Mientras recorría la muestra Olga Dueñas. Una retrospectiva, con Cristian Levi, un amigo del mundo cultural, él comentó que veía cierto paralelismo entre esta artista y las pintoras Leonora Carrington y Remedios Varo. No por su pintura, claro está (la primera, cultora del abstraccionismo y el cinetismo; las otras dos, surrealistas), sino por su itinerario vital: extranjeras, que van a otro país (por distintos motivos), donde echan raíces y desarrollan una obra singular.

Dueñas y Carrington comparten incluso el hecho de haber tenido el mismo profesor: Amédée Ozenfant, en Nueva York y Londres, respectivamente. La referencia de Cristian desembocó en la propuesta de hacer un programa dedicado a repasar la trayectoria de estas tres mujeres, en la que ambos nos embarcamos, junto con Mónica Espinel, curadora de la exposición de Dueñas.

Y mientras me alisto para el programa, leo todo lo relacionado a Leonora Carrington, de quien me ocuparé (Mónica lo hará de Dueñas, y Cristian, de Varo). Imposible, entonces, no leer Leonora, ese libro grande (por extensión y por su narrativa), que la escritora mexicana Elena Poniatowska le dedicó a esta inglesa que hizo de México su patria, donde desarrolló una extraordinaria producción pictórica y permaneció hasta el fin de sus días: falleció en mayo de 2011, a los 94 años.

“A las pintoras surrealistas nadie las reconoce. Lo que en los hombres es creatividad, en ellas es locura”, dice Leonora, el personaje, en el libro. Poniatowska no hace una biografía, sino una novela sobre la vida de la artista, que también fue escritora. Los cuentos de Leonora Carrington tienen el componente fantástico que está presente en sus pinturas.

La obra de Poniatowska sigue a Leonora desde su infancia acomodada en Reino Unido, hasta la madurez, en México. Narra su rebeldía, la permanente vocación de salirse del molde, el alejamiento de la familia para seguir su vocación en ciudades europeas, en las que se codea con los surrealistas y se enamora de Max Ernst. También su locura, que la lleva a ser recluida en un sanatorio de Santander; su viaje a América, huyendo de la guerra; su espíritu fantasioso, su matrimonio con Chiki Weisz; la maternidad y, sobre todo, la gran complicidad que tenía con sus amigas, en especial con Remedios Varo. (O)