Luis Santamaria Babí, Universitat de Barcelona

Raro es quien no ha oído hablar alguna vez de la psoriasis, una enfermedad muy común de la piel que se manifiesta por lesiones en la piel de color rojo cubiertas de escamas y afecta a alrededor del 2% de la población. El 90% de los que la padecen sufren psoriasis en placa, que reduce seriamente la calidad de vida.

El culpable de la psoriasis no es otro que el propio sistema inmunitario. Lo que ocurre en estos pacientes es que las defensas del cuerpo se conjuran para generar –y, lo que es peor, mantener– lesiones importantes en la piel. En concreto, los linfocitos T producen citoquinas a raudales, unas moléculas que desencadenan inflamación y las alteraciones cutáneas.

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Lo bueno de esta inflamación crónica de la piel es que en el origen del problema puede estar también la solución. La psoriasis es uno de los mejores ejemplos de cómo la investigación traslacional en inmunología permite generar terapias innovadoras. Ese mismo sistema inmunitario que “se rebela” y causa la enfermedad ha permitido producir unos medicamentos, llamados biológicos, que a estas alturas son el mejor aliado del paciente moderado-severo con afectación de una amplia superficie corporal. En otras palabras, el sistema inmunitario es a la vez enemigo y aliado en psoriasis.

¿En qué consiste un tratamiento biológico?

¿A qué nos referimos cuando hablamos de “tratamiento biológico”? Pues ni más ni menos que a una terapia basada en anticuerpos humanos –o inmunoglobulinas–. Es decir, en esas moléculas que normalmente forman parte de nuestras defensas y nos protegen de infecciones.

En concreto, los anticuerpos para tratar la psoriasis han sido diseñados en un laboratorio para atacar las citoquinas producidas por los linfocitos T. Una vez inyectados en el organismo del paciente, se unen a las citoquinas y evitan que éstas ataquen a la piel. De este modo, las lesiones que cubren una parte importante de la superficie corporal desaparecen mientras se mantiene el tratamiento.

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El uso de los tratamientos biológicos ha permitido conocer qué citoquinas concretas están implicadas en la psoriasis. Concretamente, las citoquinas claves son las IL-23, IL-17A e IL-17F. Es más, una sola inyección de anticuerpo contra IL-23 en pacientes severos genera una mejora del 90% o mas de sus lesiones durante más de 24 semanas.

Por el contrario, aunque la IL-8, el interferón gamma, el interferón alpha y la IL-22 están presentes en las lesiones, su neutralización mediante anticuerpos específicos no mejora al paciente.

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Eso sí, hay que matizar que estos fármacos no se dispensan en las farmacias. Los suministran exclusivamente los hospitales a petición del dermatólogo. Y en su mayoría son fármacos autoinyectables que el paciente se administra en casa.

Retos de futuro

Aunque los resultados de los tratamientos biológicos son esperanzadores, todavía queda mucho por camino por recorrer en el tratamiento de la psoriasis. Entre los principales objetivos que persiguen los investigadores con respecto a esta patología de la piel destacan:

  • Desarrollar tratamientos orales que puedan sustituir las terapias inyectables sin perder ni un ápice de eficacia.
  • Encontrar nuevos tratamientos tópicos eficaces que aporten aún más seguridad.
  • Dar con terapias que permitan modificar el curso de la enfermedad (y no solo paliar sus síntomas).
  • Desarrollar terapias que eviten que el sistema inmunitario ataque a la piel de los pacientes con psoriasis.

El estrés y la psoriasis

Un aspecto importante, que requiere un comentario aparte, es el impacto que tiene el estrés en el desencadenamiento de la enfermedad y la aparición de brotes. Conocer mejor los mecanismos relacionados como el sistema nervioso y cómo desencadena o mantiene la enfermedad sería un gran avance para disponer de terapias específicas contra lo que los investigadores denominamos inflamación neurogénica.

De momento, parece que empezamos a entender cómo funciona este proceso. La piel tiene terminaciones nerviosas que liberan mediadores nerviosos (neuropéptidos), generados por orden del cerebro. Y resulta que estos neuropéptidos empujan a los linfocitos a producir las citocinas que provocan la enfermedad.

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Eso abre otra posible y prometedora vía para encontrar el modo de mantener a raya la psoriasis de una vez por todas.

Luis Santamaria Babí, Profesor agregado de Inmunología. Director del grupo de Inmunología Traslacional. Parque Científico de Barcelona, Universitat de Barcelona

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.