“El barrio del Salado fue el mayor sueño que tuvieron los guayaquileños de antaño, pues en otros tiempos se consideraba un privilegio vivir al pie o cerca del estero Salado. No nos olvidemos de que el mayor ícono del sentimiento guayaquileñista era y es el estero Salado”. Con estas palabras, el gestor cultural Gustavo Rivadeneira resalta la importancia de este sector de larga tradición guayaca, el cual justamente este domingo, 29 de octubre, celebra el duodécimo aniversario de su declaratoria patrimonial, que se hizo efectiva en el 2011.

Delimitado en el norte por la calle Quisquís (acera sur; la acera norte pertenece al barrio Orellana), en el sur por la acera norte de la calle Diez de Agosto (la acera sur pertenece al barrio Garay), en el este por la avenida Machala y en el oeste por el estero Salado, este es el barrio donde se asentaron los presidentes de la República Juan de Dios Martínez Mera, Carlos Julio Arosemena Tola y Carlos Julio Arosemena Monroy, así como otras figuras emblemáticas de la ciudad, como el historiador Carlos Calderón Chico, el cantante de ópera y folclorista Guido Garay, el primer chef de la televisión ecuatoriana, Gino Molinari, entre otros.

‘Cuando fallezca aspiro a que mis cenizas las lancen al estero”: los Silva llevan cuatro generaciones en el barrio del Salado, en el corazón de Guayaquil

El colegio Rita Lecumberro (García Moreno entre Hurtado y Vélez), el primer colegio fiscal femenino que tuvo Guayaquil, es una de las dos instituciones educativas centenarias en el barrio del Salado. Foto: Francisco Verni

Cuenta la historia que, cuando nació este barrio, la contaminación del estero no existía, pues era limpio y sus aguas generaban “una brisa refrescante que no se podía sentir en ninguna otra parte de la ciudad”, explica Rivadeneira, quien a su vez es presidente fundador del Comité de Moradores del Barrio Patrimonial del Salado y quien lo conoce como la palma de su mano. “Se le atribuían capacidades especiales al entorno del Salado, calma y paz, beneficios para los nervios y, sobre todo, salud; prácticamente se consideraba milagroso el ambiente en este sector, pues se hablaba de un lugar con clima benigno y en donde hasta hacer respiraciones resultaba terapéutico”.

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Eran finales de la década de los 20, cuando Guayaquil era una ciudad pequeña con pocos habitantes, que aún no lidiaba con la masiva migración del campo a la ciudad. Los primeros terrenos para construir en el barrio del Salado se compraron en el año 1928, y el sitio, privilegiado además por la brisa que venía desde Chongón y con la vista de cerros que aún no habían sido explotados por las canteras, fue creciendo por etapas. Algunas de esas construcciones las hizo el arquitecto chileno Jacobo Ratinoff, uno de los mentalizadores del proyecto urbanístico Urbanizadora del Salado (Urdesa).

Casa de la familia Cedeño Amador (Esmeraldas y 9 de Octubre), con clara influencia mudéjar, que demuestra que el barrio del Salado está marcado arquitectónicamente por influencias europeas, sobre todo españolas y francesas. Foto: Francisco Verni

Rivadeneira se ha convertido en una especie de enciclopedia viviente, guía turístico e historiador de este vecindario, al pertenecer a la tercera generación familiar que nació en el sector. “Conocí de niño el estero Salado en bote. Ya entonces, y hablo del año 1970, dejó de ser balneario; ya estaba contaminado, pero se lo podía disfrutar; y mi padre, Ernesto Rivadeneira Negrete, nos llevaba a mis hermanos y a mí a recorrer el estero en bote de remos. Era una experiencia maravillosa: las aguas aún no despedían esos malos olores, se apreciaban cangrejos en las orillas, iguanas en los espacios verdes y una variedad de aves incalculable, un espacio privilegiado pese al progreso de la ciudad”.

Por eso es que Rivadeneira, comunicador social y relacionista público, es una de las voces que más alto se han levantado para impulsar su seguridad y, sobre todo, su conservación.

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“El barrio cuenta la historia de esta parte de la ciudad desde 1930 hasta la actualidad; por eso, es vital conservarlo, porque aún se mantienen en pie construcciones preciosas que narran la bonanza de una época. Estas casas fueron construidas con cemento traído de Europa, así como sus diseños, que eran inspirados en edificaciones típicas de España: muchas tienen influencia andaluza; otras, mudéjar. También italianas. Hay muchas propuestas afrancesadas. Es interminable la nacionalidad de los diseños”.

Municipio de Guayaquil condecoró a Gustavo Rivadeneira, líder del Barrio del Salado

El edificio Víctor Manuel Jaén (Av. 9 de Octubre y Quito, frente a la Corte Provincial y la Casa de la Cultura Ecuatoriana, núcleo Guayas) es una de las principales joyas del barrio del Salado, que sobresale con sus antiguos garajes españoles. Está en el límite este del histórico vecindario. Foto: Francisco Verni

Los tesoros emblemáticos del barrio del Salado

Dentro del territorio se encuentran los centenarios y emblemáticos colegios Rita Lecumberry y Vicente Rocafuerte, el edificio antiguo del Guayaquil Tenis Club, el hotel Oro Verde, la Alianza Francesa, el Consulado de Francia. “Hablar de viviendas icónicas, difícil, porque no solo son unas cuantas; son todas las que están dentro del inventario del INPC en calidad de bienes patrimoniales. El icónico es el barrio en sí”, resalta el gestor cultural

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Sin embargo, agrega este conocedor del tema, se destacan la casa Bucaram Saadi, ubicada en Tungurahua y Vélez, donde actualmente funciona el Consulado de España; la casa de la señora Lola Amador de Cedeño, en Esmeraldas y Hurtado; la casa de los García, en 9 de Octubre y José Mascote; la casa de don Teófilo Fuentes Robles, en 9 de Octubre y avenida del Ejército, donde funcionó por muchos años Fasinarm y ahora es el sitio ideal para el espacio cultura Casa Cacau; la casa de Gonzalo Icaza Cornejo; la del exconcejal del cantón Gino Molinari Negrete, que originalmente perteneció a su abuela Blanca Carrión Toral.

“Al funcionar sedes diplomáticas, hoteles y centros de reunión social y actividades culturales, como las salas de teatro La Bota, el sector es a todas luces idóneo para el desarrollo turístico. No solo tenemos la obligación de conservarlo, sino de impulsarlo”.

El barrio del Salado

Uno de los dos chalets que tiene Guayaquil está en el barrio del Salado. Perteneció al doctor Carlos Puig Vilasar, aquí vivió la periodista Chichí Puig de Lange (9 de Octubre y Tulcán). Foto: Francisco Verni

Con potencial turístico

A decir de Gustavo Rivadeneira, el barrio del Salado reviste una relevancia para nuestra historia y el desarrollo urbanístico, cultural y social de Guayaquil. Todos esos valores se suman para construir al vecindario como una herramienta turística extraordinaria, “porque brinda un recorrido gastronómico único: todos sus establecimientos, grandes y pequeños, y hasta los famosos huequitos en los que se pueden degustar diversas propuestas de la cocina criolla, participan en famosas ferias gastronómicas; y el turista busca precisamente este tipo de espacios cuando viene a conocer Guayaquil”.

Añade: “Ellos no quieren ir a un establecimiento refinado, estudiado, estereotipado, en el que no conocerán la sazón real de nuestra gastronomía local. Ellos buscan los espacios con que cuenta el barrio del Salado, y el contar con un entorno grato de edificaciones patrimoniales que les cuentan la historia de la ciudad en otro momento, en otro tiempo, es un plus. La arquitectura habla y hay que escucharla”.

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Como ocurre en algunos barrios tradicionales del Puerto Principal, muchos de sus moradores se mudaron a otros sectores residenciales, pero aún hay 640 familias, aproximadamente, que residen en el lugar, así como una población flotante de 1.200 vecinos entre oficinistas, empleados y dueños de establecimientos que solo trabajan en el sector y se retiran al cierre de sus jornadas.

Piscina Olímpica, otra sede que pide atención

Fachada del colegio Vicente Rocafuerte, otra centenaria entidad educativa en el sector. Foto: Francisco Verni

Y en cuanto a su seguridad, Rivadeneira, como vocero de las necesidades y problemáticas de este rincón de la urbe, asegura que el barrio del Salado no es un territorio considerado como “punto caliente” por altos niveles de criminalidad. “En lo absoluto. En nuestro territorio no tenemos muertes violentas ni casos de sicariato ni presencia de bandas delictivas. La problemática se centra en el comercio ilegal de piezas robadas de vehículos y en el robo (por parte de los denominados ‘chamberos’) de medidores de agua, luz, cables eléctricos, de telefonía e internet y desmantelamiento de propiedades abandonadas”, explica. Si bien es cierto que dos cadenas de supermercados han abierto locales pequeños, a este corazón de Guayaquil le hace falta un centro comercial, añade Rivadeneira.

Gustavo Rivadeneira (i) recibió en el 2020 una condecoración de manos de la alcaldesa de Guayaquil, Cynthia Viteri (d) por su labor cívica continua en busca de mejoras para su barrio y otras zonas de Guayaquil.

“El 29 de octubre se recuerda el aniversario de la declaratoria patrimonial del barrio del Salado, que se hizo efectiva desde el 2011. Desde entonces hemos tenido un arduo proceso de defensa del territorio. Si bien es cierto que la declaratoria impidió que se sigan demoliendo casas emblemáticas para transformarlas en desagradables galpones de talleres de carros, lo que constituye un crimen, aún necesitamos solucionar varios temas que continúan afectando al barrio, tales como la modificación de ordenanzas que resultan permisivas en cuanto al trabajo sexual, el comercio informal y el uso de suelo”.

Además, puntualiza el líder barrial, existe un proyecto de regeneración del exterior de la piscina olímpica Asisclo Garay, nombrada así por el exalcalde de Guayaquil que la construyó en 1938. “Esperamos sea retomado por la actual Administración, que preside el ingeniero Aquiles Alvarez. Esto será de enorme aporte para el sector”, concluye. (I)