Se ha dicho de Las cruces sobre el agua que es la novela de Guayaquil y una memoria de la masacre del 15 de noviembre de 1922. Se ha dicho y escrito tanto de esta obra de la autoría de Joaquín Gallegos Lara, publicada en 1946, y todo es válido. Es una crónica de las primeras décadas del siglo XX de una ciudad en la que los aires de modernidad contrastan con los problemas de insalubridad y de índole económico, social y político. Y a la par, es un relato de una sólida amistad: la de Alfredo Baldeón, mulato pobre, hijo de un panadero, que poco a poco adquiere conciencia de clase, y Alfonso Cortés, intelectual blanco y de clase alta venida a menos, que se convierte en músico. Un libro en el que los personajes no están construidos de manera dicotómica, lo cual hace que supere el panfleto que muchos han querido hallar en él.