pasión.

Bélgica recuerda que era tanta la emoción de Camilo por entrenar en su primera escuela barrial que ella reunió dinero y le compró ropa para entrenar y unos zapatos de lona.

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A pesar de que estos zapatos no eran los adecuados para la cancha y para el deporte que iba a practicar, a Camilo no le impidió demostrar sus destrezas y dejarse pulir por los profesores. Él empezó a entrenar durante cursos vacacionales hasta que se unió a grupos con entrenamientos más avanzados.

El futbolista forma parte de las escuelas sociodeportivas impulsadas por la Alcaldía de Guayaquil, en el proyecto junto con la Junta de Beneficencia de Guayaquil y el Atlético de Madrid. Foto: José Beltrán

En sus 12 años ha pasado por al menos tres escuelas barriales, todas en su sector. Desde que empezó a entrenar se perfiló como delantero, posición en la que hasta el momento juega.

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En los años que lleva entrenando, cuenta su madre, ha ganado varias distinciones. De hecho, una esquina de su cuarto la ha convertido en un especie de ‘altar’. Allí él guarda trofeos y las más de 16 medallas que ha recibido durante sus participaciones en ligas y torneos.

“Yo lo veo y pienso: ‘Mi hijo ha sido privilegiado’. Él me dice: ‘Mami, yo quiero ser un gran futbolista, yo quiero ser como Neymar’. La aspiración de él es llegar lejos, ser un buen futbolista donde le toque”, dice su madre.

A sus 12 años ha recorrido diferentes ciudades del país por el fútbol y ahora está próximo a viajar por primera vez a Europa. Camilo forma parte del grupo de jóvenes de las escuelas sociodeportivas impulsadas por la Alcaldía de Guayaquil, en el proyecto junto con la Junta de Beneficencia de Guayaquil y el Atlético de Madrid.

Él se unió a esta última escuela sociodeportiva luego de ser reclutado en diciembre de 2023.

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Ahora, el próximo 4 de abril viajará a España junto con otros seis jóvenes de entre 12 y 17 años, becados por la Junta para tener una experiencia en la residencia del club español.

Este, sin embargo, no es el primer viaje que realiza con la escuela, ya que pisó tierras colombianas para jugar junto con su equipo en 2023.

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Camilo ve al fútbol como su más grande afición, pero no descuida los estudios. Durante el 2023, y en los seis años que lleva entrenando, busca al menos dos horas para dedicarse a pulir su juego. Ahora, incluso, está buscando ingresar a un colegio en la mañana para poder tener libres las tardes y entrenar sin problema.

Él ve en el deporte algo que lo llena de energía. De hecho, dice que, si no llega a profesionalizarse, quiere ser médico.

“Mi sueño más grande es ser parte de la Selección, ser parte de la Tri, y yo quiero seguir jugando bien para llegar hasta ahí”, revela el pequeño futbolista de 12 años.

Su madre le da ánimos y asimismo lo aterriza, y a su corta edad le dice que debe estudiar, graduarse y tener otra profesión. Le dice también que debe ser disciplinado y trazarse metas, aunque esto último ya lo tiene en mente desde que tiene uso de razón. (I)