La vida de Pedro Luna gira en torno a una cinta sujetada a dos árboles que le permite saltar y hacer piruetas en el aire para ganarse su sustento diario. El arte que demuestra en las calles es el slackline (cuerda tensa), un deporte que consiste en conseguir un equilibrio absoluto con el 100 % del cuerpo para dar saltos y rebotes.

Desde hace diez años, el venezolano de 30 años se sumergió en esta práctica que ahora le permite subsistir en la ciudad y enviar dinero a su familia, que está en su país de origen. Antes se ganaba la vida con diferentes oficios, la carpintería fue uno de ellos.

Jóvenes apasionados por el ‘breakdance’ se toman las calles de Guayaquil para demostrar su arte

Hace cinco años, cuando aún no llegaba a Ecuador, empezó a vivir de esta actividad que ahora la muestra en los semáforos. Antes participaba de eventos y competiciones en esta rama. En Ecuador está radicado desde hace dos años.

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Fue un amigo quien le mostró este deporte y quien también lo motivó a que se lance a las calles. Pedro es de Valencia, estado Carabobo, y hoy por hoy el slackline es su medio de subsistencia.

Su día se inicia a las 04:30, desayuna arepas y hace un calentamiento previo para evitar lesiones.

Al inicio sufrió, como todos los que practican este deporte, de lesiones en el tobillo y en los dedos de los pies cuando aprendía las técnicas de la cuerda; pero no desmayó. Él asegura que esto es parte de su vida.

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Unos 45 minutos le toma a Pedro tensar la cuerda sobre la que hará los saltos en el día. Foto: El Universo

A las 06:00, baraja opciones de sitios en los que se ubicará durante las casi ocho horas del día que trabaja. Su rutina es sencilla, llega al sitio que por lo general debe tener árboles o postes para tensar la cuerda y empieza las pruebas para medir el rebote. Este procedimiento le toma al menos 45 minutos.

Entre los lugares en los que se ubica en Guayaquil están la avenida Carlos Plaza Dañín y Las Aguas, ambas en el norte de urbe.

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Luego, procede a cambiarse. Usa todos los días un disfraz de Spiderman (Hombre Araña) que es pegado al cuerpo, también un máscara del mismo personaje y zapatos deportivos cómodos.

El arte, como lo cataloga, le ha permitido llegar a varias ciudades como Lima, Bogotá, Cali, Medellín, Quito y Guayaquil. En el Puerto Principal ya lo reconocen y le dicen Spiderman. Desde hace tres años decidió sumar el traje del personaje para darle realismo a lo que hace, con ello ha ganado la aceptación del público infantil.

“Me ven con el traje y como hago con las manos lo que hace Spiderman, ya me dicen: ve, el Spiderman y me regalan una sonrisa”, dice. Pedro asegura que no absorbe los comentarios negativos, pero sí las sonrisas de los niños y quienes lo apoyan.

Pedro Luna llegó a Ecuador hace dos años. Desde hace cinco trabaja en las calles practicando el deporte de la línea floja. Foto: El Universo

El asombro de los conductores es a diario, a pesar de que algunos lo vean varias veces durante el día o en la semana. En los 25 segundos que le toma hacer su presentación, logra captar la atención de transeúntes y de personas al volante, quienes esbozan sonrisas cuando observan la buena energía con la que realiza los saltos.

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“Se necesitan ganas, cualquier persona puede hacerlo, se necesita amor a la cuerda y sentirse cómodo. No irse a los primeros latigazos porque obvio va a golpear, pero somos capaces de crear lo que queramos”, afirma Luna, motivado a diario por la aceptación que tiene en las calles.

Para Pedro, el mantener la buena actitud y amor hacia lo que hace es lo que ha hecho que cada vez gane más aplausos y colaboración.

Después de que estás en cuerda es solo eso, si estás pensando en el arriendo o que el semáforo no está pagando ya mejor no te subas porque te vas a golpear o te va a ir mal”.

Pedro Luna, quien practica slackline desde hace 10 años.

“Después de que estás en cuerda es solo eso, si estás pensando en el arriendo o que el semáforo no está pagando ya mejor no te subas porque te vas a golpear o te va a ir mal”, relata.

En un buen día puede llegar a conseguir hasta $ 50, lo que le permite solventar sus gastos en el sitio en el que vive en Mapasingue y enviar a su esposa y tres hijos de 5, 3 y 8 años que viven en Venezuela.

Los días no tan buenos alcanza los $ 10, por lo que asegura que aprovecha los días buenos para guardar lo necesario.

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Con la cuerda, atada a árboles o postes, puede alcanzar los 3 metros. El slackline, dice Pedro, le ha dado la sensación volar, de no tener un límite.

“Si lo aprendes (el deporte) por dinero, hazlo. Si lo aprendes por amor, hazlo con lo mejor”, asegura.

Sin embargo, sus días tienen matices. A diario lucha contra los controles que se ejecutan en la ciudad para despejar el espacio público. En enero, cuenta, personal del Municipio lo sacó de una zona del norte y se le llevó su cuerda.

En ese mes, desistió de volver a las calles, pues esto lo desmotivó.

Asegura que en una ciudad y en un país que se ha vuelto tan peligroso por la ola de violencia e inseguridad, el arte es una bocanada de aire fresco que transforma y reconstruye. (I)