Los waoranis comienzan su día muy temprano en la mañana. Ellos suelen levantarse aun de madrugada, tipo 05:00, para reunirse en familia a reflexionar y conectarse con su espiritualidad más profunda entre diálogos y silencios. “Conversamos con nuestros padres sobre qué soñamos y nuestro padre lo interpreta, porque los sueños pueden ser la alerta de algún peligro”, indica Nemonte Nenquimo, presidenta del Consejo de Coordinación de la Nacionalidad Waorani de Pastaza, quien hace poco fue nombrada una de las cien mujeres más influyentes del mundo por la revista Time.

Mi abuelo era un gran hombre. Tenía 20 años cuando un día salió a cazar junto con su padre, quien mientras subía a un árbol mi abuelo permaneció en tierra. No se percató de que por detrás se acercaba un jaguar que lo atacó agarrándolo por la pierna. Él se defendió golpeándolo con su cerbatana y logró salvarse”.

Esa publicación estadounidense la reconoció como protagonista de una histórica victoria legal lograda por su pueblo en abril del 2019, la cual determinó la protección de cerca de medio millón de acres de Amazonía para salvarlas de la explotación petrolera aprobada por el Estado ecuatoriano.

“Fue decirle al poderoso: ¡basta! Queremos respeto”, explica Nemonte como líder que encabezó esa lucha impulsada, de manera personal, por la conexión que mantiene con la selva tropical desde aquellas madrugadoras sesiones familiares en las que aprendió que parte de la esencia de su cultura se despliega en su territorio.

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La líder waorani fue escogida como una de las 100 mujeres más influyentes del mundo por la revista 'Time'. Ilustración: Marlene Solorio.

El espíritu del jaguar

Durante una gentil entrevista vía Zoom con La Revista explica que los waoranis defienden su conexión con la tierra como parte de sus prioridades. “Vivir en la selva es observar las estrellas en cada noche, contemplar la luna, admirar el amanecer o el anochecer, escuchar el canto de los búhos y el sonido de las ranas”.

También significa apreciar la herencia cósmica de sus ancestros recibida como tradición oral a través de historias Su favorita es esta: “Mi abuelo era un gran hombre. Tenía 20 años cuando un día salió a cazar junto con su padre, quien mientras subía a un árbol mi abuelo permaneció en tierra. No se percató de que por detrás se acercaba un jaguar que lo atacó agarrándolo por la pierna. Él se defendió golpeándolo con su cerbatana y logró salvarse”.

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Nemonte Nenquimo (centro) es la líder del pueblo waorani en la provincia de Pastaza. Foto: Amazon Frontlines (cortesía).

Esa batalla le dejó cicatrices profundas en las extremidades inferiores y, según la creencia waorani, también estableció una especial relación entre el espíritu del jaguar y su abuelo, la cual ella percibe haber heredado como parte de su carácter combativo y protector de los suyos.

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Tal espiritualidad la acompaña en las sesiones de trabajo que comparte desde hace dos años, tiempo en que ha sido líder waorani, entre la ciudad de Shell y las doce comunidades de esta nacionalidad en Pastaza, donde habitan aproximadamente 5.000 pobladores. Entre ellas se incluye su nativa comunidad de Nemompare.

Nemonte en su comunidad natal, Nemompare (Pastaza). Foto: Amazon Frontlines (cortesía).

En Shell suele levantarse a las 06:00, desayuna y toma el bus que en veinte minutos la lleva a la oficina donde ejecuta iniciativas relacionadas con tres temas vitales: territorio, liderazgo y educación.

La defensa del territorio le generó el reconocimiento de Time, mientras que el liderazgo apunta a promover esa cualidad en la juventud waorani (“son ellos quienes tendrán el deber de defender nuestra cultura en el futuro”) y a través de la educación intercultural desean sembrar el orgullo por sus raíces, idioma y tradiciones entre los niños, niñas y adolescentes que asisten a las escuelas desplegadas en las comunidades que lidera.

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Casada con un buen hombre

Nemonte se debe a la población waorani, pero también a su familia: su esposo, el estadounidense Mitch Anderson, y su pequeña hija de 5 años, Daime, nombre que significa Arcoíris. Conoció a su pareja hace siete años en Quito mientras ella participaba en protestas indígenas contra el supuesto daño ambiental causado por las petroleras en la Amazonía.

Nemonte Nenquimo reside con su esposo, el californiano Mitch Anderson, y la hija de ambos, Daime. Foto: Cortesía.

Mitch, fundador y director ejecutivo de la organización Amazon Frontlines, lidera un equipo de voluntarios internacionales que trabaja en la defensa de los derechos humanos y del medioambiente junto con los waoranis, cofanes, sionas y secoyas.

Mi papá me preguntaba (sobre Mitch): ¿cómo va a vivir en la selva, cómo servirá para cazar, para pescar, para manejar una canoa… Fue un proceso largo, pero ahora son mejores amigos".

“Él estaba investigando esa situación y me entrevistó. Desde el inicio me gustó su entusiasmo por apoyar a los indígenas. Es un hombre muy bueno”, indica Nemonte. Pero aquello no era suficiente para que su historia de amor tuviera un final feliz, ya que las costumbres arraigadas de los waoranis provocaron que su padre tardara en aceptarlo.

“Mi papá me preguntaba: ¿cómo va a vivir en la selva, cómo servirá para cazar, para pescar, para manejar una canoa… Fue un proceso largo, pero ahora son mejores amigos”, recuerda, y destaca que Mitch, de 39 años de edad, aprendió todas esas habilidades waoranis.

Nemonte Nenquimo y su esposo, Mitch Anderson, en Times Square (Nueva York), en septiembre 2019, durante el encuentro ambientalista Climate Week. La pareja suele viajar a Estados Unidos para visitar a los padres de Mitch, quienes residen en San Francisco. Foto: Cortesía.

Mitch, mediante un mensaje de voz enviado por WhatApp, señala: “Llevo veinte años viviendo y trabajando con pueblos indígenas desde México hasta Ecuador, pasando también por Perú, Colombia y Brasil. He dedicado la mayor parte de mi vida a aprender de los pueblos indígenas y de acompañarlos en sus luchas para la defensa de su territorio, sus culturas, sus vidas…”.

Tal experiencia le ha enseñado “que hay otra manera de vivir en este mundo… y se basa en más respeto para la naturaleza, para los animales, para los ríos”. En la selva dice haber encontrado una alternativa distinta a la vida consumista de las ciudades, basada en el individualismo, la acumulación de riquezas y la explotación de las tierras.

“Del pueblo waorani me encanta su alegría, su salud, su forma de vivir colectivamente, su amor por la selva, son gente brillante con mucho conocimiento y con una cultura de sueños y cantos, y de mucho coraje”, agrega.

Mitch Anderson, californiano de 39 años y fundador de Amazon Fronlines, es un voluntario que apoya las causas indígenas. Aquí con su pequeña Daime, también hija de Nemonte. Foto: Cortesía.

La selva sanadora

Nemonte es un resumen de todas esas cualidades. “Desde que la conocí la veo como una mujer brillante, llena de vida, de alegría, de valentía, con muchísimo amor para su pueblo, para su cultura, para la selva, le encanta aprender de otra gente, de otros mundos… ella es una líder natural porque tiene una conexión muy fuerte con la tierra, con su propia historia e identidad”, indica Mitch.

Cuando había algún problema en casa, mi papá nos llevaba a mis hermanos y a mí a una cascada, de unos tres metros de altura, y nos pedía que nos ubicáramos debajo de la caída del agua para sentir su fuerte golpe en la cabeza. Al salir estábamos más tranquilos, el estrés desaparecía”.

Nemonte comenta que se casaron hace seis años en una típica ceremonia waorani, que dura mínimo dos días, y que desde entonces han viajado algunas veces a San Francisco para visitar a los padres de Mitch, pero que sus planes son vivir siempre en la selva amazónica, en la acogedora casa de madera y techo de zinc que tienen en Nemompare, “en total libertad; dentro de la vida de comunidad no existen los horarios, a cualquier hora podemos cocinar, comer, trabajar la chacra, salir a cazar, enseñar a los niños, hacer artesanías, ir a pescar, bailar o reír”, indica ella.

Allá, muy lejos de las grandes ciudades, los problemas del estrés pueden resolverse con una sencilla estrategia familiar. “Cuando había algún problema en casa, mi papá nos llevaba a mis hermanos y a mí a una cascada, de unos tres metros de altura, y nos pedía que nos ubicáramos debajo de la caída del agua para sentir su fuerte golpe en la cabeza. Al salir estábamos más tranquilos, el estrés desaparecía”.

Nemonte ha liderado las protestas de su pueblo contra la explotación petrolera en la selva. Foto: Amazon Frontlines (cortesía).

El bienestar también proviene de las plantas. “Durante la pandemia salíamos a caminar con Mitch en el bosque, y de regreso recogíamos plantas medicinales que ayudan a curar el COVID-19. Y las sembraba en la casa”, señala Nemonte, quien logró aliviarse de esa enfermedad mediante la medicina ancestral. También tiene sembradas plantas contra la mordida de serpientes, dolor de estómago y otros males.

La pequeña Daime, quien a su corta edad ya habla waorani, español e inglés, está heredando ese conocimiento como parte de una interculturalidad que la pequeña resume al identificarse como una “niña de la selva”, reconoce su madre. “Quiero que ella herede un paraíso”.

Por lo pronto, el comportamiento de su pequeño Arcoíris, lleno de vida y color, ya muestra fortaleza, disciplina, cariño por los animales, amor por los suyos, lealtad a su legado y respeto por la naturaleza, temas que seguramente dialogan en las sesiones de sueños y espiritualidad que tienen en familia, y que cuando crezca se trasladarán a las madrugadas. Quizás todo eso signifique que, al igual que su madre, la tierna Daime también posee el espíritu del jaguar.