En el Teatro Sánchez Aguilar (TSA) se presentará hasta el 26 de enero Enredos Vol. 2. Este musical regresa a esa sala de teatro con su segunda entrega, que tiene como repertorio musical canciones de artistas ecuatorianos como Pamela Cortés, Fausto Miño, Tranzas, entre otros.

La obra, que trata de confirmar que los lazos familiares pueden resultar verdaderos enredos, cuenta la historia de Amelia (Dayana Sengés), quien tiene gran incredulidad acerca del amor y una decepción terrible con su padre, Paúl (Fabo Doja). En el camino es impulsada por su amiga Rocío, interpretada por Bella Montalvo, y llegará hasta el final para encontrarse con su destino. Además, cantan y actúan Ana Passeri, Cachita Montalvo, Elena Cáceres, Fabo Doja, y una actuación especial y que transmite mucho afecto la de Omar Montalvo haciendo el papel del abuelo de Genaro.

Dirigida por Sebastián Sánchez y libreto escrito por Christian Valencia, la pieza tiene como eje central hacer un recorrido generacional, no por nada su personaje principal lleva el nombre de Genaro (interpretado por Diego Chiang).

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El musical intenta mostrar al público el presente de la juventud de hoy, sus ideas, sus formas de relaciones, de enamorarse y cómo era, y es ahora, la de los más antigüitos de las familias. Es lo rescatable de la obra en materia dramatúrgica, de ahí lo demás que queda será para pasar un bonito momento en familia.

Al presentar varias generaciones, aunque haya faltado ahondar en el aspecto cultural, ya va haciendo una conexión con el público. Pero falta fuerza en el guion, que solo quedó en libreto. Si hablamos de guion nos referimos a la dramaturgia, a la estructuración de los personajes y diálogos, al concepto de la historia, a la puesta en escena; el libreto, en cambio, es solo lo que se va a expresar, leer o declamar. Aquí los diálogos fueron superados por las letras de las canciones que sonaron. Punto para los cantautores nacionales.

Es una obra familiar y para todo público. Para que quienes vivieron la juventud en las épocas de los años 90 recuerden con nostalgia las canciones ecuatorianas que dedicaban a sus amores y las nuevas generaciones conozcan lo que hoy en día no suena en las radios.

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Esa fue una gran idea para convocar al convivio teatral. Los artistas en el escenario fueron excelentes en el canto, sin embargo, es dura la tarea de poder ser cantante y actor/actriz a la vez. Como cantantes, fueron los mejores. Pero la potencia de las letras de las canciones y de la voz de los artistas no hacía sintonía con la energía de los actores al interpretar sus personajes y eso es un tema de dirección. Coreografías, no hubo. Al momento de interpretar una canción, el artista se quedaba postrado en un solo punto y la escenografía le quedaba gigante. Faltó movimiento y faltó cuerpo.

Asimismo, la orquesta era un fantasma. Lo ideal hubiera sido, a mi parecer, que pueda estar a la vista debido a que los musicales sin su orquesta no pueden tener lugar y siendo una parte importante de la obra, es correcto que tengan su propio lugar en el escenario, no importa si modesto. No estará de más que, para una próxima ocasión, integren a un coro para darle sustancia a la obra.

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La velada teatral culmina con un bonito brindis dentro del teatro, donde nos podemos cruzar con diversos artistas y posiblemente con algún crítico teatral escondido entre ellos. Y recuerden: la crítica de teatro es una producción que implica gran esfuerzo emocional, pero siempre para hacernos mejores ¡Hasta la próxima, amigos! (O)