Con la primera nota que sale del saxofón de Luis Bonoso Torres, los transeúntes que pasan por el Malecón Simón Bolívar se empiezan a aglomerar a su alrededor. Y es que no solo se quedan a admirar su talento con ese instrumento, sino que les llama la atención la facilidad de palabras que tiene al hablar y al entonar melodías de artistas reconocidos, como Frank Sinatra.

Su performance es sencilla, se mueve lentamente y cierra los ojos, por momentos, a medida que transcurre la canción que lee en el teléfono que tiene sujetado a un trípode. El saxo lo tiene amarrado a una especie de arnés que rodea su cintura. Frente a él, el estuche del instrumento le sirve para recoger las monedas que los espectadores le suelen lanzar.

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Por un parlante se escucha a lo lejos una pista musical suave que le da la pauta para empezar a tocar. Toma aire y empieza a deleitar a las personas que cruzan por este sitio turístico.

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Aunque parecería que Luis nació con el talento en sus manos desde niño, el inicio de su vida musical fue a los 18 años, cuando se decantó por el instrumento al ingresar a una academia de música ubicada en el centro de Guayaquil. Manipular el saxofón fue un reto, ya que no lo conocía bien y no podía entonarlo de forma que emitiera un sonido agradable al oído.

Fue un maestro quien con mucha paciencia le enseñó desde cómo tomar el instrumento hasta cómo mover los dedos y tomar aire de forma adecuada para que suene bien.

Para Luis, construir una vida con base en la música fue complejo. En un principio, incluso, estudiaba una carrera relacionada con idiomas y tuvo trabajos bajo relación de dependencia, ninguno relacionado con el arte. Poco a poco, a medida que se especializaba en el saxofón, dejó de lado los oficios alejados de la música y tomó esta destreza como su oficio a tiempo completo.

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En los primeros años como artista formó parte de grupos en los que tenía su rol como saxofonista. Sin embargo, hubo un momento en el que decidió arriesgarse a ser un artista urbano y empezar a tocar en las calles.

Hace unos diez años se convenció de su talento y de la afición que estaba construyendo poco a poco. En ese proceso también ingresó a estudiar Artes Musicales, carrera que aún cursa.

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En las calles aprendió a lidiar con los malos comentarios, pero también a acoger las frases motivacionales que le expresan los transeúntes. Siempre recuerda que el primer punto en el que se colocó con su instrumento fue en el centro, en Boyacá y 9 de Octubre. En ese tiempo, el rol de un músico de calle no era bien visto e incluso se lidiaba con los controles que ejercían los metropolitanos.

Pese a ello, luego de tantos años, Luis aún ve el centro como la plataforma artística en la que tiene libertad para expresarse.

En calles cercanas al Malecón Simón Bolívar se coloca con su saxofón, una silla y un parlante inalámbrico. También lleva siempre una bandera de Ecuador, porque para él es importante que los turistas o la gente que camina por el centro y lo observa sepan que él es ecuatoriano. Muchas de las veces se han detenido personas a preguntarle si es peruano o venezolano.

“Soy ecuatoriano”, le dice a la gente que aprecia su arte.

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Su jornada empieza todos los días a las 09:00 y se extiende hasta las 19:00. Bonoso viaja desde Durán hasta Guayaquil a diario en taxirruta. En la calle ha encontrado sus lugares para descansar, para alimentarse e incluso para recargarse de buenas energías para seguir.

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El apego con el saxofón lo tiene tan marcado que incluso porta todos los días un collar de acero con la figura del instrumento. Cuando se le consulta el porqué de la joya, suele decir que es su insignia y lo que lo ha ayudado a crecer y a sostenerse en los últimos diez años.

En los últimos meses, el río Guayas es el fiel acompañante de Luis Bonoso. En el malecón suele tocar frente al Hemiciclo de la Rotonda o frente a las letras corpóreas que dicen “Guayaquil”. La brisa y la cantidad de turistas que frecuentan el sitio le alimentan las ganas de seguir como un artista independiente.

Los años que lleva en la calle también lo han convertido en una persona muy analítica. De acuerdo a donde se coloque, mira su entorno y, según lo que observa, entona melodías más movidas o con un tono más reflexivo. El saxofón no ve cercano dejarlo, pues es la herramienta que le da el sustento diario y le ha abierto oportunidades que alimentan su trayectoria en la ciudad. (I)