El mismísimo Napoleón Bonaparte, cuyo nombre se menciona poco y nada cuando se habla del proceso independentista del territorio que hoy conforma nuestro Ecuador, tuvo un papel relevante en los hechos ocurridos el 10 de Agosto de 1809.

El autonombrado emperador de Europa había arrebatado el trono de España al rey Fernando VII en mayo de 1808 y nombró monarca a su hermano, José I Bonaparte, hombre impopular en las colonias de América. Estas no lo reconocían como rey legítimo.

Para entender los hechos del 10 de Agosto de 1809 debemos conocer el papel de estos tres personajes.

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Por ello, el movimiento revolucionario del 10 de Agosto de 1809, por muchos años considerado el Primer Grito de la Independencia en contra de los españoles, tuvo como real propósito mostrar su apoyo local a Fernando VII y combatir a los funcionarios impuestos en esta región por José I Bonaparte. Así fue vencido el conde Ruiz de Castilla, presidente de la Real Audiencia de Quito, siendo reemplazado por Juan Pío Montúfar, conocido como el Marqués de Selva Alegre.

Prueba de esa lealtad es que los insubordinados emplearon como símbolo la bandera roja con la cruz de San Andrés, ícono representativo del ejército español.

La bandera del 10 de Agosto de 1809 es ícono del ejército español, pero fue enarbolada por los gestores de ese levantamiento histórico en Quito.

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Invitación para el rey

Sin embargo, la mayor prueba de las intenciones de esa revolución es la misiva que el victorioso pueblo quiteño envió a los seguidores de Fernando VII poco después de la insurrección, en la cual invitan al defenestrado soberano a reinar desde Quito. Ese texto fue publicado el viernes 12 de enero de 1810 en El Espectador Sevillano, junto con una introducción escrita por ese medio impreso, cuyo original permanece custodiado por la Biblioteca Municipal. A continuación transcribimos ambos, respetando el lenguaje escrito original.

(Introducción) “Para desvanecer las falsas ideas que puede haber sobre la insurreccion de Quito insertamos la siguiente proclama, de cuya veracidad nos han asegurado muchos individuos de distincion de aquella provincia: en ella se manifiesta que aquel pays permanece fiel a su soberano Fernando Séptimo, no obstante que se cree hayan depuesto al presidente y algunos ministros de su Audiencia, y establecido en su lugar una junta provincial”.

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(Carta) “… Fieles y valerosos españoles: lo que habeis hecho y haceis para resistir a nuestro comun enemigo (se refieren a Napoleón Bonaparte), los heroycos esfuerzos de vuestra fidelidad y valor para romper las cadenas con que ha querido oprimiros el mas iniquo usurpador, os han hecho mas dignos de nuestro amor y ternura. Si sois tan desgraciados, que al fin tengais que ceder a un triste destino, huid del Faraon del siglo XVIII; pasad los mares: la América es la tierra prometida en premio de vuestra fidelidad. Tenemos una misma sangre, una misma religión y un mismo rey; no vereis jamas manos sacrilegas que incendien los templos, ni iniquos que los profanen; nunca vereis dudar de la Providencia, de la inmortalidad del alma, ni de la existencia del Dios de nuestros padres. Si quereis campiñas cubiertas de viñas y de olivos, el fecundo Chile y las fertiles márgenes del mar, que baña el Perú, satisfaran vuestros deseos. Si queréis oro y plata, los montes de toda América os abrirán sus tesoros, y se adelantarán á vuestras necesidades. Si apeteceis un clima benigno sin los hielos del norte, y sin abrasadores rayos del mediodia, en donde veais los campos cubiertos siempre de un verdor variado, las rubias espigas agitadas blandamente de zéfiros suaves, los arboles cubiertos de hojas, flores y frutos, en donde reyna la hospitalidad; venid á Quito; venid, hermanos nuestros: terrenos incultos, pero fecundos, nos rodean por todas partes; una naturaleza nueva y risueña os convida, no es la tierra aquí el patrimonio de los poderosos, no os veréis precisados á ganar vuestro pan a fuerza de sudores, de humillaciones y desprecios; los sagrados vinculos que nos unen se estrecharan mas y mas; nada nos falta, sino brazos é industria; traedla, y viviremos felices y seguros. Sabéis que la América ha sido siempre el asilo de los desgraciados; conocéis la dulzura de nuestro caracter y la generosidad de nuestros corazones; venid con Fernando VII, venid a nuestros brazos; nada os faltará, de nada necesitareis, esta es vuestra patria; pues lo es de vuestros amigos, de vuestros hijos y de vuestros hermanos”.

El regreso del déspota

Fernando VII nunca aceptó la invitación y los quiteños sufrieron una arremetida cruel con la matanza del 2 de Agosto de 1810, ordenada por los bonapartistas.

Sin embargo, Napoleón terminaría por ser derrotado y Fernando VII recuperó el trono de España en mayo de 1814, siendo una de sus primeras acciones derogar la Constitución Política de la monarquía española de 1812, considerada la primera Constitución de ese país. Esa Carta Magna es llamada también La Pepa o Constitución de Cádiz, por haber sido elaborada en las Cortes de Cádiz, donde participaron tres nacidos en el territorio que hoy conforma el Ecuador: José Mejía Lequerica, Juan José Matheu (conde de Puñonrostro) y José Joaquín de Olmedo.

Esa Constitución fue abolida porque establecía un régimen liberal y constitucionalista al cual debía regirse incluso el rey, lo cual era coherente con la filosofía de Bonaparte. Pero las libertades no coincidían con los deseos de Fernando VII, defensor del absolutismo monárquico, quien desde entonces gobernó de manera déspota y vengativa en perjuicio de sus súbditos, incluidos los habitantes de las colonias de América.

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Aquello fue un detonante importante en este continente para sumar opositores a una monarquía española en tuvo su primera gran derrota el 9 de Octubre de 1820 con la independencia de naciente provincia de Guayaquil y, casi dos años después, el 24 de Mayo de 1822, con la batalla del Pichincha.

Mensaje histórico

Estas páginas de El Espectador Sevillano (España) del viernes 12 de enero de 1810 incluyen un comunicado enviado por el pueblo quiteño para mostrar su apoyo a Fernando VII, a quien consideraban como rey legítimo de España, y quien había sido defenestrado por Napoléon Bonaparte para darle el trono de ese país a su hermano, José I Napoléon. El mensaje, cuyo original reposa en la Biblioteca Municipal de Guayaquil, invita al monarca a gobernar desde Quito. Aquello se muestra en las páginas 3 y 4.

Fuente histórica: Melvin Hoyos, director de Cultura del Municipio de Guayaquil.