Por Sergio Cedeño Amador*

A pesar de que el carrao (Aramus guarauna) existe desde el estado de Florida (Estados Unidos) hasta el norte de Argentina, esta ave extraña, zancuda y desgarbada es muy común en las pozas, humedales, pajones y bajiales de la zona montuvia del Ecuador.

Para muchos es un ave poco agraciada, pero para mí es muy hermosa, ya que la he visto y oído desde cuando era niño. La he visto caminando en potreros anegados y aguas pantanosas de baja altura, donde se alimenta principalmente de caracoles a los que saca con su largo pico hacia la orilla, donde procede a extraer el caracol de su concha.

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Es de plumaje pardo jaspeado, patas largas y flacas, pico largo amarillento; con las alas extendidas, mide hasta un metro.

Antiguamente en las zonas bajas de la Costa había muchos cazadores que diezmaban la población de carraos y gallaretas por el excelente sabor de su carne; pero, actualmente, en la mayoría de las haciendas está prohibida la cacería para proteger esta ave que forma parte de nuestra fauna silvestre.

El carrao ha sido siempre fuente de inspiración, así como también la pacharaca, de poemas, cuentos, leyendas y canciones, como Carrao, carrao, melodía cantada por la célebre artista venezolana Reyna Lucero.

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Asimismo, es famosa la leyenda de Carrao y Mayalito, dos vaqueros muy amigos. Carrao era un extraordinario jinete amansador de bestias cerreras, gran parrandero, coplero y pendenciero, que decía que no había nacido la yegua que pariría el caballo que lo tumbara y que, si el mismo diablo se volvía caballo, al mismo diablo lo jineteaba.

Al contrario, Mayalito era un vaquero bien portado y hogareño que siempre aconsejaba y cuidaba a su amigo Carrao, pero que, en una noche de parranda y con torrencial lluvia, vio que Carrao vencía al diablo en un contrapunteo, y luego este lo hizo desaparecer en llamas y para siempre. El demonio luego convirtió a Mayalito en un carrao que aún vuela en las noches tenebrosas buscando a su amigo desaparecido...

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Se dice en el campo que el carrao canta de noche con un gemido fuerte y tétrico que parece decir “ca-rau, ca-rau”, para llamar las lluvias en épocas de sequía; asimismo, canta en el invierno para que paren las inundaciones.

Con las alas extendidas, el carrao mide hasta un metro. Foto: Shutterstock

Esta nota va dedicada a un querido compadre montuvio de la zona de Vernaza (provincia de Guayas) cercana a la hacienda Pijio, a quien la sabiduría popular apodó como Patas de Carrao, por su semejanza con dicha popular ave montuvia.

* Miembro de la Academia de Historia del Ecuador y orgulloso montuvio.

Más sobre este pájaro en Florida

Esta extraña ave zancuda, que es una combinación entre una grulla y un rascón, no tiene familiares cercanos. Está muy expandida en los trópicos, pero ingresa a nuestra área solo en Florida y en el sur de Georgia (las únicas zonas donde puede satisfacer su necesidad de una cierta cantidad de caracol de agua dulce). Mayormente solitarios, los carraos suelen pasar desapercibidos, ya que acechan en marismas y pantanos. Llaman la atención con sus lacerantes lamentos, que se suelen escuchar por la madrugada o a la noche.

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Estatus: los carraos han sido cazados hasta casi extinguirse en Florida a comienzos del siglo XX; gracias a la protección legal, su población ha logrado recuperarse. Probablemente esté disminuyendo en zonas del área de distribución tropical.

Hábitat: pantanos de agua dulce y ciénagas. En Florida se encuentra en pantanos abiertos de agua dulce, a lo largo de las orillas de estanques y lagos, y en pantanos boscosos a lo largo de ríos y cerca de manantiales; a nivel local, residen en los pantanos de los ríos de Georgia. En gran parte de su área de distribución tropical, su hábitat y su distribución dependen de la presencia de caracoles manzana (Pomacea).

Los carraos han sido cazados hasta casi extinguirse en Florida.

Comportamiento alimentario: busca alimento caminando en aguas poco profundas, buscando caracoles con la vista y sondeando el lodo y la vegetación flotante. Puede alimentarse por la noche, sobre todo en noches en las que la luna brilla. Se desplaza hacia tierra firme para retirar el caracol de la concha o abrir los mejillones. Por lo general, la punta del pico se curva ligeramente hacia la derecha, lo que le permite retirar al caracol de la concha curvada. El pico también suele tener un pequeño espacio detrás de las puntas de las mandíbulas, que le permite trasladar y manipular los caracoles.

Huevos: por lo general, de cuatro a ocho. De color oliva a beis, con manchas de color marrón y gris. Ambos padres realizan la incubación; el periodo de incubación no se conoce bien.

Crías: las pequeñas crías abandonan el nido el día posterior a la eclosión y siguen a uno de los padres o a ambos. Es probable que ambos padres alimenten a las crías. No se cuenta con gran cantidad de datos sobre el desarrollo de la cría y la edad del primer vuelo.

Fuente: National Audubon Society