Ser astronauta tiene sus riesgos, y es que una persona que va al espacio puede ser más vulnerable a ciertas enfermedades. Los astronautas que pasan seis meses en el espacio están expuestos a aproximadamente la misma cantidad de radiación que si recibieran 1.000 radiografías de tórax, explica el sitio web Ciencia de la NASA. El tener diferentes tipos de radiación en el cuerpo los pone en riesgo de cáncer, daño al sistema nervioso central, pérdida ósea y algunas enfermedades cardiovasculares.

Por este motivo, la NASA financió una investigación sobre un nuevo método para medir el daño causado por la radiación a los humanos. Dos décadas más tarde, esa investigación científica fundamental respalda una prueba de diagnóstico en la Tierra para mejorar el tratamiento contra el cáncer, llamada Sistema de Análisis OncoMate MSI Dx.

Los dosímetros miden la exposición a la radiación, pero no son capaces de medir el impacto de esa radiación en el cuerpo, explicó Honglu Wu, científico senior del Centro Espacial Johnson de la NASA en Houston. “El tipo de radiación en el espacio es diferente de la radiación a la que están expuestas las personas en la Tierra y tenemos un conocimiento limitado sobre los riesgos, especialmente para las misiones espaciales a largo plazo a la Luna y a Marte”, dijo.

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“Usando el cáncer como ejemplo, para cuando se detectan los marcadores de cáncer, ya es demasiado tarde. Queremos ser capaces de determinar el riesgo más temprano para poder tomar antes algunas acciones de contramedida o limitar el tiempo de vuelo”, dijo Wu.

Un estudio científico en 2002 financiado por la Oficina de Investigación Biológica y Física de la NASA exploró la posibilidad de que secciones específicas del ADN, llamadas microsatélites, registraran con precisión el daño por radiación a lo largo del tiempo.

Mientras que algunos microsatélites pueden mutar y ocasionar enfermedades, otros microsatélites pueden mutar sin efectos dañinos para una persona. Estos últimos también son más susceptibles a los daños por radiación. Esto significa que pueden acumular el daño por radiación y ser empleados para identificar los niveles de exposición de un individuo a lo largo del tiempo.

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Gracias a la investigación de la NASA, se desarrolló la prueba OncoMate, que fue aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.

Tratar de encontrar evidencia de un daño molecular en un genoma humano puede ser similar a buscar una aguja en un pajar. Pero buscar un biomarcador conocido hace posible concentrarse en un indicador de problemas confiable. Para el cáncer, que es una enfermedad molecular, identificar las mutaciones genéticas en un tumor es fundamental para elegir los mejores medicamentos para el tratamiento.

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Utilizando el conocimiento obtenido con el estudio de la NASA, el equipo de investigadores desarrolló un método para medir el número de cambios ocurridos en los microsatélites durante la replicación del ADN, cuando las células se dividen. La existencia de células cancerosas con un número significativo de cambios, puede indicar un defecto genético que podría ser causado por el síndrome de Lynch y otras afecciones. Encontrar esa aguja en el pajar genómico es el primer paso en un diagnóstico.

Una investigadora trabaja en el Centro de Investigación del Cáncer (CIC) en España. EFE/Carlos García Foto: Carlos García

El síndrome de Lynch es una condición hereditaria que produce una mutación genética y aumenta el riesgo de cáncer de colon, endometrio, estómago, ovario y otros tipos de cáncer. En 2021, la FDA autorizó OncoMate MSI como una prueba para determinar el grado de MSI en tumores de cáncer colorrectal. Esta prueba preliminar puede identificar la necesidad de realizar pruebas de detección y un diagnóstico de síndrome de Lynch, lo que permite monitorear y hallar algunas de las formas más tratables de cáncer.

“Con esa detección mejorada, podemos ayudar mejor a los médicos y a los pacientes a tomar buenas decisiones sobre las opciones de tratamiento. Ahí es donde está el impacto más amplio”, dijo Annette Burkhouse, jefa de asuntos médicos de Promega.

Observar la composición molecular de las células cancerosas hace posible que los médicos elijan los tratamientos conocidos para reducir ese tipo específico de tumor. (I)

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