Para escribir el libro El vencedor está solo, que tiene como tema central el culto a las celebridades, realicé una interesante investigación sobre la rutina de las que viven en la fantasí­a de las masas: las modelos. Por muy diferentes que ellas sean existe un patrón invariable de comportamiento que expongo a continuación:

a. Antes de ir a dormir, se aplican varias cremas para limpiar los poros y conservar la piel hidratada, habituando desde muy temprana edad al organismo a depender de elementos externos. Al despertar, toman una taza de café solo sin azúcar con algunas frutas ricas en fibras, de manera que el organismo apenas retenga los alimentos que van a ser ingeridos a lo largo del dí­a. Suben a la balanza tres o cuatro veces al dí­a y entran en depresión cada vez que la aguja denuncia un nuevo gramo.

b. Todas saben que en poco tiempo quedarán relegadas por los nuevos rostros y las nuevas tendencias, y les urge demostrar que su talento no se limita a las pasarelas. No dejan de pedirles a sus agencias que les consigan una oportunidad para dejar claro que son muy capaces de trabajar como actrices. Ese es su gran sueño.

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c. A pesar de lo que dice la leyenda, sí­ que pagan sus gastos: el billete de avión, el hotel, y sus eternas ensaladas. Los ayudantes de los estilistas las convocan para realizar eso que llaman casting – la selección de las que enfrentarán la pasarela o la sesión de fotos. Es un tiempo que han de pasar frente a sujetos crónicamente malhumorados que hacen uso del poco poder que tienen para desahogarse de sus frustraciones diarias, y jamás abren la boca para pronunciar una palabra amable. De hecho, “horrible” es normalmente el comentario que más se les oye decir.

En realidad, saben que el alcohol engorda, de manera que su bebida preferida es el agua mineral sin gas (el gas, aunque no afecta al peso, tiene consecuencias inmediatas sobre el contorno del estómago)".

d. Sus padres se enorgullecen de la hija que comenzó con tan buen pie, y se arrepienten de haber estado un dí­a en contra de esta carrera, al fin y al cabo están ganando dinero y ayudando a la familia. Sus compañeros sentimentales sufren crisis de celos, pero se controlan, porque al ego le hace bien el estar con una profesional de la moda. Y en cuanto a sus amigas, la envidian secreta o abiertamente.

e. Aparecen por todas las fiestas a las que se les invita, y su comportamiento –propio de personas mucho más importantes– delata su inseguridad de fondo. Se las ve siempre por allí­ con una copa de champán en la mano, pero se trata tan solo de la imagen estudiada que quieren transmitir. En realidad, saben que el alcohol engorda, de manera que su bebida preferida es el agua mineral sin gas (el gas, aunque no afecta al peso, tiene consecuencias inmediatas sobre el contorno del estómago).

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f. Duermen mal por culpa de los comprimidos. Escuchan historias sobre anorexia – la enfermedad más común en su medio, una especie de disturbio nervioso causado por la obsesión con el peso y con la apariencia, que termina educando al organismo para rechazar cualquier tipo de alimento. Dicen que eso nunca les ocurrirá a ellas, pero nunca se dan cuenta cuando se manifiestan los primeros sí­ntomas.

g. Pasaron directamente de la infancia al mundo del lujo y el glamour, por lo que nunca fueron adolescentes ni jóvenes normales. Cuando les preguntan qué planes tienen para el futuro, sueltan automáticamente la respuesta que tienen preparada: “Facultad de Filosofí­a. Me dedico a esto solo para poder pagarme mis estudios”. Pero saben que no es verdad. No se pueden permitir el lujo de ir con regularidad a una escuela: hay siempre una prueba por la mañana, una sesión de fotos por la tarde, y, al final del dí­a, una fiesta en la que forzosamente tienen que estar presentes para ser vistas, admiradas, y deseadas.

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La gente cree que estas chicas viven en un cuento de hadas. Y ellas mismas se esfuerzan en creerlo. Hasta que un escritor algo más curioso resuelve no desistir, e ir más allá con las preguntas. Tras momentos de gran vacilación, terminan reconociendo: “Nací­ para ser actriz. Por lo tanto, soy capaz de fingir que esta es la profesión más glamurosa del mundo. (O)