La conmemoración no podía ser más oportuna, en medio de las nominaciones al Óscar y la efervescencia mundial alrededor de una industria cinematográfica impactada radicalmente por la tecnología y las nuevas tendencias encauzadas por Netflix. Pero Federico Fellini nunca se regía por las mareas y los gustos populares. Cada una de sus obras es única y de sus 20 películas –junto a 8 1/2 y La Dolce Vita– siquiera hay cinco más que son catalogadas como obras cruciales en la historia del cine.

Su vocación llegó paulatinamente y se debió a su talento como dibujante, lo que lo impulsó a dejar su Rimini natal a los 18 años y buscar horizontes en Roma, donde se destacó –en medio de la II Guerra Mundial– haciendo caricaturas e historietas en la revista Marco Aurelio. Allí estableció sus primeros encuentros con escritores y guionistas que lo conectaron al legendario realizador Roberto Rossellini. Fellini fue coguionista de Roma ciudad abierta, un clásico del neorrealismo italiano, la revolucionaria alternativa italiana a las fantasías rosadas que llegaban de Hollywood.

Fellini y sus estrellas en 8 1/2. Marcello Mastroianni, Sandra Milo, Anouk Aimée, Barbara Steele y Rosella Falk.

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El neorrealismo fue la base de Fellini en sus primeras creaciones de los años 50, como El jeque blanco, Los inútiles, La Strada, Las noches de Cabiria. Estas dos últimas obtuvieron el Óscar y un reconocimiento internacional relevante de la crítica: “Mi vocación más auténtica es representar todo cuanto veo, todo aquello que me golpea, me fascina, me sorprende”, decía. En 1960 La Dolce Vita irrumpió –o explotó– en el Festival de Cannes con el ruido de una de esas minas escondidas en terrenos bélicos. El neorrealismo quedaba atrás en un inmenso mural audiovisual ahora en widescreen –pantalla panorámica–, de tres horas de duración, sobre la sociedad romana como un símbolo de la decadencia de la civilización occidental. La película y sus estrellas, Marcello Mastroianni y Anita Ekberg convirtieron cada estreno en un evento mediático que muchas veces encendía hogueras en diferentes lugares. Allí nacieron los paparazzi. Su protagonista era un periodista de las crónicas rojas y rosadas de Roma y su fotógrafo acompañante se llamaba Paparazzo.

La riqueza de esta obra maestra tenía como base una visión personalísima del director/autor por excelencia. Con Fellini se patentó el término del cine de autor y también el calificativo ‘felliniesco’, para definir algo que nos impacta por lo insólito o extravagante".

Lo ‘felliniesco’

Roma. ¿Documental o fantasía? Una pasarela de modas eclesiásticas.

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La riqueza de esta obra maestra tenía como base una visión personalísima del director/autor por excelencia. Con Fellini se patentó el término del cine de autor y también el calificativo ‘felliniesco’, para definir algo que nos impacta por lo insólito o extravagante. Con él jamás había un mensaje político o moralista sobre lo que veíamos. Pero la realidad estaba allí, los personajes eran divertidos, chocantes, buenos, malos, muchas veces amorales y venían de todos los estratos sociales. El drama del protagonista como espectador de lo que veía y vivía (Mastroianni) de repente era también el nuestro, el público que nunca había sido expuesto a un cine con esa vibra liberadora para contar verdades. Y en medio del desenfreno y de lo grotesco, siempre quedaba esa misteriosa luz redentora que se infiltraba en los espíritus con la fuerza visionaria de ‘un poeta de las imágenes’, como calificó a Fellini el escritor Georges Simenon.

Todo orquestado como una sinfonía de Beethoven con los acordes de Nino Rota, el compositor que acompañaba a Fellini en sus películas y que aquí entrega una creación tan portentosa como los increíbles diseños de sets y vestuarios en la fotografía en blanco y negro, con imágenes surrealistas que son introducidas en una narrativa que parece improvisada en el momento".

Director en crisis

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El Jeque Blanco. Alberto Sordi, gran comediante italiano.

Tres años después, lo impensable: el director retorna con 8 1/2, el filme que para algunos es la película más grande de todos los tiempos. Este cine ya no era solo de la realidad: los sueños, las memorias y las fantasías se confundían en el registro del protagonista, otra vez Mastroianni con pelo teñido de rubio, especie de alter-ego de Fellini: el director de cine con un bloqueo creativo a punto de realizar una monumental filmación sin tener guion, en medio de crisis personales en todos los niveles posibles. Todo orquestado como una sinfonía de Beethoven con los acordes de Nino Rota, el compositor que acompañaba a Fellini en sus películas y que aquí entrega una creación tan portentosa como los increíbles diseños de sets y vestuarios en la fotografía en blanco y negro, con imágenes surrealistas que son introducidas en una narrativa que parece improvisada en el momento.

Marcello Mastroianni en '8 1/2' (1963).

La película le significó el tercer Óscar a Fellini y una ovación de varios minutos que todavía es recordada en Hollywood durante la transmisión en vivo en 1964. Sus siguientes obras fueron a colores: se destacan especialmente Julieta de los Espíritus (1965) en la que volvió a trabajar con su esposa Giulietta Masina, y Satiricón, en la que se adentró en la Roma de a. C. “La hice sacándome mi cerebro de 2000 años de cristianismo”, señaló. El resultado fue un espectáculo histórico jamás visto inspirado en Petronio. La lírica Amarcord (1972) fue una especie de autobiografía de sus años en Rimini, impregnada de los sueños de su adolescencia. ¡Otro Óscar!

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Agridulce final

Satiricón. “La hice sacándome el cerebro de dos mil años de cristianismo”.

Fellini realizó 20 películas hasta su fallecimiento en 1993, con la tristeza del gran maestro que en sus tres últimos años ya ningún productor se atrevía a financiar sus “locuras”, porque con él no habían concesiones mercantilistas y la posibilidad de hacer televisión lo aterraba, a pesar de que la RAI lo convenció para realizar Prueba de orquesta y Los payasos, motivando polémicas legales porque no permitía que sus películas fueran cortadas para dar paso a comerciales.